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“Por un dólar como rico y estoy llena hasta la noche”

“Por un dólar como rico y estoy llena hasta la noche”
01 de agosto de 2011 - 00:00

A las 6:00 se despierta todos los días, María Ester Zapata, de 63 años, para empezar a cocinar las papas chaucha y el chorizo. Después de ponerse su delantal color verde sale de su casa y con la ayuda de su nieto Xavier, de doce años, instala una carretilla en la que, desde la mañana hasta la noche, vende  enormes platos de llapingacho a más de cien clientes.

Al lado del puesto, ubicado en Capitán Nájera, Xavier pone dos mesas unidas y cuatro banquitos blancos que  a  las 12:00 están ocupados con fieles comensales. A las 14:00, hora en la hay mayor clientela, María fríe los huevos, mueve las tortillas de papa, cobra y sirve a más de 30 personas.

Con una sonrisa y moviendo con una espátula la mano derecha, la cocinera devuelve el saludo a los vecinos que pasan por la calle. 

María Ester comenzó su negocio hace 11 años para ayudar a su esposo, quien perdió la pierna en un accidente automovilístico y ahora permanece inmóvil. “Cuando me di cuenta de que estaba sola y debía mantener a mi familia, decidí dejar de llorar y salir adelante”. 

Al principio, la canosa mujer de baja estatura cobraba $0,50 por cada plato de llapingacho, pero ahora el costo es de $1. “Doña Lau”, como llaman a Laura Villa, vecina del barrio, visita a María todos los días para almorzar un llapingacho. “El precio es lo mejor, por solo $1, como rico y estoy llena hasta la noche”, señala.

Ella explica que ha tratado de subir cada porción a $1,20, pero los clientes están acostumbrados al  precio y no quieren pagar más.

Zapata admite que la ganancia que obtiene es de aproximadamente $10 cada día, porque el 90% restante lo  invierte en la compra de comida que  expenderá al día siguiente, pero afirma que “cualquier cosa es mejor que no tener nada”.

1-8-11-gquil-comidaJuanito Avilés vive en las calles Nicolás Agusto González y Abel Castillo, arriba de su pequeño restaurante donde por $1 sirve un enorme plato de arroz, pescado frito y patacones.

Afuera del garaje, al que él mismo llama “El restaurante de Juanito”, 16 gatos reciben a los clientes que a partir de  las 16:00 esperan ansiosos la apertura del negocio.

Desde hace 10 años, Juanito sirve a sus amigos y conocidos un pescado que compra todos los días en la mañana en el mercado de la Caraguay.

Luego de adquirir el pescado, que transporta en su camioneta azul, el también cocinero regresa y  empieza a preparar los patacones y el arroz junto con su esposa, Carmen Avilés. “El pescado debe servirse fresco, por eso recién empiezo a freírlo cuando los clientes están sentados”, comenta.

A la hora de comer, el sitio parece una fiesta, según Luis Pilaloa, de 46 años, quien visita a Juanito desde hace 6 años y afirma ser su gran amigo. “Si un día no tengo plata, le pido a Juanito que me fíe y le pago el día siguiente. Entre nosotros hay confianza y mucha amistad”, dice contento.

Para el dueño del lugar, lo más importante de su negocio es darle a los vecinos del barrio una rica y barata opción para comer, sin tener que ir lejos de sus casas y con la confianza de poder pagar cuando tengan plata.

Otro negocio popular, donde los precios para comer son bajos, es El Noventazo, que está ubicado -desde hace 16 años- en la ciudadela Las Orquídeas, en la avenida Francisco de Orellana.

A las 06:00, Martín Manosalvas, junto con seis empleados, abre las puertas para brindar al público un plato al que describe como “el mejor arroz con menestra y pollo del  Ecuador”.

Martín, el dueño, ha logrado mantener su restaurante después de años de problemas económicos que lo llevaron a la quiebra. Por esa razón  solo asoma la cabeza afuera de su oficina cuando un cliente pide hablar con él.

El Noventazo tiene su nombre porque cada plato de arroz, menestra y pollo, cuesta $0,90. Cuando lo abrió hace varios años, unos clientes colombianos comenzaron a llamarle así, tanto al lugar como al dueño. 

En cambio, en el centro, cerca del colegio Vicente Rocafuerte, está el “Chino”, un famoso vendedor de encebollado, de aproximadamente 60 años.

Cada plato de encebollado cuesta, oficialmente,  entre $0,60 y $0,80. El costo depende de la cantidad que se sirva  y de la confianza con sus clientes. Aunque esos valores, pueden modificarse en casos excepcionales. Por ejemplo, si hay un cliente que tenga menos dinero, le da el platillo por la cantidad que pueda pagar; incluso, si no tiene nada, se lo obsequia. 

El “Chino”, quien se mueve con dos ollas, platos y una cuchareta, hace 14 años expende este producto, que hasta ahora, enfatiza, “no le ha hecho daño a nadie”.

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