Hay una expresión clásica entre los conductores experimentados: en la carretera solo hace falta un irresponsable para caotizarlo todo. Validar esa sabiduría popular no es difícil en Guayaquil: el lunes anterior en un tramo de dos kilómetros en la vía a la Costa, entre el retorno del km 11 -a la altura de la urbanización Puerto Azul- y el ingreso a la avenida José Rodríguez Bonín (PJ), el tráfico en hora pico (08:00) era insoportable.

En los dos carriles de la vía, además de la franja de seguridad, se formaron cuatro hileras de vehículos que no se movían. Algunos buses y camiones -imponiendo su fuerza- dejaron la calzada y rodaron por la grama exterior de las urbanizaciones privadas con la intención de cortar camino y evadir el tráfico. ¿De qué forma esta situación prueba la expresión popular? Fácil.

El causante del problema fue un camión plataforma obsoleto, cargado con bloques para la construcción, el cual dejó de funcionar justo en medio del único carril habilitado para ingresar a la avenida Rodríguez Bonín y bloqueó totalmente la circulación. Así, solo hizo falta un irresponsable para caotizar la vida de miles de ciudadanos.

El problema de los camiones de carga y volquetes obsoletos que circulan amenazantes por la vía a la Costa es viejo. Por años los vecinos del sector vienen exigiendo control a ese tipo de automotor e incluso a la actividad en las canteras aledañas. La gran cantidad de conductores que utilizan esa vía, que es también el único acceso de Guayaquil al cantón Playas y a la provincia de Santa Elena, se sienten desprotegidos frente a los abusos de los volquetes.

Los trancones por ahora no son la mayor preocupación de los habitantes de la zona, ellos prefieren que urgentemente las autoridades de tránsito asuman el control de esos vehículos obsoletos, que bloquean la circulación y causan accidentes diarios.

“El peligro es constante”, sostiene Carla Pérez, quien todos los días sale de su casa ubicada en el km 13,5 hasta su trabajo en el edificio del World Trade Center, en la avenida Francisco de Orellana, norte de Guayaquil. Ella cuenta que “los volquetes sobrecargados de material pétreo en dos ocasiones han regado parte de la carga y golpeado el parabrisas de mi carro” y añade que al intentar algún reclamó, los conductores de los pesados vehículos muestran mayor agresividad.

Pérez no es la única que se queja de la falta de control a estos vehículos. Danny Jensen, habitante de la urbanización Puerto Azul, cuenta que en una ocasión un volquete cargado con material pétreo empezó a cambiarse de carril sin advertir a los demás conductores con las luces direccionales, como ordena la ley. “Ese día casi me salgo de la vía porque el volquete me arrinconó, abusando de su fuerza”, explica.

Soledad Ramírez es otra vecina del sector y usuaria de la vía a la Costa. “Yo he notado que en el retorno del km 19  existen problemas con los camiones-mulas cargados de cemento de la Holcin (compañía cementera). No pueden virar por su tamaño y cuando retroceden generan caos y son un peligro para el resto de conductores, pues pueden chocar”, explica. Ramírez comenta que ha visto estacionados vigilantes de la CTE (Comisión de Tránsito del Ecuador) en los retornos del km 11 y del 19, pero que no realizan ninguna acción cuando los volquetes o camiones invaden los otros carriles del retorno.

Cuenta que los pesados vehículos van de un lado al otro de la vía para continuar su recorrido por la derecha y lo hacen sin utilizar señalización alguna. “Los vigilantes miran y es como que nada ha pasado”, protesta la mujer, quien exige a las autoridades impedir que esos volquetes obsoletos continúen causando daño.

Los ciudadanos consultados se preguntan cómo es que esos volquetes, camiones y otros vehículos obsoletos pasan las revisiones anuales de la CTE. “Cuando fui a hacer la revisión de mi auto me falló una luz y debí gastar cincuenta dólares para repararla y pasar la revisión”, relata Carla Pérez, e insiste en que no entiende cómo esos carros superan los controles de las autoridades.

Otro de los problemas que generan los volquetes es que sobrecargan sus baldes de material pétreo y lo van regando en la calzada. “Eso destruye el asfalto y quiebra los vidrios de los carros”, dice el taxista Manuel Salazar, quien presta sus servicios en ese sector.

Los volquetes que cargan materiales pétreos, tierra o arena están obligados por ley a no sobrecargar sus unidades y a cubrir el balde para evitar que la carga se riegue en la carretera y cause accidentes. Sin embargo, los habitantes del sector se quejan de que los vehículos sobrecargados y sin ninguna protección circulan libremente. Igualmente camiones plataforma que llevan bloques o sacos de cemento circulan por la vía sin ninguna protección.

María de los Ángeles de Castillo, moradora de la urbanización Terranostra, hace unos meses fue testigo de un accidente causado por una plataforma que cargaba paletas vacías sin amarrar. Afirma que uno de esos objetos de madera de 1,50 x 1,50 cayó del vehículo en medio del tráfico. “Fue un milagro que no pasara a mayores”, resalta, pues la paleta no impactó a ningún conductor.

“Yo no culpo a los choferes de esos carros”, dice Antonio Toala, otro taxista que hace carreras desde el Río Centro Los Ceibos hacia las urbanizaciones de la vía a la Costa, “yo culpo a las autoridades que no hacen respetar la ley”, insiste. Toala al igual que Carla Pérez se pregunta cómo esos vehículos pasan las revisiones.