Puente de caña crea conflicto entre vecinos
Martillos, clavos y largas tablas son las herramientas de los seis hombres que participan en el armado de una estructura de caña sobre el Estero Salado, que servirá de nexo entre los extremos del puente de la A, cerrado al tránsito vehicular y peatonal por los trabajos de reconstrucción que realiza la Municipalidad de Guayaquil, desde el pasado 13 de junio.
Los moradores de las calles de la A, Cristóbal Colón, Francisco Segura y otros sectores del suburbio de Guayaquil, se han visto afectados por el cierre de este viaducto. Esto ha dado paso a negocios como la transportación en canoa de un lado a otro del ramal, a un valor de $0,15.
Por la necesidad de pasar de un lado a otro del Estero, a unos metros del improvisado muelle, sobre un pasaje de la Calle 12 va., un grupo de moradores trabaja en el levantamiento del puente flotante, que se compone por más de 20 boyas. El paso ya se encuentra en un 60%.
Milton Olmedo vive 11 años en el sector y es una de las personas responsables de esta construcción. “Esta obra la hacemos con el apoyo de las personas del barrio, con la finalidad de brindar un servicio, especialmente a los niños del sector que corren peligro de caer al agua al transportarse en las canoas”.
Olmedo sostiene que el costo total del puente asciende a $ 3.500. Con los $0,10 que cobrarán a cada persona que utilice el paso peatonal, esperan recuperar la inversión.
“Por acá podrán pasar personas en su bicicleta sin que les cueste más y además, los niños menores a 7 años no pagarán por su utilización”, explica Ángela Franco, habitante de la zona.
Pero la construcción de esta vía alterna no está libre de conflictos.
Según explica César Gamboa, otro de los moradores del sector, los habitantes del lado frontal del Estero, se oponen a la construcción de este paso peatonal, pues perjudicará su negocio de movilización de personas de un lado hacia otro del afluente.
“Allá tienen tres canoas y no quieren que el paso peatonal desemboque en ese extremo. Les hemos explicado que el puente no quedará cerrado y que permitirá el cruce de las pequeñas embarcaciones”, asegura.
Sin embargo, ellos no son los únicos en contra del levantamiento de esta estructura.
Isidro Caicedo, que vive del mismo lado desde donde se levanta el puente, es propietario de una pequeña canoa en la que transporta entre 3 y 4 personas por viaje. “Temo que la apertura de otro acceso signifique menos ganancias. Diariamente hago entre 20 y 30 dólares”, indica.
No obstante, Rosa González otra de las propietarias de canoas, asegura que varios de los hombres que trabajan en la reconstrucción del Puente de la A les indicaron que podrán estar en ese sector brindando el servicio únicamente hasta el mes siguiente, pues el puente será derrumbado, lo que generará escombros y molestias para los pasajeros que acuden hasta la orilla.
Actualmente, los canoeros trabajan desde las 5 de la madrugada hasta las 9 de la noche, un horario similar al que tendrá el paso peatonal.
Los moradores del sector piden mayor vigilancia policial en la zona. Según dijeron, solicitarán una carpa con efectivos de la institución para cada extremo del paso peatonal y así resguardar a los usuarios del puente, que estaría habilitado este fin de semana.