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Reloj Público “late” otra vez junto al río

Reloj Público “late” otra vez junto al río
02 de julio de 2013 - 00:00

Daniel Rivera, un exempleado municipal de 87 años de edad, acudió hasta el Malecón Simón Bolívar, en el centro de Guayaquil, para reencontrarse con dos recuerdos.

Uno, con el Reloj Público, ubicado en la Torre Morisca, donde trabajó dando paso a la gente. Por eso ayer, cuando en la mañana escuchó el repique de las campañas, tras más de un siglo de silencio por el mal estado de las máquinas, no pudo contener las lágrimas. “Es el sonido que me describían mi papá y mi abuelo cuando visitaban la ciudad”, expresó sin ocultar su emoción.

No obstante, el segundo recuerdo, no lo halló. Durante los siete golpes de las campanadas, que indicaban la hora de la reinauguración de la obra, Rivera buscó con la mirada a un amigo suyo, con quien compartía las visitas a la Torre. “Hace 17 años le perdí la pista. He preguntado por él, pero nadie sabe dónde anda. Ojalá venga algún día”, dijo a los medios de comunicación que lo entrevistaban, como esperando que su amigo lo escuchara para encontrarse con él.

Historias como la de Daniel se repitieron en la fría y nublada mañana de ayer al pie de  la vieja maquinaria, traída desde Londres, en 1842 (por gestión del entonces gobernador Vicente Rocafuerte).

En 1838, Manuel Antonio de Luzárraga, un caballero de la época, hizo un préstamo al Cabildo guayaquileño para encargar un reloj que diera la hora y los cuartos, y tuviera una sonora campana que se pudiera escuchar a una legua (4,4 km) de distancia.

 La Torre Morisca fue construida por el aporte de ciudadanos españoles y del Cabildo. Foto: Miguel Castro | El Telégrafo

El sonido, en antaño, debía llegar hasta donde hoy está el Fuerte Militar Huancavilca (oeste), Centro de Convenciones Simón Bolívar (norte) y mercado Caraguay (sur). Pero ayer no fue así. Las campanadas eran opacadas a dos cuadras de distancia, por el ruido de los automotores.     

Según Melvin Hoyos, director de Cultura del Cabildo, el Reloj Público repica en su sonido original, pero los edificios que lo rodean evitan que se escuche en la lejanía. “Para que  no se pierda  habría que tumbar los edificios. Eso tampoco se hará. Lo importante es que se ha recuperado un ícono arquitectónico de la ciudad”.

El proceso de reparación, que costó 8.000 dólares, tomó un año desde la contratación de la empresa mexicana Relojes Olvera, que demoró cuatro meses en hacer  una limpieza integral a las partes, reemplazar las piezas deterioradas y realizar las pruebas de repique. La misma entidad se encargará de darle  mantenimiento.

Hoyos recordó que no fue fácil encontrar una compañía que reuniera los requisitos necesarios para arreglar la maquinaria. “Hay empresas que realizan esa tarea. No obstante, necesitan un año de anticipación y son muy caras, y nosotros no estamos en capacidad de traer empresas inglesas”.

El Reloj Público  fue instalado, originalmente en la torre de la Casa Consistorial, en sustitución de uno que fue  traído de Bélgica en 1783, que estaba en la torre de la “Casa de las Temporalidades” (ubicada en lo que actualmente es Clemente Ballén y Chimborazo). Pero  sufrió daños irreparables cuando se trasladó hasta donde hoy está  el Municipio.

En 1906, el reloj traído por gestión de Rocafuerte fue llevado a la torre del nuevo mercado (hoy Palacio de Cristal), ya que el Cabildo dispuso que la Casa Consistorial, debido a su vetustez, fuera quemada, lo cual se cumplió en 1908. En 1921, el Cabildo decidió asignarle al Reloj un lugar  en el Malecón, en la avenida 10 de Agosto.

La primera torre fue inaugurada en 1922, pero cinco años más tarde no resistió su propio peso y se destruyó. En 1931, gracias al aporte del Gobierno Seccional y ciudadanos españoles, se inauguró la Torre Morisca, donde  se colocó el reloj.

Pese a las reubicaciones, Hoyos aseguró que la maquinaria del reloj es la misma de 1842 y que la única pieza que se cambió es la palanca que activa el martillo que choca contra la campana, porque presentaba fisuras. “La Torre Morisca es la misma y es exactamente igual, solo se le hizo una restauración en 1993 para recuperar el color original. La restauración fue del edificio, no de la máquina”.

Ayer en la mañana, cientos de personas aprovecharon la reinauguración para tomarse fotografías y visitar la obra de tres niveles, de los cuales solo se puede acceder a dos. Según Hoyos, al último, donde está la máquina, no se permite el paso porque se busca preservar el estado de la máquina.

La Torre Morisca tendrá un horario de atención controlado para los visitantes. Este será desde las 09:00 hasta las 16:30. En la parte baja hay un guardia que recibe a los turistas y les explica la historia del lugar, tras un registro. La entrada es gratuita.

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