Los payasos de Ecuador mantienen una lucha constante por sobrevivir

En un día laborable en Guayaquil, en la zona aledaña al Mercado Central, no es raro ver a varios payasos. Son humoristas que sostienen en sus manos álbumes de fotos que resumen  sus vidas, en las décadas del 80 y 90, cuando la tecnología y el humor sexista no dominaban.

La Asociación de Payasos del Guayas (APAG), ubicada en Lorenzo de Garaicoa y Clemente Ballén, se fundó el 11 de julio 1979 por doce amigos (destacan Carlos Humberto Pozo, el recordado payaso ‘Troncosito’, y Rafael Palma, ‘Frejolito’). Es la única institución oficial que acoge al gremio. Ahora cuenta con 500 socios, pero 58 son los miembros activos y, a nivel nacional, son más de 3.000 payasos que continúan en la lucha de ser tomados en cuenta por alguna institución que respalde su labor y les permita mostrar nuevamente el objetivo principal de su arte: hacer reír.

Emilio Plaza, conocido como el payasito ‘Toffy’, tiene 16 años como animador de fiestas infantiles y es el presidente de la asociación. Comenta que muchos de los miembros fundadores se han alejado debido a las malas administraciones. Adicionalmente a eso, destaca la falta de recursos económicos, por lo que ha sido imposible avanzar, incluso en cuestión de infraestructura. Por ello ahora buscan consolidar acuerdos con el Ministerio de Cultura. 

¿Es posible vivir de este arte?

Según ‘Toffy’, “el que sabe sobrevivir en el oficio, podrá tener éxito”. Considera que quienes desertan son aquellos que no valoran el arte, lo toman como juego y no brindan la dedicación que se merece.
Para Luis Moreno, ‘Paletita’, quien además se desempeña como primer vocal de la Asociación de Payasos, el arte del humor es algo con lo que se nace, pues su vocación nació desde pequeño, cuando iba a los circos, aprendía chistes y hacía reír a su familia.

Muchos payasos ven el oficio solo con fines de lucro y consideran que solo por el hecho de pintarse la cara ya tienen el talento para hacer reír, pero no  transmiten un mensaje positivo a los niños ni a los padres de familia. “Otros compañeros han caído únicamente en poner sobrenombres y hacer chistes de doble sentido, pero no debemos manejarnos de esa manera. Así no trabaja un profesional”. 

Johnny Machado, expresidente de la APAG y quien por 25 años ha interpretado al payasito ‘Loquillo’, expresa que no se sabe diferenciar entre un show de adultos -aquellos que se hacen ya pasada la medianoche-, el teatro de calle y un show para niños. “Lastimosamente muchos compañeros ofenden a los menores de una manera obscena, por eso algunos ven al payasito y se asustan”.  

Pero para un show de payasos no es suficiente maquillarse. Ellos deben ser profesionales y esto implica disimular las tragedias y problemas personales en un día de trabajo. Siempre será una lucha interna, a veces desconocida por quienes los ven brindar diversión en un espectáculo. “Aunque tengas tu alma herida, tienes que hacerlos reír”.

‘Paletita’ recordó cómo el día en que su padre falleció tuvo una dura jornada de trabajo, en la que no estuvo igual que siempre. Sin embargo, destaca el apoyo de su clienta, quien estuvo en todo momento consciente y comprensiva ante tan dura situación, en la que no pudo desahogarse.

Lejos del maquillaje son personas normales. Incluso, algunos son considerados como hombres de personalidades serias. “El humor también se lo puede hacer despintados, pero no es lo mismo”, dice ‘Toffy’.

La competencia

Con el paso de los años, los payasos son menos apreciados y relegados de las fiestas infantiles. Ellos han sido reemplazados por las chicas ‘pintacaritas’, modelos, magos, imitadores, la ‘hora loca’ y hasta los chicos de los realities, en el caso de las fiestas de élite. Sin embargo, el humor de los payasos nunca pasará de moda, y a pesar de que hoy el esfuerzo es mayor para poder conseguir un contrato, estos artistas se mantienen firmes y en pie para brindar entretenimiento.

Ellos no desean buscar culpables ante la falta de contratos. Para ‘Loquillo’, definir a sus principales competidores es un tema subjetivo, pues todo se debe a una cuestión económica, ya que un payaso cobra $ 60 (matinés) u $ 80 (shows de adultos) la hora, mientras las payasitas de caritas pintadas acuden a animar toda la fiesta por el mismo costo, así no hagan reír.

Otra forma de difundir su arte es en internet. Y aunque es muy útil para enriquecer sus  ideas (no plagiarlas) reconocen que no hay mejor publicidad que sus propias manos, garganta y la forma en que tratan al público. Hacen su mejor esfuerzo cuando los invitan a participar en eventos de carácter benéfico, desfiles y otras festividades de entidades públicas o municipales. Han  buscado entablar diálogos con la Presidencia de la República o la Alcaldía de la ciudad para  contar con el respaldo de alguna institución y ya no continuar subsistiendo de la autogestión.

Día Nacional del Payaso

En el país, algunas veces se ha celebrado el 10 de diciembre como Día del Payaso, adoptando una costumbre mexicana, cuando en realidad el Día Nacional del Payaso es el 16 de febrero, en honor a Óscar Santillán ‘Chicharrón’ (+), quien nació el 16 de febrero de 1919 y es considerado como uno de los primeros payasos del Ecuador, dice Johnny Machado (’Loquillo’).

Por tercer año consecutivo, los presidentes de las doce asociaciones de payasos celebrarán a lo grande su día. Este año el festejo coincide con el feriado de carnaval y, por eso, estos artistas de la risa realizarán un desfile el viernes 13 de febrero, a las 13:00, que iniciará en Lorenzo de Garaicoa y 9 de Octubre y avanzará hasta el Malecón 2000. Posteriormente tendrán un agasajo en el Sindicato Nacional de Músicos de Guayaquil, ubicado junto al edificio de la APAG.