Toponimias aborígenes de la cuenca

En 1547, luego de varios intentos por asentarse en la llanura, los conquistadores españoles realizaron el último traslado de la ciudad de Santiago -que se había fundado en el valle alto de Liribamba, junto a la laguna de Colta, el 15 de agosto de 1534- hasta las faldas del cerrito verde, al pie del ‘río de Guayaquil’, en referencia al ámbito geográfico de influencia del cacique chono Guayaquile. Nació entonces la ciudad de Santiago de Guayaquil, que se convirtió en eje y capital de la cuenca del Guayas y de toda la región Litoral del actual Ecuador.

No hay muchas fuentes primarias que nos permitan entender cómo se pobló la cuenca del Guayas, pero por la gran cantidad de toponímicos indígenas, deducimos que los primeros asientos y pueblos españoles se sobrepusieron a las poblaciones aborígenes, como sugieren los testimonios documentales que registran la distribución de las encomiendas, así como la propia costumbre de los peninsulares en América, pues “más que poblar zonas sin habitantes, la fundación de pueblos, sean de españoles o de indígenas, tiene como objetivo el de vitalizar un territorio ya poblado”[1].

Según el Diccionario de la Lengua Española, la toponimia es el “estudio del origen y significación de los nombres propios del lugar”, temática muy poco trabajada en el Ecuador, con la excepción de un puñado de investigadores: Jacinto Jijón y Caamaño, Otto Von Buchwald, Francisco Tálbot, Luis Telmo Paz y Miño, Carlos Emilio Grijalva, Misael Acosta Solís y Oswaldo Encalada Vásquez. Y el punto de partida para entender el lento proceso de densificación poblacional que se dio en el Litoral, es una descripción anónima de 1581 (escrita en 1577) y titulada: “Razón de los indios tributarios que hay en la provincia de la ciudad de Santiago de Guayaquil y del tributo que pagan a los encomenderos en cada un año y de lo que pagan a Juez Protector y Doctrinero”[2].

En este documento se nombra a una docena de pueblos de indios que, hacia 1577, ocupan el territorio de la cuenca, los que conservan una toponimia lingüística, seguramente de raíz chona o “cayapa-colorado”:

Otra importante fuente documental es la relación anónima de 1605, la que nos aporta luces para entender el proceso de asentamiento y fundación de villas y ciudades. En ese momento, se repartieron las encomiendas de indios en el actual territorio de la cuenca, sobre todo en los afluentes del Daule y el Babahoyo, así como del Guayas, entonces llamado “río de Guayaquil”. Los asentamientos y pueblos que constan en esta descripción son:

En la descripción del gobernador de Guayaquil, Juan Antonio Zelaya y Vergara (1765), algunos nombres cristianos se sumaron a los topónimos indígenas, lo que revela la huella de la evangelización.

Ellos son:

Entre los siglos XVII y XVIII, el poblamiento en la cuenca del Guayas y en todo el Litoral interior se densificó. De esta forma, se conformó una identidad propia entre los mestizos de los distintos pueblos de la zona y así surgió la cultura montubia, cuyas comunidades se asentaron en la orilla de los ríos litoralenses y en las montañas de Manabí. A la par, se articularon procesos socioeconómicos en la región que se aceleraron como resultado de la acumulación originaria del capital, hacia la segunda mitad del siglo XVIII, con el “primer boom cacaotero”.

1. Alain Dubly, Los poblados del Ecuador. Estudio geográfico, Quito, Corporación Editora Nacional, 1990, p. 184.

2. Pilar Ponce Leiva, edit., Relaciones histórico-geográficas de la Audiencia de Quito (Siglo XVI-XIX), Tomo I, Quito, Marka/Abya-Yala, 1994, pp. 265-281.

3. Ibídem, p. 265.

4. “Descripción de la gobernación de Guayaquil” (1605), en Pilar Ponce Leiva, Relaciones histórico-geográficas de la Audiencia de Quito (Siglo XVI-XIX), Tomo II, Quito, Marka/Abya-Yala, 1994. (O)