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Los ciudadanos de Cerrito de los Morreños esperan la atención de las autoridades municipales

Una comuna del Golfo convive entre la altivez del cerro y el aroma del manglar

Un muelle de madera conduce a la población que se ubica entre el cerro y el estero.
Un muelle de madera conduce a la población que se ubica entre el cerro y el estero.
Fotos: Vícto Haz/El Telégrafo
28 de diciembre de 2015 - 00:00 - Redacción Actualidad

El sol permanece oculto entre los nubarrones que parecen estáticos en el cielo gris, pero el calor es inclemente. Es una mañana cualquiera para los pescadores que habitan en Cerrito de los Morreños, una comuna donde 160 familias conviven en la agreste naturaleza compuesta por el manglar y el bosque seco de esta isla enclavada en el Golfo de Guayaquil. Aquí parece que el tiempo se detuvo.

Son las 11:00 del pasado martes y a esa hora la mayoría de sus pobladores, quienes se dedican a la pesca artesanal, principalmente, descansan después de sus habituales faenas. A esta actividad se dedican hace más de 15 años, cuando dejaron de lado la tala del manglar, aunque su relación con el mar nunca estuvo ajena.

Casi a diario, los pobladores jóvenes y viejos, de piel curtida por el sol y el aire salitroso del estuario, salen en sus ligeras embarcaciones acoderadas en los improvisados muelles cercanos a sus casas, en busca del sustento habitual, que es la captura del cangrejo o la pesca artesanal.

Es como un ritual, a las 05:00, cuando el cielo aún está oscuro, recorren con sus canoas los recovecos del manglar; unos se adentran en el espeso lodo para capturar los crustáceos, mientras otros prefieren lanzar sus redes para pescar lo que les prodiga el estero, camarón, lisa, corvina o róbalo.

Posteriormente se trasladan con su producto hasta el puente de la A, en el suburbio oeste de Guayaquil, en un trayecto que les toma cerca de 2 horas. Culminada la venta regresan a su terruño, con sus familias, para descansar.

“Todos los días salimos a pescar. Hay días que son buenos y ganamos hasta $ 20 diarios, pero otras veces apenas nos alcanza para la comida”, confiesa Oswaldo Erazo, mientras se mece en una hamaca colocada debajo de su vivienda, que es rústica y construida con madera, con bases de tablas de mangle.

Prefiere no lamentarse, dice, al menos puede alimentar a su familia, además no hay otra actividad a la que se pueda dedicar. En la comuna solo se sabe de pesca.

Los moradores permanecen gran parte del día sentados afuera de sus casas como si observaran “pasar el tiempo”.

Cerrito de los Morreños es una de las tantas comunidades asentadas en el Golfo de Guayaquil, aunque es parte de la ciudad, las carencias son muchas y la ayuda es escasa.

El agua potable, por ejemplo, la obtienen con esfuerzo, de los barcos que transitan por el laberinto del manglar; no tienen energía eléctrica, pocas casas  se ayudan con paneles solares o con un generador que funciona solo varias horas.

“Estuvimos 2 meses (octubre y noviembre) sin electricidad, la comunidad recogió dinero para pagar a una persona que arreglara el generador que se había dañado”, manifiesta Gerardo Bonilla, un hombre de 67 años que aunque nació en Taura (Yaguachi), a los 17 años llegó a la isla y se quedó.

Camina lentamente por la única calle  de la comuna; observa el suelo por varios segundos y luego, con sus zapatos desgastados, escarba la tierra. “La calle nunca ha sido arreglada, para las autoridades de Guayaquil es como si no existiéramos”, se lamenta.

Tampoco hay un parque. Los niños y jóvenes si quieren distraerse ocupan un espacio amplio (también de tierra) donde se ha improvisado una pequeña cancha de fútbol. A pocos metros se encuentra la escuela donde se educan 140 niños bajo la guía de 5 profesores y al costado de ella, algún vecino adecuó un espacio para una rudimentaria cancha de básquetbol.

El centro de salud funciona de lunes a viernes, 8 horas, con 2 médicos rurales, 1 licenciado y una obstetriz. El galeno Jair Ramírez indica que están abastecidos de suficiente medicamento para atender a la población. “Si ocurre una emergencia, los mismos pescadores facilitan sus embarcaciones para llevar al paciente hasta Guayaquil”, dice.

Llama la atención el silencio que envuelve a la población. No se escucha música de radio, apenas el murmullo del agua del estero que golpea suavemente la orilla cuando llega una embarcación a motor.

La calma es tan evidente que las horas transcurren lentas; los chiquillos si no están en clases deambulan por la calle, mientras los adultos cuando no están pescando matan el tiempo sentados en los portales de sus viviendas. Como esperando algo que nunca llega. (I)

La pesca es la principal, y la única, actividad de esta comuna. Al finalizar las faenas, las embarcaciones permanecen acoderadas al pie de las viviendas.

DATOS

- La comunidad está ubicada en la isla Chupadores Chico, enclavada en el Golfo de Guayaquil, y es parte de la parroquia Puná.

- Al lugar se llega en lanchas rápidas o en canoas a motor. El recorrido es de casi una hora y media desde cualquier punto del sur de la urbe, atravesando un laberinto de manglares.

- Desde el aire, el poblado apenas es un lunar entre amarillento y gris en medio de un manto verde, característico de la vegetación del golfo.

- La mayoría de las casas es de madera, aunque otras son de construcción mixta. Se pueden encontrar 5 variedades de mangle en la zona.

Moradores exponen sus necesidades

El martes pasado el gobernador de Guayas, Julio César Quiñónez, visitó la comunidad. Aunque el  motivo de su presencia era un agasajo navideño para los niños, los moradores aprovecharon para expresarle sus necesidades y la pronta solución a las carencias que hay en la isla.

La dirigente de la población, Karina Erazo, manifestó que urge la atención en problemas como dotación de un nuevo generador de energía eléctrica, pues el que poseen ya tiene cerca de 7 años y en varias ocasiones se dañó.

“El generador nos abastece de energía desde las 18:00 hasta las 00:00, pero la última vez que se dañó estuvimos casi 2 meses sin este servicio”, sostuvo tras manifestar que solo algunas casas poseen paneles solares. El equipo fue entregado hace 7 años por el Municipio de Guayaquil, sin embargo en varias ocasiones ha dejado de funcionar.

Otra necesidad es un servicio más continuo de transporte fluvial, que permita llevar a las personas a Guayaquil. “Si se presenta una emergencia de salud en la noche o en la madrugada, las personas no tienen una lancha a disposición. A veces nos trasladamos en las canoas, que se capturan los cangrejos, para hacer alguna diligencia en la ciudad. Aquí nadie sale si no es por una necesidad urgente”, aseguró la dirigente.

El gobernador respondió que esta es una de las localidades a donde no llega el llamado modelo exitoso del Municipio, “no hay calles, muelle, parques para los chicos y jóvenes”, dijo.

Agregó que este programa de visitas es para conocer sus problemas y llevar las inquietudes a las autoridades estatales para llegar con algún tipo de ayuda. (I)

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