Existen obras que proyectan una imagen dulzona y hasta ingenua de la ciudad
¿Y la historia de la vida privada?
Escasos son los libros que, en un detenido análisis, abordan la historia de la vida privada en Guayaquil. Los que sí abundan son los relatos tradicionalistas, de antigua raigambre en nuestro medio, que se remontan al siglo XIX y tienen su gran auge entre los treinta y los cincuenta del siglo pasado, cuando se publican tres libros de consulta obligada: ‘Crónicas del Guayaquil antiguo’, de Modesto Chávez Franco; ‘Leyendas, tradiciones y páginas de historia de Guayaquil’, de Gabriel Pino Roca, y ‘Rielando en un mar de recuerdos’, de Carlos Saona.
Este tipo de obras -sin desconocer sus indudables méritos- proyecta una imagen dulzona y hasta ingenua de la ciudad, entre otras cosas porque aquí no existen los conflictos sociales; pero sí la idea de una ‘guayaquileñidad’ de ancestro oligárquico que como esencia cultural se expresa en la reivindicación de un origen, trayectoria y destino memorables.
La historia de su gente
Las posteriores generaciones del siglo XX arrojarán buenos historiadores-cronistas, pero escasos historiadores analíticos que muy poco se interesarán en la cotidianidad guayaquileña.
De estos últimos, Julio Estrada Ycaza es el más destacado historiador tradicional porteño. Pero aunque sus preocupaciones historiográficas se centraron en la historia política, económica e institucional, dejó un libro inédito a modo de diccionario histórico.
La Guía histórica de Guayaquil (2000), su libro póstumo es, a todas luces, una invalorable fuente de consulta para quien desea conocer episodios desconocidos del puerto.
El primer historiador en advertir la necesidad de conocer la trama cultural de la sociedad guayaquileña fue el estadounidense Michael T. Hamerly.
En su trascendental ‘Historia social y económica de la antigua provincia de Guayaquil’, 1763-1842 (1973), dedica dos capítulos (‘La vida diaria: Desde la cuna’ y ‘La vida diaria: Hasta la tumba’) a sistematizar información que obtuvo de fuentes primarias sobre la constitución de la vida privada, entre finales del siglo XVIII e inicios del siglo XIX.
Sectores subalternos del puerto
Señalamos aquí el trabajo de la historiadora quiteña María Eugenia Chaves para reconstruir la historia de los sectores subalternos de Guayaquil, en la época colonial.
En ‘María Chiquinquirá Díaz, una esclava del siglo XVIII’ (2000), y ‘Honor y libertad’ (2001), así como en su artículo ‘Artesanos, pulperos y regatones: notas para el estudio de los sectores subalternos de Guayaquil a fines de la Colonia’, publicado en la revista Procesos (2002), la autora reflexiona sobre las variables étnicas y clasistas en la formación de identidades subalternas, lo que le permite desarrollar un sentido crítico en la caracterización de los artesanos, pulperos y comerciantes informales guayaquileños de fines del siglo XVIII.
Por otra parte, en el libro colectivo Guayaquil al vaivén de la ría (2003) se incluye un ensayo de mi autoría, titulado ‘Vida pública y mundos privados, 1590-1950’, que pretende construir una visión general de la historia de la vida cotidiana en Guayaquil.
El texto aborda variados aspectos de las relaciones sociales, distinguiendo entre lo público y lo privado como espacios constitutivos de la sociabilidad.
El objetivo principal de este trabajo consiste en detectar, grosso modo, las líneas de ruptura, desde la implantación del orden colonial hasta la consolidación de las formas de la cultura moderna.
Otros textos que han alumbrado la historia de la vida diaria en el puerto son: ‘En busca de la libertad: los esfuerzos de los esclavos guayaquileños por garantizar su independencia después de la Independencia’, de Camila Townsend (Procesos, 1993); ‘Guayaquil, una ciudad colonial del trópico’ (1993), de Jorge Núñez Sánchez, y ‘Fandangos o fandanguillos: bailes de la época colonial en el Ecuador’, de Pablo Guerrero Gutiérrez (Revista del Archivo Histórico del Guayas, 2008).
Tampoco hay que olvidar, entre la crónica histórica y el relato historiográfico, los libros de Rodolfo Pérez Pimentel, especialmente ‘El Ecuador profundo’ (1988), así como otros que en un sano afán enciclopédico, incluyen episodios de la cotidianidad como: ‘Alza que te han visto’ (2010), de Wilman Ordóñez Iturralde, sobre la música y los bailes montubios, y el revelador ‘Cine mudo, ciudad parlante: Historia del cine guayaquileño’ (2013), de Jorge Suárez Ramírez.
Finalmente, existen algunas fuentes primarias impresas que nos ayudan a entender el universo de la vida cotidiana en Guayaquil, son los relatos de viajes y las descripciones históricas y geográficas de los siglos XVII, XVIII y XIX.
Significativas recopilaciones de fuentes son, para el primer caso, los cuatro tomos de ‘Guayaquil y el río, una relación secular’ (1997-1998), compilados por José Antonio Gómez Iturralde y Guillermo Arosemena; y para el otro, los dos volúmenes de ‘Relaciones histórico-geográficas de la Audiencia de Quito’ (1992 y 1994), compendiadas y editadas por Pilar Ponce Leiva. (O)