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El Telégrafo

A los 22 años descubrió que era un hijo adoptado

A los 22 años descubrió que era un hijo adoptado
31 de julio de 2011 - 00:00

Su madre biológica, Inés Loza, lo dejó al cuidado de las religiosas del Buen Pastor en el Hogar Rosa Virginia.   Francisco Guayasamín nació en Quito en 1965 y vivió una vida que su madre lo obligó tras una decisión dolorosa.

Su madre lo visitaba una vez al mes. La religiosa encargada de su cuidado general era sor Magdalena Rueda. Sin embargo, en 1970, repentinamente fue adoptado de manera ilegal.

Francisco fue entregado a la pareja conformada por Alfredo Guayasamín Cevallos y Gulnara Lourdes Oliva Báez. Las religiosas lo entregaron sin encontrarse en posición de realizar trámites de adopción. Sin el debido permiso, sor Raquel Villaquirán, quien realizaba las actividades de trabajadora social de la congregación, dispuso que el niño viviera con los esposos Guayasamín Oliva.

Él trabajaba como cajero en el Banco La Previsora, mientras que su esposa era contadora en la empresa  Sudamericana de Brochas.

Cada vez que Inés lo visitaba, las religiosas tenían la orden de mentir acerca del paradero del menor. Las penurias y angustias de Francisco se inician al morir Alfredo Guayasamín por un cáncer de páncreas. Desde ahí se devela una serie de acontecimientos que explica lo sucedido hace varios años.

En 1977, después de la muerte de Alfredo Guayasamín, los problemas de la herencia salen a la luz, la parte que le correspondía a Francisco nunca llega a sus manos y se entera de que es adoptado. A partir de ahí, los maltratos físicos y psicológicos se hacen presentes, Francisco estudiaba en la Academia Militar y le prohibían recibir visita de cualquier persona.

En 1987, empieza a ser constantemente insultado por Gulnara Oliva y entonces decide irse de la casa. Sin posibilidades económicas, arrienda una pequeña habitación en una casa para estudiantes, su familia adoptiva no le permitió sacar ningún objeto de la casa.

Francisco no siguió ninguna acción penal en contra de Gulnara Oliva, ya que no había papeles que  certificaran su adopción y que haya sido reconocido como hijo por parte de Alfredo Guayasamín.

Lo sucedido hizo que Francisco decidiera  ayudar a las personas que por distintos motivos  han perdido a un ser querido, ya sea por secuestro, extorsión, trata de personas, adopciones ilegales, homicidios, etc.

Él sabe que la vida de una familia que desconoce el paradero de uno de sus miembros nunca vuelve a ser   la misma. Ahora revisa cada uno de sus años de vida y en cada uno recrudece la impotencia de no haber sido informado de su situación.

Igual que esta historia, hay niños que corren la misma suerte, muchos desaparecen y son llevados a otros países para darlos en adoptación, sin saber a qué clase de familias serán entregados.

Según el estudio de Línea Base Dimensión Naturaleza y Entorno de la explotación sexual, se estima que 5.200 niñas, niños y adolescentes son explotados sexualmente, y que la búsqueda de los padres después de la desaparición de un niño se complica cuando son trasladados a otros países.

El sector más vulnerable es la población indígena de las provincias de la Sierra Centro entre 4 a 17 años, de nivel socioeconómico medio bajo, que en ocasiones no termina la instrucción primaria.

La adopción ilegal tiene consecuencias negativas interminables, padres que nunca se recuperan por la pérdida de sus hijos y el incremento de las mafias dedicadas a este tipo de negocio.

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