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Musulmanes echan raíces en la ciudad con una mezquita

Musulmanes echan raíces en la ciudad con una mezquita
25 de agosto de 2011 - 00:00

Son las 18:25 y   las conversaciones y actividades en la Mezquita Jesús se detienen, pues es el momento de la “maghrib”, una de las cinco oraciones diarias conocidas dentro de la práctica del islam como “salat” y que forman parte de uno de sus pilares fundamentales.

Un hombre alto de barba, que porta una especie de pequeño sombrero blanco, empieza la ceremonia, recitando  en árabe unos versos del primer capítulo del  Corán, el libro sagrado de los musulmanes. 

Detrás de él, unos 20 varones se unen a las plegarias y luego de las primeras oraciones  se posternan, que es  una postura en la que la frente y la nariz  tocan el piso, que demuestra la entrega y sumisión  a Alá,   nombre con el que ellos llaman a Dios.

En Urdesa Central, en las calles Costanera e Higueras, está ubicada la primera y única mezquita de la ciudad,  que tiene el nombre de uno de los mensajeros de Alá -según su creencia- y que reúne cerca de 70 personas que practican el islam,  muchas de ellas son ecuatorianas que han abrazado este credo, aunque también hay  extranjeros, como   Sheij Esmael Elbasri, fundador de la mezquita, que es originario de Kuwait (Arabia Saudita).

“Hasta acá llegan personas árabes, paquistaníes y ecuatorianos”, expresa  con dificultad, con un marcado acento árabe y apoyado a ratos por un intérprete. Este hombre llegó al país por turismo, pero encontró aquí la oportunidad para difundir su religión, dentro y fuera de la  ciudad. En días pasados  inauguró la Mezquita Luz del Islam, en la Amazonía.

La apertura de este lugar de oración en Guayaquil, a finales del mes pasado, coincide con el inicio del Ramadán, un tiempo especial de oración y ayuno, en el que “Alá cierra las puertas del infierno y abre las puertas del paraíso”,   explica Verónica Rossado, de 41 años, profesional de  Derecho y dirigente de la Comunidad de Mujeres Musulmanas.
Verónica prefiere que la llamen Khadija,   nombre que adoptó luego de convertirse al islam en julio pasado. Ella, al igual que el resto de mujeres que se encuentran en la mezquita, -y que ocupan únicamente la planta alta, separadas de los hombres- utiliza un velo que deja su rostro al descubierto,  llamado “hijab”, junto con una túnica oscura o “abaya”. Todos permanecen descalzos, ya que se encuentran en un lugar de santificación y oración.

“Cuando Alá se comunicó con el profeta Moisés  le pidió que se quite el calzado. Eso queremos emular”, explica Khadija.
Ella, Omar Brito, de 32 años, y su esposa Nabila, de 23, son parte del grupo de guayaquileños  convertidos al islam.

“Sé que hay más de 20 guayaquileños que ahora practican el islamismo”, explica Omar.   

Al hablar de sus costumbres y su cultura dice que hay muchos criterios equivocados con respecto a esta religión.
“Acá no existe  la violencia que muchos quieren hacer ver. Ni fabricamos bombas, ni nos matamos. Somos gente de paz, de unión”, explica este padre de familia, que se convirtió al islam en los Estados Unidos, donde vivió  aproximadamente 11 años.

Nabila, de su parte, manifiesta que también hay errores de interpretación en aspectos como el supuesto  machismo presente en esta religión.

“Nosotras no somos mujeres maltratadas ni menospreciadas. Podemos trabajar si queremos y el asunto de la poligamia siempre es de mutuo acuerdo en la pareja”, indica esta joven madre.  

Omar y Nabila son padres de Aisha, de 2 años, quien también asiste a la mezquita y es educada bajo los preceptos de esta religión. Ellos aseguran  que en el islam encontraron un camino diferente,  más satisfactorio que en otros credos.

Durante el mes que dura el Ramadán, el ayuno diario inicia al alba y concluye al caer el sol. Cerca de las 19:00, cuando la oración concluye, se sirven los alimentos. Esa noche, había jugo de frutas, pastel de chocolate y un platillo con carne de ternera, elaborados por los varones  del templo, quienes diariamente se reparten las tareas en la mezquita, como la limpieza o la preparación de los alimentos al terminar la tarde.

Khadija cuenta que la creación de esta mezquita nació por la necesidad de tener un lugar para reunirse a orar y fortalecer la  comunidad.

“Antes había un sitio en el centro de la ciudad, pero este el primero que está constituido como una mezquita”, expresa y agrega que tienen varios planes.

“Más adelante  queremos implementar cursos de árabe, de enseñanza del Corán e impartir conocimientos sobre el islam a todas las personas interesadas”, dice Khadija, seguido por un “inshallah”, que en lengua árabe significa “si Dios quiere”.

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