La restricción en la movilidad y el confinamiento de los ciudadanos en sus hogares tras el toque de queda para frenar la propagación del covid-19, ha cambiado la dinámica de las ciudades. Y Guayaquil no es ajena a este fenómeno.

La reducción del ruido ambiental, la disminución de los desechos sólidos en calles y avenidas así como la ausencia de los gases de los vehículos son perceptibles. No obstante, la cuantificación (en cifras) sobre los beneficios ambientales que estas restricciones ocasionan, solo se conocerán, una vez que se trabaje en la evaluación del impacto ambiental.

Sobre este tema dos expertos emiten sus criterios. Bolívar Coloma Valverde, director de Ambiente del Municipio de Guayaquil; y Carmen Palacios Limones, máster en Ingeniería Ambiental y directora de la carrera de la Universidad Politécnica Salesiana de esta ciudad coinciden en que en tres semanas es indudable el cambio positivo.

Coloma sostiene que la reducción de las actividades turísticas, comerciales e industriales como consecuencia de las medidas de contención contra la pandemia generan el impacto positivo.

Señala que el drástico aminoramiento de la navegación contribuye a que los sólidos suspendidos disminuyan en los ramales de los esteros y baje la posibilidad de pequeños derrames accidentales de aceite o combustible utilizado por las pequeñas y medianas embarcaciones.

“Es probable que algunas especies de la fauna, como aves o mamíferos pequeños, puedan ampliar temporalmente su distribución desde los sitios en que normalmente se distribuyen, según las condiciones climáticas estacionales (finales de la irregular lluviosa y futuro inicio de la estación seca) y las características de su entorno al que están adaptados. Se puede desplazar hasta las áreas adyacentes de la ciudad, sean estos bosques secos y parques urbanos”.

A esto se suma que en la urbe especies de aves serían las que más adaptación ecológica desarrollarían bajo las actuales condiciones de menor ruido y circulación vehicular. “Se debe tener presente que en Guayaquil existen aves residentes y migratorias (las residentes siempre realizan vuelos dentro del cantón y las migratorias variarán su distribución en función de los cambios estacionales del viento y la temperatura del aire, más las necesidades fisiológicas)”.

Palacios añade que en el puerto principal tenemos tres a cuatro semanas de cuarentena, pero es indudable que hay un cambio ecológico notorio: menos carros que transitan por tanto menos ruido, menos smog, las personas no salen a comer ni a centros comerciales por lo que hay menor consumo de plásticos. “Son beneficios que se observan a simple vista”, sentencia.

Incluso considera que esto debe ser un factor para que se tomen medidas, como transitar por número de placas. “Luego de que esto pase se debería continuar con medidas como esta o fomentar el uso de la bicicleta, nos ayudaría mucho en beneficio de la protección del ambiente”.

Tanto Coloma como Palacios están conscientes de que, por el momento, es pronto para conocer con exactitud el porcentaje de disminución de la contaminación, sobre todo del sector automotriz.

Según Coloma, una vez que se reciba la información de la Fundación Metrovía y de la Autoridad de Tránsito Municipal (ATM) sobre las cifras de disminución de recorridos del transporte público y circulación vehicular, se podrán estimar los porcentajes de reducción de los contaminantes relacionados con esas fuentes móviles. (I)