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Padres, madres, hermanos e hijos reciben visitas llenas de memoria

Padres, madres, hermanos e hijos reciben visitas llenas de memoria
03 de noviembre de 2012 - 00:00

La visita a los panteones más populares de la ciudad para muchos ayer se convirtió en una combinación de minga de limpieza, reencuentro místico y oportunidad para recordar.

Antonio Tumbaco, de 82 años, es un ejemplo de lo anterior. Sin usar escoba, palas u otro elemento, durante media hora removió las hojas que cubrían una tumba del Cementerio General, ubicada a la mitad de la ladera del Cerro del Carmen.

Su camisa crema y su pantalón de tela, extrañamente, no se ensuciaron, a pesar de que en esa zona volaban partículas de polvo y restos de ramas de plantas con maleza.

Este trabajo lo realiza tres veces al año, pero cuando regresa al espacio, donde normalmente cabe un cuerpo,  encuentra el sitio como si no hubiese hecho nada. Pero, el sacrificio responde a la voluntad de seres queridos: “Aquí están todos: mi abuelo, mi abuela, mi papá, mi mamá y 11 de mis 13 hermanos”, precisó cuando miraba la loma que se forma en el reducido espacio.

Tumbaco se toca el corazón cuando habla sobre su familia y no quiere hacerlo porque se deprime al recordar que solo él y un hermano están vivos. Pero confesó triste que es en esa parte del cementerio, y en el mismo espacio, quiere que lo sepulten, junto con los demás familiares. “Solo Dios sabe cuándo me llevará. Hasta ahora, no conozco lo que es estar enfermo”.

3-11-12-gquil-mingaSecreto de la tierra de muerto

Las tumbas sin nombres y sin cruces predominan en las faldas del Cerro del Carmen, hacia la Pedro Menéndez Gilbert. Pocos van a visitar esa parte del camposanto y a decorar los sepulcros. María Álvarez y su familia llegaron ayer hasta la empinada loma para darle un aspecto distinto al sector.

La blancura que dejaron al pintar la tumba, en la que reposan los restos de su mamá, contrasta con el panorama gris que le dan las ramas secas al sector.  

Para ella visitar los restos de su madre y mantener limpio el sitio es la mejor manera de mantener vivos los buenos momentos; así como cree que tocar la tierra de cementerio elimina las verrugas. 

Por lo cual también ayer llevó a su hijo Adrián, de tres años, para frotar uno de sus dedos en la tierra de una tumba. “Es un secreto. Me han dicho que sí sirve. Además, el nuevo líquido que venden para que caigan las arrugas cuesta $ 35. Es muy caro”.

En la cima del cerro, desde donde se ve el hospital Luis Vernaza, se encuentran las últimas tumbas. Un cerco de alambres limita el sector hasta donde se pueden sepultar ataúdes. Sin embargo, atrás de ese límite todavía ser observan cruces. De pie, orando se encuentran los hermanos Juan (80) y Filadel Nájera (65), quienes permanecen parados, en silencio. Ellos, oriundos de Chimborazo, visitan a su padre.

El lugar, rodeado de maleza, está limpio, incluso, hay una especie de mata de sábila, que adorna el entorno. Como parte de la visita, los hermanos subieron por la parte más empinada “en línea recta, a campo traviesa”, precisó el mayor de los hermanos, un suboficial retirado.

En la zona, apartada, desde donde se ve de forma panorámica el centro, una vela bajo un árbol y las poses estáticas en que permanecen los adultos mayores llaman la atención de los transeúntes.

3-11-12-gquil-minga02Hubo música en el Suburbio

La música de comerciantes de discos compactos piratas en la calle César Mosquera y la presencia de músicos con guitarras muestran un rostro distinto en el cementerio del Suburbio. En el interior del camposanto, los “lagarteros” buscaban clientela entre los miles de visitantes que acudieron al Ángel María Canals.

Allí Vicente Dávila y Horacio Barberán, dos músicos de fiestas, aprovecharon el feriado para obtener un ingreso extra. Cumpleaños, serenatas y matrimonios son las especialidades de los dos guitarristas, quienes hace poco se dieron cuenta de que hay personas que les gusta tocarle las melodías preferidas a las personas fallecidas. “Amor eterno y Nadie es eterno son las más pedidas”, coincidieron los dos artistas, que han visto llorar a sus contratistas, a quienes cobran de $ 10 a $ 15 por tres temas. 

Como ellos, hubo más en este sector de la ciudad, no obstante más que una competencia, aprovecharon la oportunidad para saludarse y compartir un año más de trabajo en el panteón. En este camposanto municipal, el deterioro de las tapas de los sepulcros, la maleza y basura provocaron que los visitantes limpien durante el día.

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