Temor en urbanizaciones por formación de pandillas

Jhackelyn Vega es una madre de familia que vive en una urbanización en la vía a Daule. Como muchos vecinos que se mudaron al sector, llegaron con la ilusión de una vida más tranquila y apartada de la bulla y de la delincuencia que existe en otros barrios de la ciudad.

“Pero una tarde -comenta- mis hijos salieron a jugar con otros niños de la ciudadela y regresaron inmediatamente diciendo que los otros chicos con los que habían salido los invitaron a tirar piedras a una casa en la que en ese momento no había nadie... Ahora ha cambiado la situación, porque cambió la administración (de la urbanización). Esos chicos llegaron, incluso, a defecar en la piscina”, dice aún sorprendida.

Los adolescentes que causan constantes problemas con sus agresiones, según versiones de los vecinos, tienen entre 13 y 16 años y residen en urbanizaciones cerradas de Guayaquil.

Así como en otras ciudadelas cerradas, en la urbanización de Jhackelyn se repitió un fenómeno de gran preocupación para los vecinos: las pandillas.

Asimismo, dos menores de edad residentes de una de las ciudadelas de la vía a la Costa, una de 13 años y otra de 16, denuncian que sufren acoso por parte de adolescentes agresivos. “Manejan sus cuadrones a toda velocidad para impresionarnos”, comenta Tatiana (vecina).

“También fuman para sentirse más ‘bacanes’”, añade su hermana Verónica (nombre protegido). Los vecinos de las adolescentes se sienten molestos porque a las 23:00 están obligados a escuchar el ruido de los cuadrones, insultos y frenadas intempestivas, que causan tensión en los moradores.

Otra residente, Lorena Alvarado, se queja de que algunos lanzan globos llenos con agua y huevos. “Nos toca llamar en la madrugada a los guardias para que realicen patrullajes y los corran del lugar”.

Según los guardias y testigos de las ciudadelas, los adolescentes conflictivos son de clase media-alta y residentes de las mismas urbanizaciones privadas en las que realizan los actos vandálicos.

Juan, quien labora como guardia en una de estas zonas residenciales, cuenta que los infractores son adolescentes en cuyos hogares los padres trabajan todo el día. “Aprovechan para salir cuando el ama de llave termina su rutina”.

Según el psicólogo clínico Marcelo Vacacela, director de la Escuela de Psicología de la Universidad de Especialidades Espíritu Santo, este tipo de actitudes se dan en jóvenes con personalidad coercitiva. “Aprenden a rebelarse o a hacerse atender al rebelarse. Es el tipo de comportamiento como en películas de rebeldes sin causa de la década del 70… Son situaciones de la estructura de la personalidad”.

Para estos jóvenes, que al parecer buscan hacerse notar, Vacacela indica que una solución adecuada en estos casos es fortalecer el contacto familiar, “que sean apoyados por mayores que los acepten, que los escuchen, que se sientan amados”.

También resalta que es importante que los padres hablen del tema con sus vástagos y los ayuden a aprender a controlar sus emociones y a encontrar una salida sana”.

Acerca de alternativas de seguridad, Jhackelyn Vega explica que la administración implantó en su ciudadela un toque de queda. “Ahora los niños no pueden salir a pasear a partir de las 22:00, sin la presencia de un adulto responsable. Si salen, los guardias están pendientes para llevarlos a la garita y llamar a sus padres para que los vayan a retirar”.

Los adolescentes que padecen esta rebeldía, de acuerdo con los especialistas, se forman desde temprana edad en grupos primarios (familiares y amigos). En Guayaquil estos casos se desarrollan en diferentes lugares y clases sociales.