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Pascuales tiene el aroma de campo fértil

Pascuales tiene el aroma de campo fértil
15 de diciembre de 2013 - 00:00

Pascuales es una parroquia ubicada al pie del río Daule que se incorporó a la trama urbana de Guayaquil hace algunos años, pero que siempre mantuvo un carácter lugareño, pues hasta hace poco fue parroquia rural del puerto principal. No obstante, la historia de Pascuales se remonta, al menos, a la época colonial. Así lo confirma un documento de 1815, que consta en la sección “Escribanos Públicos” del Archivo Histórico del Guayas. En ese entonces, Pascuales era un caserío, paraje de ganaderos y agricultores, así como atracadero fluvial de las embarcaciones que se dirigían a Guayaquil.

El segundo documento más antiguo que conocemos es el “Padrón de los habitantes de la jurisdicción de Pascuales” (1837), y que reposa en el Archivo Histórico Camilo Destruge de la Biblioteca Municipal de Guayaquil. En esos folios desgastados por el tiempo podemos comprobar que, en 1837, Pascuales únicamente tenía 276 habitantes, en su mayoría labradores y en menor número, vaqueros. Los pascualeños eran catalogados por los empadronadores como “morenos” de clase -se refiere a la etnia-, con un mínimo porcentaje de “blancos” y “mestizos”.

Lo curioso de este padrón es que muchos apellidos de los que actualmente conforman Pascuales ya constan a inicios del siglo XIX. Entre ellos, tenemos a los Rodríguez, Morán, Valverde, Ramírez, Arriaga, Valero, Aristegui, Auria.

En cambio, otras familias llegaron de distintos puntos del Litoral, principalmente de la península de Santa Elena y de Samborondón. La atracción principal de Pascuales eran los extensos pastizales donde se pastoreaba el ganado. Así lo confirma Isabel Desiderio: “Traían sus ganados que habían al pastizal porque la tembladera de Samborondón se  inundaba en invierno; entonces, pasaban esa temporada aquí y luego regresaban a sus lugares de origen. De igual forma, las personas que venían de  la península también comenzaron a poblar el lugar, como las familias Quimí, La Rosa, entre otras”.

En el siglo XIX, el pueblo de Pascuales se asentaba al pie del río Daule y solo existía la parte céntrica, es decir, lo que actualmente es el barrio de San Juan Bautista. Algunas personas recuerdan que la calle principal “era un camino de piedra, a cuyos lados habían palmeras” (Isabel Desiderio, 2013).
Y es que durante mucho tiempo, Pascuales mantuvo ese aire campestre que tanto emocionaba al visitante, sobre todo cuando pasaba temporadas en las haciendas del sector. Así lo cuenta Manuel Cedillo, según un antiguo relato de Carmen Solórzano: “Estos señores (hacendados) primeramente se ubicaron en el Km 16 conocido como Estero del Sapo, para irse hacia el sur, este y oeste, y lo nombraron recinto Simón Bolívar. Al ver el progreso tanto económico como agrícola y humano, las fuerzas vivas de Pascuales encabezadas por el señor Vicente Paredes y los señores Auria, Soriano, invitaron a Eloy Alfaro, en ese entonces Presidente de la República, para que pasara por aquí (en Coromoto), y se quedó encantadísimo al ver que este sitio era tan  hermoso a la orilla del río, que no es como ahora, pues antes el río Daule tenía más fondo porque navegaban barcos”.

Hay algunas leyendas sobre el origen del nombre de Pascuales, particularmente la que menciona a San Pascual Bailón como su inspiración, la misma que dice que encontraron la imagen del santo en la hacienda de los esposos Vicente Paredes e Inés Valero, en 1886. Por su parte, otra tradición sostiene que el bulto hallado fue el de San Juan Bautista.*
Varios pascualeños también refieren que en la zona existió una albarrada, lo que demostraría el origen prehispánico del asentamiento. Sin embargo, está claro que el origen de Pascuales es al menos, colonial, como lo ratifica la documentación citada.

Uno de los patrimonios inmateriales más significativos de Pascuales, indudablemente, es el saber ancestral de la elaboración de ladrillos y tejas. José Dionisio Avilés Castro, un artesano ladrillero que lleva décadas en el oficio, comenta que ha tenido que pasar de hacienda en hacienda para ejercer su actividad: “Emigramos porque somos trabajadores, pues cuando se terminó el ladrillo en la hacienda

La Germania, en el Km. 19 de la vía a  Daule hacia adentro, pasamos a la hacienda de enfrente, estuvimos tres años allá y luego pasamos a hacer ladrillos en San Jacinto. Por esa circunstancia, cambiamos de un lugar a otro y ahora nos quedamos definitivamente aquí en Pascuales”.
Joffre Morán refiere que los inicios de esta actividad productiva son decimonónicos: “La tradición viene de Solfo, la familia Pinela la inició en 1850, con el trabajo del ladrillo y la teja. Actualmente, van por la quinta generación, en los últimos años se fueron tecnificando y como creció la ciudad, más familias se dedicaron a la ladrillería”.

La producción económica de Pascuales se sostuvo históricamente con el arroz, el carbón y la fabricación de ladrillos. En la actualidad, casi no hay arrozales, la demanda de carbón prácticamente ha desaparecido y las ladrilleras son una industria artesanal “en peligro de extinción”, por la generalización del hormigón armado.
Hoy como ayer, sin embargo, se mantiene viva una cultura gastronómica que simboliza el intercambio de los distintos grupos humanos que confluyeron en Pascuales. La fritada, el hornado y el caldo de salchicha son algunos platos típicos que se degustan, lo que amerita todo un peregrinaje al territorio pascualeño, que casi siempre termina en jornadas bailables. Pero también se conservan las recetas de otras delicias culinarias como los chiricanos (tortillas de maíz dulcificadas con esencia de vainilla), los bolones de dulce y los bollos.

En 1950, una crónica atribuida al historiador Modesto Chávez Franco también mencionaba que era típico de Pascuales “su medicinal jabón prieto para la tiña, herpes, tumores, úlceras y heridas, cataplasmas y maduraditos…”.* El crecimiento de Pascuales en las últimas décadas del siglo XX se debió, en buena medida, a las industrias que se establecieron en la zona, como Durex, Agripac, La Perla, entre otras.

La percepción general de los pascualeños es que el crecimiento del parque industrial no ha redundado en beneficios para la comunidad. Pascuales ha sufrido el abandono y postergación de los gobiernos de turno, manteniéndose a la deriva en la toma de decisiones fundamentales que incluso han desconocido su historia e identidad, lo que ocurrió cuando, en los años noventa, la administración municipal socialcristiana dispuso que sea absorbida por la parroquia Tarqui.

Posteriormente, se volvió a reconocer su categoría parroquial, pero esta vez como parroquia urbana de Guayaquil, lo que ha generado serias críticas: “De un solo plumazo suprimieron tanto Pascuales como Chongón para darle más expansión urbana a Guayaquil porque nosotros éramos las parroquias que abastecíamos a Guayaquil, pues en estas dos parroquias estaban grandes empresas transnacionales. Por eso, primero nos dejaron como un simple sector de la parroquia Tarqui e inclusive hasta nos quisieron quitar nuestra identidad, aunque por historia de dominio, desde 1800 somos Pascuales. El 4 de noviembre del 2009, como si fuera un favor nos dan la categoría de parroquia urbana, nos dejaron como cabecera principal y se eligieron cinco legisladores y esa es nuestra esperanza: que en futuro no muy lejano, Pascuales se convierta en distrito y podamos manejar nuestras rentas” (Joffre Morán, 2013).

Las aspiraciones de los pascualeños se sienten justas, sobre todo porque el Municipio de Guayaquil no ha logrado resolver la dotación de servicios básicos como el alcantarillado sanitario: “El 28 de agosto nosotros cumplimos cien años de abandono porque tenemos 120 años y no tenemos alcantarillado; entonces, ahora nos dicen: “celebremos en noviembre” y seguimos esperando el servicio” (Vicente Ordóñez, 2013).

Muchas obras que existen actualmente se construyeron por iniciativa de la comunidad. Clemencia León Pita es una lideresa histórica que nos relata su aporte y el de sus compañeros al terruño natal: “En el año 1978 se creó el Comité Pro Mejoras de la parroquia; entonces hicimos la remodelación del cementerio porque se metían los chanchos, los caballos, los chivos, tantas cosas ahí, a hacer sus necesidades y como presidenta que era, reuní a las personas de aquí y conseguimos 140.000 ladrillos para hacer el cerramiento. Esa cantidad no alcanzó para todos los lados y como había personas interesadas en que les dieran un pedazo de terreno para hacer las bóvedas, me fui a hablar con el alcalde Antonio Hanna Musse para que autorice la entrega de tres metros de terreno a veinte personas. Y también hicimos la sala de velación, pues la actual está refaccionada; entonces, nos faltaban las ventanas, la puerta y el techo, pues no nos alcanzó y fuimos otra vez donde Hanna Musse”. Manuel Cedillo recuerda que el Comité Pro Mejoras logró la dotación de los servicios de luz eléctrica y agua potable, abriéndoles el camino a líderes más jóvenes.

De hecho, otras iniciativas de organización popular surgieron en los últimos años, como el Comité Cívico y la Junta Cívica, esta última creada el 20 de agosto del 2009. No obstante, entre los pascualeños existe la idea de que hace falta recuperar el compromiso y la acción ciudadana que, en su momento, generó transcendentales instancias de participación.

Aunque se ha devuelto a Pascuales su antigua condición política, sus ciudadanos y ciudadanas se resisten a celebrar con bombos y platillos el ingreso oficial a la urbanidad. Ellos insisten en que ninguna ordenanza podrá arrebatarles su identidad y el recuerdo de su tradicional fecha cívica: el 28 de agosto de 1893, cuando el pueblo de Pascuales se convirtió en parroquia rural de Guayaquil.

Estuardo Barragán Barrera, “Pascuales, centro turístico de la ciudad de Guayaquil”, Universidad de Guayaquil, Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación, Tesis, 1990, pp. 8-10.

 

 

 

 

 

 

 

*Estampas de Guayaquil, Guayaquil, Publicaciones del Proyecto de Rescate Editorial de la Biblioteca Municipal de Santiago de Guayaquil, 2001, p. 92.

 

 

 

 

 

 

"Los contenidos de este artículo son parte del Proyecto de Recuperación de la Memoria Histórica del cantón Guayaquil, desarrollado por el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social".

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