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Posorja, un destino a orillas del mar

Posorja, un destino a orillas del mar
26 de enero de 2014 - 00:00

Posorja es “espuma de mar” transformada en paisaje de caña, madera y cemento. Su nombre nos remite a una antigua leyenda que recogió el historiador guayaquileño Gabriel Pino Roca, en su libro “Leyendas, tradiciones y páginas de Guayaquil”.[1] Allí, nos habla de una hermosa sibila que vino del mar y predijo eventos increíbles para su tiempo, como la guerra entre los hijos de Huayna Cápac, la invasión de los españoles y el fin del Tahuantinsuyo.

El origen del pueblo de Posorja se pierde en la noche de los tiempos, pues no existen pruebas materiales que corroboren su remota antigüedad. Sin embargo, la leyenda de “Po-sor-já” reivindica un ancestro indígena preincásico y así la tradición imagina una historia milenaria que aporta a la construcción de identidad.

Entre las primeras referencias documentales que tenemos de Posorja consta el censo de 1837, el cual reposa en el Archivo Histórico de la Biblioteca Municipal de Guayaquil. Allí se enumeran 181 vecinos que, en su mayoría, se dedican a la pesca y la labranza. Las siguientes noticias son de 1877:

En primer lugar, un dibujo litográfico del vapor Guayaquil anuncia en la prensa porteña su salida con carga y pasajeros para Posorja.[2] De igual manera, el historiador Francisco Campos, en calidad de viajero, registra su impresión del pueblo en su libro “Viaje por la provincia de Guayaquil”.[3]

El texto de Campos confirma que, en 1877, Posorja ya había reemplazado a Puná como el balneario preferido de los guayaquileños: “Posorja es una población nueva y que cada día tiene mayor importancia. Su clima, sus baños magníficos, su proximidad a la capital de la provincia, y la facilidad de poder trasladarse a ella, por medio de los vapores fluviales, hará de esta población un lugar no solo de utilidad sino también de recreo. Hace pocos años, algunas casas de pescadores había solamente a las orillas en aquella parte de la costa; hoy hay más de doscientas casas, muchas de teja, otras de zinc, una hermosa iglesia, construida con las donaciones de particulares y bajo la dirección de los padres de San Francisco, donde se han celebrado en este año las funciones de la Semana Santa casi con toda solemnidad, aseo y numerosa concurrencia como en la capital […] Fui al club… ¿Club en Posorja? Sí señor, club en Posorja. Y no como quiera, sino club, en donde se hablaban seis lenguas, y en donde encontré sobre una mesa, los últimos periódicos de Europa, las últimas noticias, y lo que es más aún, el diario de Atenas, capital de Grecia, escrito en el bello idioma de las islas Jónicas. Sí señor, hallé en Posorja periódicos en griego […] Posorja tiene parques, tan bellos como los de Inglaterra; sus baños son deliciosos, y los paseos a la orilla del mar sobre esa arena fina, humedecida por las aguas del Océano, son encantadores […] Posorja tiene que ser con el tiempo, el Saratoga o el Long Branch de la provincia de Guayaquil”.[4]

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Si bien el relato es optimista frente al adelanto material del pueblo, no deja de llamar la atención el dato de la concurrencia de extranjeros en Posorja y de los mismos nacionales que leían la prensa en más de un idioma. Ello comprueba el período de esplendor que vivió Posorja, como resultado del segundo boom cacaotero que experimentó Guayaquil y su región, pues detrás de las “donaciones de particulares”, seguramente estaba el capital de la emergente burguesía guayaquileña.

La creciente importancia económica y turística de Posorja fue acicate para que, en 1894, el Concejo Cantonal de Guayaquil expida una ordenanza que divide la parroquia del Morro en tres: Morro, Posorja y San José de Amén. En lo que corresponde a Posorja, esta quedó conformada por Posorja como cabecera parroquial y “los caseríos de Data, La Unión, Pueblo Nuevo y Lagarto”.[5] 

En las primeras décadas del siglo XX, Posorja mantuvo su primacía como el primer balneario de Guayaquil. Y es que el Cabildo de Guayaquil realizó obras de infraestructura como la construcción de la Casa Municipal (1908) y la instalación del servicio de Alumbrado, Aseo y Salubridad durante los meses de la temporada invernal.[6] En la revista “Patria” (1918)  se escriben algunas líneas sobre el viaje de seis horas de Guayaquil a Posorja, ponderándose el trabajo del hotelero: “A las seis de la mañana me zarpo en el mar. Nada hay más delicioso contra la opinión de las viejas, que un baño después de una mala noche; resulta académico porque limpia, fija y da esplendor… Luego un desayuno sostenido en el hotel de Juan Yépez. Cuando Posorja progrese, y el Ecuador sea una gran nación, este Juan Yépez tendrá una estatua en la cúspide de una loma. Se puede decir que él es Posorja. No se concibe Posorja sin Juan Yépez”.[7]

Los posorjeños recuerdan que, en aquel tiempo, los hoteles eran el Viña del Mar, el Victoria, el Rendón y posteriormente el Europa. Sin embargo, esa “época de oro” solo existe en el recuerdo y la añoranza de los adultos mayores. Actualmente, Posorja es una ciudad de 30.000 habitantes con múltiples problemas por resolver. Posiblemente, el principal, es el deficiente servicio de agua potable. Y es que Posorja siempre sufrió por el agua dulce, la que únicamente se obtenía en pozos y era transportada a lomo de mula. Así lo recuerda Hipólito Crespín: “Toda el agua la traían de Punta Arenas en burro de donde los señores Rodríguez, aquí en el centro de Posorja había un estero que habían determinado que pasaba por la casa de los señores Palavia y de ahí sí salía agua, pero no apta para el consumo humano, sino para actividades complementarias. A partir de los años cincuenta, como la población fue creciendo, no podía autoabastecerse y comenzaron a traer agua de los pozos de Data. El señor Elías Quinde formó una microempresa y con tres carros abastecía el agua en latas, a domicilio; eso transcurrió hasta que en Playas se formó la empresa de agua potable “1º de Mayo”. Posorja que creció más y ya teníamos que abastecernos con tanqueros, entonces, no hubo una sola gota porque los carros de la empresa “1º de Mayo” no abastecían a toda la población”.

Crespín comenta que cuando la empresa “Negocios Industriales Real” se estableció en Posorja, esta vendía el agua (en tiempos de escasez), a mejor precio. Sin embargo, los moradores de Posorja emprendieron una lucha por la dotación del agua potable, realizaron paros y negociaron con la empresa Real, “diciéndoles que la mitad de los tanqueros nos permitan entregarnos y la otra mitad se la lleven ellos porque habían cogido el monopolio del agua, ya que se la llevaban ellos y a nosotros nos dejaban sin agua”. Así mismo, Posorja ha recibido durante algún tiempo el servicio de la empresa Hidroplayas del vecino cantón, pero el convenio duró hasta   2010, cuando se dijo que Guayaquil se encargaría del abastecimiento de agua potable.  “Sin embargo, estamos en 2013 y hasta la  presente no tenemos ese servicio del Municipio de Guayaquil que es nuestro padre”.

Otra problemática que aqueja a Posorja es la presencia de industrias procesadoras de recursos marítimos. “La primera empresa se fundó aquí en el barrio San Pedro, la Industria Pesquera Santalinense –comenta Crespín-, fue  liderada  por portugueses que cogieron el camarón, langostino y la pomada. Esa empresa dio mucho trabajo y dio inicio al trabajo de industrialización de los posorjeños”. Pero después vinieron otras más grandes como Nirsa, Empesec y Sálica del Ecuador, lo que ha ocasionado un fuerte impacto ambiental. La primera de ellas elabora los productos “Real” y está asentada en Posorja desde la década del sesenta. Algunos ciudadanos se quejan de Nirsa por la supuesta ocupación de una extensión de playa que anteriormente se mantenía libre para el disfrute de los pobladores. Así lo explica Hipólito Crespín: “Todas las piedras de la cantera se las comenzaron a vender a Real y la empresa Real comenzó a extenderse hacia la playa, nosotros lo denunciamos, se hicieron investigaciones y la Dirección de la Marina Mercante elaboró un informe de la realidad de Posorja; no sé por qué razón puso un informe que le favoreció a la industria y nosotros, por más que pataleamos, supimos que el poder político y económico pesa más sobre las aspiraciones justas de la población de Posorja”.

Por otra parte, muchos posorjeños resienten la falta de atención de la Municipalidad de Guayaquil e indican que no atiende debidamente los requerimientos de la ciudadanía, pues hace falta  agua potable y alcantarillado para todos. Así lo expresa Alejandro Yagual: “La parte céntrica tiene alcantarillado, pero el lado por donde más ha crecido Posorja no tiene hasta la vez. Hemos solicitado insistentemente y nos dicen veremos, veremos… y nada”.

En 1940 se inició una tradición que durante   años compartieron Posorja y Guayaquil: la regata “Guayaquil-Posorja”, una carrera de botes y yolas que organizaba la Federación Deportiva del Guayas, la cual estuvo reconocida como la carrera marítima más larga del mundo por tiempo y distancia. Los testigos de las antiguas regatas mencionan que los participantes llegaban de todas las provincias de la Costa y trascendían todas las clases sociales, pues participaba el equipo de la Autoridad Portuaria de Guayaquil junto al del Sindicato de Estibadores de Fruta de Puerto Bolívar.

Atardece en Posorja y un penetrante olor a aceite de pescado se respira en el pueblo. En casa de un amigo nos esperan unas lisas ahumadas, junto al vino de papaya de don Armando Durán. Al otro día, seguramente nos despertará un glorioso ceviche de camarón.

[1] J. Gabriel Pino Roca, Leyendas, tradiciones y páginas de historia de Guayaquil, Guayaquil, Imprenta La Reforma/Editorial Jouvín, 1930, pp. 44-53.
[2] El Comercio, No. 193, Guayaquil, 6 de marzo de 1877.
[3] Francisco Campos, Viaje por la provincia de Guayaquil, Guayaquil, Imprenta del Comercio, 1877.
[4] Ibídem, pp. 135-137.
[5] Ordenanza que divide la parroquia del Morro en tres distintas: Morro, Posorja y San José de Amén, Guayaquil, 12 de abril de 1894.
[6] Actas del Municipio de Guayaquil. Sesión extraordinaria del 12 de diciembre de 2008.
[7] S. Sáenz de Tejada y Darquea, “Nuestro viaje a Posorja”, en Patria (1918), citado en Julio Estrada Ycaza y Clemente Yerovi Indaburu, El siglo de los vapores fluviales: 1840-1940, Guayaquil, Instituto de Historia Marítima, 1992, pp. 189-190.

“Los contenidos de este artículo son parte del Proyecto de Recuperación de la Memoria Histórica del cantón Guayaquil, desarrollado por el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social”

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