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Sobre el origen del rodeo montubio

Sobre el origen del rodeo montubio
01 de febrero de 2015 - 00:00 - Ángel Emilio Hidalgo, Historiador

El Diccionario de la Lengua Española (DRAE) nos dice que el rodeo es la “reunión del ganado mayor para reconocerlo, para contar las cabezas, o para cualquier otro fin”. En otra acepción leemos: “En algunos países de América, deporte que consiste en montar a pelo potros salvajes o reses vacunas bravas y hacer otros ejercicios como arrojar el lazo, etc.”.1

Estas definiciones quedan cortas frente a lo que realmente significa el rodeo, más aún si nos referimos al “rodeo montubio”, aquel que efectúan los campesinos del Litoral ecuatoriano y que tiene otras particularidades, distintas a las de otros países.

Según el investigador Guido Garay, el rodeo pertenece a una de las categorías del folklore social: Juegos de competición con animales que “son las pruebas que se efectúan con caballos y más animales como riñas de gallos, toreos, pialadas, y más pruebas que componen el hermoso rodeo montubio”.2

En nuestro país, el rodeo se origina en las actividades cotidianas que realizan los campesinos, cuando separan y conducen al ganado mayor en el corral. Así lo atestiguó el viajero italiano Enrico Festa, quien observó a los vaqueros del Cañar, en 1896: “El vaquero, como el gaucho argentino, pasa casi toda su vida a caballo […] Su arma preferida es el lazo, larguísima correa de cuero entrelazado, con el cual saben tumbar el toro más feroz. Ayudados por sus perros, se apoderan con el lazo también de la caza y hasta, a veces, del llamado “león” (puma). […] A pesar de que llegué a la casa de Patiño al amanecer, porque salí de la hacienda a las tres de la mañana, no logramos ponernos en marcha para la caza antes de las siete, porque Patiño y sus parientes tuvieron que perder mucho tiempo para coger con el lazo los caballos que pastaban libremente alrededor de la casa, y que no se dejan coger fácilmente”.3  

El folclorista Justino Cornejo también nos regala un cuadro sobre la interacción entre hombre y bestia, esta vez del entorno montubio: “Reunidos los animales al borde del barranco en donde le esperaban sus verdugos, comenzaron a laciarlos uno a uno, para luego contraherrarlos, conducirlos a la canoa. […] Le echaron el lazo a la una, amarraron a la otra: arrastraron a ésta, a ésa la golpearon. “Atájala puallá…Feznando!”…”Envuerve la soga en er palo, so c…!”…¡Párale como hombre, negro e m…!”.4

Fueron los conquistadores españoles quienes introdujeron los caballos en América y así nacieron, durante la época colonial, muchas de las prácticas relacionadas con lo que actualmente es el rodeo. En las tierras bajas del actual Ecuador, “la caballería, tradición y espectáculo, así como conocimientos de crianza, herraje y doma, tuvieron una amplia expansión regional. […] Dominar las artes de la monta, capturar y marcar es hasta ahora apreciado. Para hacer gala de estas destrezas y establecer supremacías, se llevan a cabo competencias como el Rodeo Montubio en las que cada representante debe exhibir sus destrezas en el lazado y dominio del animal”.5

Hasta la segunda década del siglo XX, los rodeos se organizaban al interior de las haciendas, de manera informal, ya que “en aquella época servía para deleite del patrón”.6 Así lo prueba una información que da el historiador Rodolfo Pérez Pimentel en su biografía de Rodrigo Chávez González, quien fue un apasionado promotor de la cultura montubia. Pérez Pimentel narra que en el año de 1925 se creó la empresa Guayaquil Film Co., dirigida por José Emilio López Mosquera, y se le encargó a Rodrigo Chávez González que escribiera el guión de una película ambientada en el entorno montubio. Así nació ‘Soledad’, en cuyo argumento se narra lo siguiente: “Soledad es salvada de una estampida de ganado. Con su enamorado navegan en un barco por el río, van a otra hacienda que arrendaba Alberto Guerrero Martínez, donde se representó un rodeo montubio con la mayoría de los motivos típicos y costumbristas de los habitantes del campo litoralense”.7

1.  Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Española, Vigésima Primera Edición, Tomo II, Madrid, 1992, p. 1805.

2. Guido Garay, Estampas de Guayaquil, Guayaquil, Publicación del Programa Editorial de la Biblioteca Municipal de Santiago de Guayaquil, 2010, p. 178.

3. Enrico Festa, En el Darién y el Ecuador. Diario de viaje de un naturalista, Quito, Abya-Yala, 1993, pp. 265-266.

4. Justino Cornejo, La voz de la tierra, Guayaquil, Publicación del Proyecto de Rescate Editorial de la Biblioteca Municipal de Santiago de Guayaquil, s.f., p. 235.

5. Marco Suárez Capello, ‘Ritos, fiestas y conocimientos ancestrales en Guayas’, en Guía de Bienes Culturales del Ecuador: Guayas, Quito, Ministerio Coordinador de Patrimonio/Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, 2011, pp. 53 y 56.

6.  ‘Breve historia de los rodeos montubios en Urbina Jado’, en revista Alma Montubia, Salitre, s.f., p. 6.  

7. Rodolfo Pérez Pimentel, Diccionario Biográfico del Ecuador, Tomo 14, Guayaquil, Editorial de la Universidad de Guayaquil, 1997, p. 127.

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