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El Telégrafo

“Ahora se puede hundir en el lodo hasta la rodilla”

“Ahora se puede hundir en el lodo hasta la rodilla”
17 de marzo de 2013 - 00:00

“¡Mami, mira, un pajarito!”, exclama la pequeña Laura, de 5 años, mientras corre hacia lo que queda de un arbusto ubicado entre una zanja y una casa que fue destrozada durante la última semana de lluvias en la cooperativa Sergio Toral.

Martha Ortiz, abuela de la menor, observa a su nieta. “¡Ten cuidado, déjalo en paz!”, grita con el afán de que la niña se aleje del pequeño río que se formó por el agua que baja desde zonas más elevadas.

En el mismo lugar, a unos metros de Martha, tres niños de mayor edad juegan en la zanja como si se tratara de un pequeño balneario... aunque eso llama la atención de Laura, ella regresa hacia su abuela, sonriendo y saltando.

La sonrisa de la pequeña contrasta con la seriedad del resto de sus familiares que recorren la propiedad devastada tras el paso de una corriente que socavó las bases.

Pero la casa en cuestión no es de Martha, ni siquiera de su hija o su yerno con quienes vive desde hace cuatro años en el sector.

“Nuestra casa está unas cuadras más al fondo”, dice mientras señala hacia el oeste. “En la última lluvia se nos metió agua y buscamos reforzar las bases”.

El yerno de Martha supo de la desgracia de 15 familias cuyas viviendas se derrumbaron o quedaron en riesgo por vivir al pie de la zanja.

“Si ya queda como basura, bien podemos sacar alguna utilidad antes de que limpien el sitio... ellos -los propietarios del bien abandonado- serán reubicados”, asegura.

Cada uno de los nueve miembros de su familia, compuesta por hijos y nietos, recorren el lugar en busca de algo que aún pueda servir para proteger su casa.

La propiedad destruida en algún momento perteneció a una familia que fue traslada a un albergue en Flor de Bastión.

El terreno en la Sergio Toral actualmente es pantanoso. Martha, al igual que el resto de su familia, utiliza botas para transitar en el sitio donde cayeron, al menos, cinco casas.

“Hay que tener cuidado al pisar porque ahora se puede hundir en el lodo hasta la rodilla”, afirma mientras ayuda a uno de sus nietos a bajar parte de una cama de la casa abandonada.

Martha tiene miedo de que su hogar termine igual que el sitio del cual agarra objetos de madera y metal. “Ya nos inundamos la última vez... podemos terminar peor que aquí”.

Antes de abordar un camión, la mujer da un último vistazo a la casa de donde sacó materiales.
Se percata que su nieta va en dirección de unos gatos pequeños. “A esta edad no se dan cuenta de lo difícil que es la vida... espero que podamos salir de aquí algún día”.

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