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Ni humanitario ni solidario

Ni humanitario ni solidario
04 de abril de 2015 - 00:00

En un gesto calificado por el mismo Nebot y sus funcionarios más cercanos como ‘humanitario’, la Alcaldía de Guayaquil dispuso de carpas para la atención de las familias que en días pasados fueron retiradas de asentamientos irregulares en el sector de la Isla Trinitaria. ¿No sería más humanitario de su parte incluirlas en alguno de los programas de vivienda que dice promover?, ¿o reubicarlas años atrás, cuando inició esta problemática en la ciudad? Lamentablemente, ese no es el pensamiento de quienes han visto en el fomento de las invasiones un mecanismo de réditos políticos.

Guayaquil ha crecido en gran parte a base de invasiones promovidas por esos mismos políticos corruptos y demagogos, que ante los medios de comunicación hoy se autoproclaman descaradamente como solidarios. Así nacieron los Guasmos, las Malvinas, la Isla Trinitaria y todas las invasiones alrededor de la vía a Daule, donde varias cooperativas de vivienda tienen los nombres de dirigentes socialcristianos que, después de motivar a miles de familias a instalarse en el estero y a construir en zonas de riesgo para conseguir respaldo electoral, llegaron a ocupar puestos públicos.

Ni humanitario ni solidario, esto no es más que un acto de politiquería pura ante la incapacidad y la falta de voluntad histórica de un modelo socialcristiano que no ha podido responder a las justas demandas de los guayaquileños más humildes, invisibilizados por décadas.  

En su artículo 458, el Código de Ordenamiento Territorial (Cootad) establece que “los gobiernos autónomos descentralizados tomarán las medidas administrativas y legales necesarias para evitar invasiones o asentamientos ilegales”. Y en concordancia con esa disposición, el mismo código señala que el uso de suelo es una competencia de los municipios. Una vez más, Nebot intenta responsabilizar al Gobierno Nacional ante su negativa de asumir sus competencias, al igual que lo hizo con las de tránsito y transporte. Aun cuando se trate de medidas poco populares, gobernar implica tomar decisiones y asumir sus costos políticos, si de garantizar el bienestar de los ciudadanos se trata.

¿Por qué no nos consulta a los guayaquileños si, en vez de una rueda moscovita de $ 4 millones en el Malecón 2000 (donde abundan los negocios privados de amigos), preferimos que las cerca de 25.000 familias que viven en 38 asentamientos irregulares en Guayaquil accedan a una vivienda digna?

No permitamos que, en complicidad de algunos medios de comunicación, el Alcalde de la ciudad politice a su favor la situación de pobreza a la que por años, con su visión utilitarista y egoísta del servicio público, ha condenado y sometido a miles de guayaquileños a los que solo durante épocas electorales no les voltea la espalda.

Finalmente, debo resaltar que, a pesar de las abismales diferencias ideológicas que me separan de Nebot, en algo sí concordamos, y es en que, como él mismo dice públicamente, “no tiene alma ni tiene corazón”. (O)

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