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Naupe, un balneario de agua dulce y de leyenda aborigen

La zona es mayormente agrícola pero los fines de semana se transforma por los turistas que llegan.
La zona es mayormente agrícola pero los fines de semana se transforma por los turistas que llegan.
Foto: Karly Torres / El Telégrafo
04 de marzo de 2017 - 00:00 - Edward Lara Ponce

Entre los habitantes del recinto Naupe, en el cantón Daule, se han creado historias de hallazgos de restos de vasijas de barro que corresponderían —según sus creencias— a históricas raíces aborígenes.

La mayor cantidad de descubrimientos se han generado al pie de la construcción de un tanque elevado de agua potable.

Algunos de los trabajadores de este lugar aseguran que lo encontrado efectivamente corresponde a objetos de barro, pero creen que  han sido dejados por los mismos habitantes del lugar que se dedican mayormente a la agricultura y a las ventas de comida gracias a que el Municipio está convirtiendo este lugar en un balneario de agua dulce.

Y es que hasta este lugar llega la procesión fluvial del Cristo Negro o como también se lo conoce ‘Señor de los Milagros’, que se realiza para los primeros días de septiembre de cada año, tradición que, según historiadores del cantón, comenzó por los años 1600.

La infraestructura de este recinto, que es bañado por las aguas del río Daule, ha sido repotenciada. Ahora cuenta con alcantarillado, alumbrado público y calles con adoquines de colores que contrastan con el verde de la naturaleza del sitio al que acuden miles de personas cada año.  

Punto turístico a orilla del río

Son alrededor de 700 metros de playa que deja el río y que son aprovechados por los habitantes de la zona que han levantado 7 cabañas de caña y techos de paja.

En este lugar se vende comida preparada como secos de gallina o de pato, frutas de temporadas y corviches, entre otros productos, comenta Daniel Ronquillo, uno de los habitantes del recinto.

“Este es un proyecto que se trabajó con la comunidad y con las autoridades del cantón esto nos ha permitido tener visitantes casi todo el año y no como antes que solo venían en septiembre”, manifiesta Ronquillo.

Las cosechas de ciruelas, grosellas, mangos y los demás frutos dan un impulso adicional a la economía de este recinto, sobre todo a quienes no tienen trabajo estable, comenta Juan Bonilla, quien trabaja de jornalero y gana $ 10 diarios.

“Con mi esposa vendemos alitas de pollos en una parrilla eso nos deja algo de dinero y nos motiva para seguir emprendiendo”, refirió,  al tiempo que destaca que los mejores días para el negocio son los fines de semana y feriados.   

En el sitio el olor a pan, roscas o cakes recién horneados puede ser tan envolvente que sin problemas los turistas se guían por las calles de este recinto.

El responsable de esta otra “procesión”, que tiene más de 20 años, es Fermín Chaguay, quien da trabajo a 2 personas mientras en su moto visita recintos cercanos para vender sobre todo sus cakes a $ 0,20.   

“Aprendí el negocio con mi hermano, lo cual me ha permitido sostener a mi familia y dar empleo a otras personas que, a su vez, aprenden el oficio y crean sus negocios. Los turistas que me conocen suelen comprar por docenas roscas, cakes o pan dulces”, comenta Fermín.

Es así como este recinto, con notorias raíces católicas, trabaja por ser una alternativa en las opciones de los fines de semana de los aventureros o de aquellos que buscan un lugar distinto a menos de una hora de Guayaquil. (I)

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