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El relleno es uno de los recursos utilizados para soportar el niño

Un canal es el principal enemigo de Shiblón

Los residentes de Monte Sinaí construyen barreras de caña para que resten fuerzas a las correntadas. Foto: Miguel Castro / El Telégrafo
Los residentes de Monte Sinaí construyen barreras de caña para que resten fuerzas a las correntadas. Foto: Miguel Castro / El Telégrafo
27 de octubre de 2015 - 00:00 - Redacción Guayaquil

Aura García barre a diario el camino de tierra que está frente a su casa, en Monte Sinaí.

La amable mujer, de 60 años de edad, quiere poner el ejemplo entre sus vecinos para que, de alguna manera, ayuden a mitigar el impacto que podría tener El Niño en el noroeste de Guayaquil.

“Aquí el carro de basura pasa varias veces, ocurre que algunas personas arrojan los desperdicios en la calle”, dice con sinceridad esta ciudadana nacida en Lomas de Sargentillo (cantón del Guayas).

Su vivienda, de construcción mixta, está en uno de los barrios más necesitados del puerto principal.  El vecindario está poblado de casas de caña, cables deformes conectados a otros alambres (carecen de energía eléctrica) y tanques de metal con capas de óxido (para abastecerse de agua potable a través de  tanqueros).

A dos cuadras de su morada, al final de lo que podría llamarse ‘calle’, está el conocido canal El Burro, que se desborda durante la estación lluviosa y que arrastra basura, palizadas y restos de casas. “El agua me llega hasta la rodilla cuando se mete. La zanja se tapona por los desperdicios”, denuncia.   

Doña Aura acepta esas adversidades con resignación y como si fuera parte de su destino. “No me arrepiento de haber venido”, confiesa.

Ella llegó a la zona -catalogada por las autoridades en riesgo-  ‘huyendo’ de otra zanja en la Cooperativa Juan Montalvo, su anterior inmueble.

Tuvo que irse del norte porque una zanja surcaba su hogar. “El Municipio de Guayaquil me la expropió y me dio $2.800. Me fui después, tras 25 años allí”.

Fue en esos momentos que ciertas personas -a las que ella identifica como mormones- le revelaron que existía un lugar con tierras dispuestas a ser habitadas.

Así se forma Shiblón (nombre de un personaje que aparece en el texto de esa religión como alguien justo,  recto y que procuró hacer el bien continuamente). “Fui una de las primeras que llegó”, recuerda Aura García, quien hoy también es mormona.

Según Aura García, ella pagó $800 a un señor llamado Marco Solís. “Compré el terreno a crédito y a cuotas mensuales”, precisa.

No canceló todo “de golpe” -añade- porque necesitaba para comprar tierra de relleno.

Dormir con agua

Jessica Burgos vive al pie del canal.  La construcción es de caña y tiene bases de madera que superan el metro de altura. Para acceder debe subir por una tambaleante escalera. Dentro del cerramiento de mallas que ha levantado corretean algunos pollos.

Cuenta que ya se le han ahogado algunas aves durante las inundaciones. De acuerdo con un censo, en el área hay 500 inmuebles que están en el mismo riesgo.

Sin embargo, Jéssica, de 29 años de edad, expresa con firmeza que no se arrepiente de haber ido a vivir allí con otros 3 integrantes de su familia.

Antes -relata- alquilaba en otra zona del noroeste, pero su cuñada le contó que había terrenos libres. “Donde arrendaba me cobraban $50 mensual”, cuantifica. En cambio, en el sector consiguió el espacio por $150.   “Quisiera que me legalicen o reubiquen”, indica.

Cuando una persona está en la cama y el agua empieza a entrar a la casa y sube el nivel, no se puede dormir. “Hay que buscar rápido dónde hacerlo”, comenta el ciudadano Mario Zabala.

Por ese motivo, la semana pasada comenzó a construir un muro de caña, con el fin de que su inmueble, con paredes de madera, soporte la corriente en caso de desbordamiento de la zanja.

Él, quien antes arrendaba en el Guasmo, también adquirió el terreno, a $1.800, a otro señor de apellido Solís. También ha invertido $1.500 en otras mejoras.

Debido a los pasados anegamientos, envió a sus hijos a resguardarse en la casa de familiares. “Si hubiese tenido más dinero, no hubiera comprado aquí”, confiesa el vecino, cuya casa fue asaltada meses atrás. (I)

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