El cabildo califica al sitio como zona de riesgo
Reubicación, un anhelo en Nueva Prosperina
Ana Delgado aún recuerda las lluvias de este año. No olvida la etapa invernal porque su casa, ubicada en Nueva Prosperina, se desplomó frente a una zanja.
Ana, de 39 años de edad, todavía vive en el noroeste de Guayaquil, junto a un canal de aguas pestilentes.
La mujer, con su esposo, volvió a levantar la estructura de caña. “Medía el doble, pero ahora la dejamos por la mitad. Cuando se cayó, por suerte, mis 4 hijos no se lastimaron”, recuerda.
La manzana 1056, donde está su construcción, se encuentra surcada por un canal de aguas residuales.
Por ese motivo, espera que las autoridades del Municipio de Guayaquil cumplan con la reubicación de los residentes.
Según la ciudadana, semanas atrás personal del Cabildo hizo un censo para conocer las condiciones del sector. “Esperamos que vuelvan antes de que comiencen las lluvias”.
Un mapa del ente seccional califica a la cooperativa como área de mayor riesgo.
Ana, oriunda de Manabí, cuenta que llegó allí desde hace 14 años tras conocer a su esposo. “La zanja no era muy amplia, pero por la limpieza con maquinaria la fueron haciendo más profunda y ancha. Ahora la tierra está cediendo”, señala. Atrás de la vivienda de Ana está la de Keyla Burgos, quien lleva 17 años en el barrio.
La fuerza de la corriente, en el último invierno, arrastró una pared de su inmueble, de estructura mixta.
Recientemente, el Municipio de Guayaquil edificó un puente sobre la cuneta, sin embargo, no es suficiente. Keyla relata que cuando llueve el nivel del líquido que se desborda le llega hasta el pecho.
A eso se suma que en su vivienda residen un menor de edad con discapacidad y otro que padece de adicción a las drogas. “No sé qué hacer si se inunda este lugar”.
Ella llegó a Nueva Prosperina hace 15 años. Un hermano suyo -dice- le regaló el terreno que adquirió por $300. “Yo también quiero que me reubiquen”, expresa.
De acuerdo con la vecina, el alcalde Jaime Nebot les prometió en una reunión que ayudaría.
Por su parte, la vecina Ramona Mendoza coincide con que el tamaño de los canales se ha incrementado con el pasar de los años. “La casa de mi vecina se desmoronó”, comenta.
Ella teme que en cualquier momento pueda ahogarse con la correntada que baja de las lomas.
La ciudadana, de 52 años, también espera que le ofrezcan otro sitio para habitar. El terreno lo adquirió hace 17 años, a $500. “No recuerdo el nombre del vendedor”, dice. (I)