Un centenar de adultos mayores buscan una familia a través del apadrinamiento

Una sonrisa se dibuja en el rostro de Lucrecia Orellana, de 85 años, en el momento en que una joven se acerca para consultarle si requiere un poco de atención.

La mujer reside actualmente en el asilo Sofía Ratinoff de Solimano, en el sector conocido como ‘la entrada de la 8’ (noroeste de la ciudad), que es regentado por la fundación Clemencia.

La alegría de doña Lucrecia se justifica en el hecho de que, hasta hace unos meses, nadie fuera de la casa asistencial se preocupaba por ella. “Me saca a pasear, me trae comida... me cuida como si fuera su madre”.

La mujer forma parte de un programa denominado Baúl de Corazones que la fundación impulsa desde enero de este año.

El objetivo de la iniciativa es que 100 adultos mayores puedan conseguir familias que los adopten como miembro, explicó Fernanda Salazar, vocera de la entidad.

Las personas beneficiarias han sido abandonadas por sus seres queridos o encontradas como indigentes en las calles por la Policía Nacional y Defensa Civil.

Salazar comenta que se ha observado que en algunos casos los ‘abuelitos’ -como los llaman cariñosamente- sufren depresión debido a que ningún familiar se hace cargo de ellos.

La gestión de Baúl de Corazones implica que una persona -natural o jurídica- se haga responsable de visitar periódicamente al adulto mayor que elija.

Es decir, el apadrinamiento no implica que el beneficiario sea trasladado al hogar de su ‘padrino’ sino que tendrá días en los que puede compartir con otra gente “e incluso salir a pasear”.

Tampoco se requiere el pago de algún rubro ni se exige contribución económica.

Los interesados en el programa deben visitar el asilo para conocer de cerca a los ancianos y crear vínculos con aquellos que más se adapten a su modo de convivencia. “Ellos también deciden si desean venir semanal, quincenal o mensualmente”.

Una vez que se ha decidido a quién acoger y el modo en que se lo hará, se entrega una credencial al ‘nieto adoptivo’ para que pueda retirar a su respectivo ‘abuelito’.

De los 100 candidatos, aproximadamente 50 tienen algún tipo de discapacidad. Sin embargo, si se lo solicita, se puede asignar un enfermero para asistencia especializada.

Pese al apoyo y las condiciones, apenas 10 personas se han acogido al plan. Salazar estima como medida urgente una mayor difusión de la iniciativa.

Tanto el Estado como la empresa privada se han interesado por el programa y brindado ayuda a la Fundación Clemencia.  

El Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES), por ejemplo, facilita la entrega de alimentos, insumos de limpieza y el pago del personal (técnico y asistencial) mediante un convenio.

En la zona norte, la cartera estatal atiende a 4.500 adultos mayores a través de diferentes modalidades, aseguró Karen Herrera, directora distrital norte de la zona 8 del MIES.

Mientras que el Grupo Difare ha asignado a 60 personas para que una vez al mes saquen a pasear a los ancianos del asilo o los atiendan dentro de las instalaciones.

Es decir, les dan de comer, los bañan y comparten momentos entretenidos, afirmó Yudi Zailema, asesora comercial del Grupo Difare.

Acotó que es la primera vez que aplican para un programa como Baúl de Corazones y considera que es una gestión que debe replicarse en otros centros asistenciales. En 2014, la Dirección de Acción Social y Educación (DASE) del Cabildo contó con $ 3’545.706,30 para ejecutar programas sociales. (I)