Publicidad
Reproducción solicitada por: JOSÉ OSVALDO SANCHEZ SILVA 1705010726
Carta abierta a Enrique Ayala Mora
Mi querido Enrique:
No puedo creer, querido Enrique Ayala Mora, que te dediques ahora a escribir textos ensalzando al exterminador del batallón Vargas, el verdugo sanguinario de Miñarica, al cómplice de los asesinatos de los miembros de El Quiteño Libre. Sobre el coronel Francis Hall, sobre el ilustre general José María Sáenz del Campo deberías haber escrito, no sobre su enemigo.
No sé qué clase de visión tienes de la historia, ni en qué renglón interpretativo socialdemócrata ultraderechoso de ella entras.
Defender a Otamendi es justificar a Flores, y la ocupación del Ecuador por 3 mil negros venezolanos que le sostuvieron a él y a su protegido Rocafuerte. Y hablas de que fue víctima del “racismo”, cuando él y su jefe -el taimado y siniestro Flores, beneficiario directo del asesinato de Sucre- apuntalaron aquí el régimen de castas, en el que no había nada más despreciable que ser indio.
Que a estas alturas del proceso histórico, cuando la lucha anticapitalista empieza a posesionarse por medio de las minorías revolucionarias en el mundo salgas en defensa del ‘Lebrel de Flores’ es inaudito. Ese fue un corrupto y sanguinario gobierno de extrema derecha y no sé si afectado por las erupciones del Cotopaxi debutas de panegirista de un ser negativo que merece el escarnio histórico.
Hay una línea histórica que va del comunismo primitivo en adelante; la de los buscadores de la justicia contra los poderosos. La de las víctimas contra sus verdugos. La de los siervos de la gleba contra los feudales. Desde esa perspectiva vemos los marxistas las cosas.
Que ensalces al “caníbal africano con grado de general” en dos notas seguidas en El Comercio, a la mano derecha de Flores, en cuyo gobierno se consolidó el latifundio, pone de relieve o que te estás haciendo viejo, o que en tu medio ‘fifí’ nunca entendiste la historia del proceso de la lucha social.
Perdóname: decidí pasar por alto el primer artículo, de la semana pasada, que me horrorizó. Pero insistes en escribir contra el proceso de liberación (eso es alabar a Otamendi: acaso es tu pariente o antepasado al que tratas de reivindicar?) y creí que “bueno era culantro pero no tanto”.
Estás escribiendo de manera invertida, viendo la historia al revés. Mañana hazte la biografía apologética de Velasco Ibarra y de Camilo Ponce Enríquez, redacta un artículo emocionado ensalzando a ARNE, y de una vez ponte del lado de los curuchupas en lo de la ‘Guerra de los cuatro días’. Y para cerrar te redactas una nota en elogio de la dictadura militar del Triunvirato, causante de la matanza de Aztra. Le pones que fue “una dictadura ilustrada y progresista” y listo. No te vayas a olvidar de hacer algo para reivindicar al conde Ruiz de Castilla, a Aymerich, a Arredondo…Podrías finalizar glorificando a Urbina Jado y a Arroyo del Río. A este paso, ya todo se puede esperar de ti.
Pío Jaramillo Alvarado se refiere de manera muy distinta a Otamendi. Hasta Pérez Pimentel reconoce en su biografía que “Otamendi debía mucha sangre”, derramada en esos oscuros días oprobiosos en los que la justicia simplemente no existía. Admirable que un historiador como tú, que se supone imbuido de perspectiva revolucionaria, salga en defensa del pasado de terror que significó el dúo Flores-Otamendi, que le costó al país un combate de varios meses (y muchas bajas) deshacerse de ellos desde la balacera iniciada por la tropa del ilustre general Elizalde, el 6 de Marzo, en Guayaquil, en la que hubo más de cien muertos. Tus dos escritos a favor de Otamendi son una blasfemia contra la revolución del 6 de Marzo, una de las pocas cosas buenas que han ocurrido en nuestro país. Sobre Elizalde, artífice heroico de esa gesta debías haber escrito en vez de embarrarte con una apología del despreciable caníbal.
Recuerdo que una vez me dijiste que el gobierno de Velasco Ibarra (en cuya dictadura fui torturado dos noches seguidas en el Ministerio de Defensa junto con decenas de miembros de la FESE y la FEUE, el que clausuró la Universidad, puso una bomba en la imprenta de la Universidad Central para impedir la impresión de su periódico semanal, el que metió preso tres veces a Manuel Agustín Aguirre en el Panóptico, el de la masacre del 29 de Mayo en Guayaquil, el que traicionó a la ingenua izquierda nacional luego de la “gloriosa revolución” de Mayo de 1944 para gobernar con los curuchupas) había sido “progresista”. Ahora entiendo tu antipatía, en tus antiguos escritos, contra mi abuelo Juan Manuel Lasso Ascásubi, fundador y principal mecenas económico del Partido Socialista.
Te saluda atentamente,
Carlos Lasso Cueva