"Los profesionales debemos ser frontales"

Al maestro Quevedo, la docencia le viene por las venas. Y sus amigos aseguran que el servicio a los demás también. Él lo corrobora con mucho orgullo. “Mi forma de ser y mi profesión se las debo a mi madre, Olga Mora, quien fue maestra de primaria durante muchos años y quien me encaminó por la vida”.

A los 11 años acompañaba a la escuela a su progenitora. Le ayudaba en el control de deberes.

A los 12 años ingresó al colegio normal Leonidas García. Por sus buenas calificaciones, ganó una beca con una remuneración de 350 sucres al mes. En 1983 egresó de la  Facultad de Psicología de la Universidad de Guayaquil. Al año siguiente ingresó como docente. Fue coordinador de la institución y estuvo cerca de más de 20 promociones estudiantiles.

Así lo reconoce Sandra Rivas, una psicóloga que egresó en 1990. “No existe estudiante que no haya sido alumno de Ernesto. Es de esos profesores que uno siempre recuerda. Lo hago por esa frontalidad para decir las cosas. No oculta ni maquilla nada”.

La opinión la comparte el psicólogo Jorge Poveda Zúñiga, quien fue su alumno en 2004.

“El día que ingresé a la universidad observé a  Ernesto con un pendrive en una época en la que estos aparatos se utilizaban poco. Lo primero que exigió es que cada estudiante tenga una cuenta de correo. Una clase con él demanda mucho sacrificio porque orienta y obliga a los alumnos a que confronten. Que sean sinceros y hablen sin temor. Esta persona te dice las cosas de frente sin temores”.

Ana Lucía Pico, quien también es amiga de Quevedo, asegura que una de las cosas que más valora de él es la solidaridad. “Es un ser humano que si está en su casa y alguien lo llama para pedirle ayuda, deja de hacer lo que sea para socorrerlo. Creo que esa vocación de servicio hace que Quevedo sea un maestro recordado”.  (I)