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Ecuador, 18 de Enero de 2025
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La década del treinta fue especialmente fructífera para el desarrollo de las artes visuales

Pioneros de la fotografía artística en Guayaquil

José Rodríguez González en su estudio fotográfico (Guayaquil, inicios del siglo XX).
José Rodríguez González en su estudio fotográfico (Guayaquil, inicios del siglo XX).
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Podemos afirmar que la fotografía de retrato fue el género en el que se formaron los primeros fotógrafos ecuatorianos desde la segunda mitad del siglo XIX. Sin embargo, muy pronto se vieron abocados a la necesidad de elaborar vistas o paisajes de las distintas localidades y regiones del país, comercializándose a modo de souvenirs, por la creciente demanda de imágenes exóticas entre los viajeros.

Otra línea de trabajo importante fue el fotoperiodismo documentalista, que se incrementó con la introducción de la fototipia en la prensa, destacándose el trabajo de autores como Julio Timm, Enrique de Grau y José Rodríguez González. Algunas fotografías de este último que aparecen en el álbum Guayaquil a la vista (1910) despuntan por la singularidad de la composición, en diagonal, y porque incorporan al ciudadano de a pie en la construcción del horizonte visual de la fotografía ecuatoriana del período liberal.

Muchos periódicos y revistas ilustradas tuvieron reporteros gráficos que alternaban esta actividad con la de sus establecimientos particulares donde fundamentalmente hacían retratos. Sin embargo, la influencia del pictorialismo, cuya estética favorecía importantes diálogos entre la fotografía y la pintura, confería mayor espesor a su propuesta y le inclinaba a la experimentación, como ocurría en el trabajo del cuencano Emanuel Honorato Vásquez, del quiteño Remigio Noroña o del guayaquileño Rodolfo Peña Echaiz.

El pictorialismo, en buena medida, significó para los fotógrafos de principios del siglo XX su puerta de entrada a la modernidad estética y la consolidación de la deriva artística de la fotografía, dado que, en el siglo XIX, era considerada una de las ‘artes mecánicas’, valorándose más el desarrollo de la técnica que la posibilidad expresiva.

En los años veinte y treinta, con la creación de espacios institucionales para el fomento de la educación artística, los fotógrafos se interesan en realizar exposiciones, conscientes de que su éxito profesional dependerá, en buena medida, de la favorable recepción del medio. Aparentemente, los primeros fotógrafos que montaron exposiciones individuales en Guayaquil fueron el ecuatoriano Miguel Ángel Santos y el chileno Younis Murad, en 1934. Durante la década del veinte, ambos publicaron desnudos fotográficos en algunas revistas locales y mantuvieron una excelente clientela como retratistas. Posteriormente, con la creación de la Asociación Ecuatoriana de Bellas Artes Alere Flammam, otros fotógrafos se unieron a ese importante movimiento de artistas e intelectuales en el puerto.

De igual forma, en la XIV Exposición de Alere Flammam, en el local de la Sociedad Filantrópica del Guayas (9 de Octubre entre Morro y Chanduy), intervino Miguel Ángel Santos, en octubre de 1939. Su muestra consistió en seis fotografías tituladas: ‘Paisaje’, ‘Cabeza de niño’, ‘Cabeza de niño’, ‘Cabeza de estudio’, ‘Estudio’ y ‘Estudio’.  Junto a él se presentaron trabajos escultóricos de Enrique Pacciani, así como pinturas de Mario Kirby y Ezio Pattay.

La década del treinta fue especialmente fructífera para el desarrollo de las artes visuales en Guayaquil.  Un movimiento de escritores y artistas descolló en la esfera pública y se abrieron espacios para la promoción de nuevos talentos. En esta etapa, la Sociedad de Artistas y Escritores Independientes de Guayaquil (SAEI), fundada en 1939, como consecuencia de una ruptura ideológica en Alere Flammam, organizaba salones de arte donde intervenían fotógrafos como Miguel Ángel Santos, Younis Murad, Miguel Rogelio Jordán y, sobre todo, Antonio Hanze Sarquiz.

La obra de Antonio Hanze Sarquiz es poco conocida, aunque trascendental para la historia de la fotografía en Ecuador. De origen libanés, nació en Río de Janeiro (Brasil) y llegó a Guayaquil muy pequeño. Su primer trabajo fue en el negocio de su padre y allí descubrió su vocación de fotógrafo. Joven aún, se involucró en las actividades de los cenáculos artísticos del puerto como Alere Flammam y la SAEI.

Se especializó en el paisajismo y la abstracción fotográfica, por lo que, en 1944, intervino en un concurso internacional y ganó el premio Agfa, con una hermosa vista del río Tomebamba. Continuó puliendo su trabajo fotográfico hasta el final, aunque de manera ‘aficionada’; no obstante, su obra puede considerarse moderna, por sus temáticas y búsquedas estéticas.

Ya es hora de que los actores culturales de este país recuperen la memoria de los pioneros de un medio artístico que demanda el sitial histórico que se merece. (O)

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