Una nueva opción para el disfrute de los más pequeños
Era una de esas mañanas guayaquileñas en las que el sol brillaba en todo su esplendor y quemaba el asfalto de la ciudad. La gente se trasladaba de un lado a otro, se estresaba y sudaba la gota gorda. Algunos improvisaban una visera con las manos, ya que la luz encandelillaba los ojos y los achinaba. Pese a ser otro día caluroso, típico de marzo en Guayaquil, esto no fue impedimento para que familias y curiosos visitaran el parque infantil ‘Safari Park’, situado en el Área de Juegos de Niños del Malecón Simón Bolívar. El nuevo sitio de diversión de los más pequeños es visitado por citadinos y visitantes.
Con una música de fondo que animaba a los niños a dar improvisados movimientos de baile, se daba la bienvenida al pequeño pero colorido parque de 1.500 m², que cobijaba a los visitantes con la sombra que formaban los tres parasoles gigantes. Lo que más destacaba en el lugar es el carrusel que hizo retroceder a la niñez a más de un adulto.
Los infantes corrían, saltaban, jugaban a las “cogidas” y hacían piruetas sobre el césped sintético que cubre el piso del lugar.
María Peña, de 43 años, estaba acompañada de su esposo y sus dos pequeños hijos. Dice que el cambio de un suelo cubierto de pequeñas piedras a césped, le parece más beneficioso para los niños, así como los precios cómodos para los juegos. Mientras hablaba, su hijo Vicente simulaba con su rostro como si fuera a volar, pero manejaba una de las motos del sitio.
Muchas personas están de acuerdo sobre la creación de este sitio, Natalia Andrade dice que la idea es interesante e innovadora e ideal para que los niños se diviertan. “Con el césped, el ambiente agradable, el volumen de la música es ideal y los precios están bastantes cómodos”.
Entre los adultos se sonreían al ver las caras de felicidad de los niños en los juegos. Algunos más cautos preferían cuidar de sus hijos de cerca.
Para subir al carrusel, rodeado por risueños abuelos, padres y tíos que levantaban sus teléfonos y cámaras digitales para fotografiar la sonrisa tatuada en el rostro del niño, el valor es de un dólar. Pero hay juegos que cuestan desde $ 0,25.
Es el mismo precio para subir al simpático tren eléctrico que da tres vueltas en un paisaje decorado que se asemeja a una gran jungla.
Juan Pozo, de 61 años, vino al parque para observar cómo era para regresar, esta vez en compañía de sus nietos. “Los niños ya tienen a donde ir a distraerse, incluso el sitio está ubicado en un lugar central de fácil acceso”. Agrega, además, que le parece mejor el césped sintético al natural porque este último se dañaría rápido por el caminar recurrente.
Las viajeras nubes cubrían poco a poco el sol y la brisa del río Guayas empezaba a ventilar a los acalorados visitantes.
Las tiernas risas y activa personalidad propia de los niños se confundían con la música. Ya algunos, cansados de corretear, se sentaban y recostaban por la comodidad que da el césped sintético y la sombra. Los padres aprovechaban el momento para tomarse fotografías con sus hijos con la probabilidad de que terminen subidas en el Facebook u otras redes sociales.
Jugar en este espacio, exclusivamente creado para la diversión de los niños, es un punto en el que los padres y demás integrantes de la familia pueden pasar tiempo de calidad, creando momentos que recordarán con una sonrisa cuando los hijos dejen de ser niños.
La seguridad no falta. Guardias del Malecón rondan dentro del parque para cerciorarse de que haya orden.
‘Safari Park’ está abierto al público desde las 10:00 hasta las 21:00.