Los habitantes de las poblaciones de tundaime y santiago de tiwintza muestran cómo son sus comunidades luego del conflicto
“Antes Gualaquiza era un pueblo fantasma” (Video)
El zumbido de los aviones Mirage y el estallido constante de las granadas y bombas aún permanecen en el recuerdo de Elvira Visum, quien es shuar. El día del primer combate aéreo entre Ecuador y Perú por la Guerra del Cenepa, hace 20 años, ella junto a su madre y hermanos corrieron por la espesa vegetación de la selva, alejándose del pueblo Soldado Monge (Morona Santiago) que era blanco de ataques.
En la vegetación vivieron por semanas, gracias a unas chozas que construyeron para protegerse del frío y la lluvia. Era la primera vez que veían un avión tan de cerca. “Eran los Mirage, de color gris y verde. Pasaban a toda velocidad, teníamos miedo de que nos lanzaran algo, por eso tuvimos que entrar al monte”, relata Elvira, sentada en el exterior de su casa donde hoy las tablas se ven algo desgastadas por las lluvias.
En la parroquia San José de Zamora también avistaron los aviones. Alcibiades Siranaula, de 57 años, no recuerda la fecha exacta en la que vio las naves, pero sí que ocurrió en horas de la mañana. Relata que estaba en su pequeña finca, a una hora del lugar, cuando oyó el sonido de 3 aviones que bajaban de Macas y fueron con dirección a Coangos, “cuando regresé a San José no encontré a nadie, pensé lo peor, pero luego me enteré de que se habían escondido en los refugios, unos huecos profundos en la tierra que los militares nos hicieron cavar”.
El guardián de las municiones
En Tundaime, Bolívar Bonilla también observó el pasar de los supersónicos por la frontera. Nacido en Guaranda hace 78 años, Bolívar vivía cerca de la vía El Cóndor-Mirador, y prestó su casa como bodega para guardar las municiones que usaron en la guerra.
Recuerda cuando uno de los soldados le dijo “esta noche caen, ya tenemos los radares... Esta noche los tumbamos... y al día siguiente nos enteramos de que 3 aviones peruanos habían sido derribados y unos habían caído en Perú y otros en Ecuador”.
Hoy se conmemoran 20 años desde este combate aéreo, el único en América Latina, y hoy los aviones usados se pueden apreciar en el Museo de la Base Aérea de Quito.
¿Qué ha pasado con las 4 zonas cercanas en las que se desarrolló la guerra? En Gualaquiza, denominada la ‘ciudad heroica’, se dinamizó el comercio y mejoraron las vías de acceso, una de ellas aún falta ser asfaltada, según sus pobladores. Hoy, con una población de 17.000 habitantes, la ciudad, alberga hoteles, restaurantes, una iglesia y el teatro 16 de Agosto se puede visualizar a la entrada.
El director del departamento de Desarrollo Cultural Social y Deportivo del Municipio de Gualaquiza, Galo Sarmiento, asegura que la ciudad empezó a crecer aceleradamente a partir de la guerra, “ganamos en autoestima, es la única victoria después de la de Tarqui. Siempre vivimos acomplejados de que Perú nos tenía dominados, pero ahora podemos decir: Perú no hizo lo de siempre”.
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La carta de Adriana tuvo respuesta
Tenía 7 años y cursaba la escuela cuando con ayuda de su madre Adriana Ochoa escribió una carta para los soldados combatientes. En la misiva les agradecía por mantener a la familia unida gracias a su lucha.
Hoy la joven que es madre de 2 niños, aún conserva la carta que el coronel Miguel Ochoa le respondió y a quien conoció hace unos meses.
“Temía perder a mi padre (doctor Jorge Ochoa),quien en esa época era administrador del Hospital Misereor. Le preguntaba qué pasaría cuando se acabaran los soldados, y él me decía que mandaban más, pero yo insistía al decirle, pero cuando ya no haya más, entonces él me dijo que tendrían que ir ellos”. Otra de las historias que guarda Gualaquiza es la de un grupo de damas que se encargaban de preparar los alimentos para los soldados.
Oliva Martínez rememora una visita al cuartel donde llegaban los alimentos donados por el pueblo, le enseñaron cómo en las bodegas de almacenamiento se pudrían las cosas. Después de eso, junto con otras 4 compañeras decidimos que debíamos ayudar y empezamos a preparar la máchica, el pinol, el plátano frito, la carne y separar los cigarrillos que se enviaban.
Ella aún se pregunta “Qué ganamos después de tanto luchar…. qué festejamos, qué conmemoramos, -y con enfado dice- lo que perdimos”.
María Teresa Colala Peñaherrera considera que “ganamos la paz”. Ella vive en Santiago de Tiwintza y fue una de las últimas en evacuar, pero regresó a los 8 días. Al igual que Oliva, ayudó en la alimentación de los soldados. En un camión que había llevado para rescatar su ganado tuvo que transportar comida para los militares.
A raíz de la finalización del conflicto con Perú se tramitó la cantonización de Tiwintza. Esto se logró un 23 de octubre de 2002. “Hemos mejorado las vías, porque antes teníamos caminos impenetrables. La electricidad que teníamos antes era por horas; ahora es permanente”, recuerda María Teresa Colala, quien fue presidenta de la junta parroquial en esos días.
Necesidades que aún pesan
Una de las mayores problemáticas de las zonas cercanas en las que se desarrolló el conflicto es la falta de agua potable. En Tundaime, a una hora de Gualaquiza, el líquido que llega a las casas es entubado. “Cuando es invierno no se puede consumir porque es muy turbia”, dice Wilmer Morocho.
Lo mismo ocurre en la parroquia de San José y en el cantón Santiago de Tiwintza. En ambos lugares además no existe señal celular.
Para Aída Ortega, otra de las mujeres que ayudó a preparar comida para los soldados, hace falta una extensión universitaria, con capacitación agropecuaria y de turismo. “Antes Gualaquiza era un pueblo fantasma, ahora hemos mejorado”, dice con orgullo.