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Ecuador, 20 de Enero de 2025
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El Telégrafo
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A lo largo del siglo XIX, el grupo protagonizó los más importantes hechos y procesos sociopolíticos del país

Los montubios, olvidados actores de la historia ecuatoriana

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Hemos dicho en esta columna que la historia del Ecuador, y particularmente de Guayaquil, casi siempre se ha escrito desde la óptica de las élites políticas y económicas, pues se ha privilegiado a los caudillos y dirigentes, por encima de los pueblos, que son los verdaderos actores de la historia.

Me pregunto, por ejemplo, ¿qué habría hecho Eloy Alfaro sin el apoyo decidido de miles de montubios, cholos y negros montoneros para emprender su campaña armada, en aras de la modernización de este país? Seguramente no habría llegado ni a la esquina.

No obstante, algunos cronistas locales insisten en minimizar e invisibilizar el aporte de los sectores populares en procesos tan importantes como la independencia de Guayaquil, la Revolución Liberal o el 15 de noviembre de 1922. Y los montubios son uno de los sectores más olvidados, por tirios y troyanos, pues la izquierda también los relegó.

Los montubios son el resultado del proceso de mestizaje biológico y cultural que ha ocurrido en el litoral interior desde la época de la Colonia.

Entre los siglos XVII y XVIII se densificó el poblamiento y se conformó una identidad peculiar entre los mestizos de los diferentes pueblos y aldeas de la zona.

La primera noticia que habla sobre la existencia de los montubios la proporciona el viajero británico William Bennet Stevenson, en su libro Narración histórica y descriptiva de 20 años de residencia en Sudamérica. Corresponde a 1808, en una época en la que empiezan a correr vientos liberales entre los criollos ilustrados de la América hispana.

Así lo narra Stevenson: “Yo crucé la gran planicie de Babahoyo, en donde vi un lagarto viviente enterrado en la arena, excepto la cabeza, junto a los restos de algunos lagartos muertos. Al preguntar cómo es que habían llegado aquí, los montubios (un nombre que se da aquí a los campesinos) dijeron que cuando las lluvias caen en las montañas, gran parte de esta sabana queda inundada, y entonces los lagartos pululan en busca del ganado que haya quedado en los pequeños islotes que se forman; y cuando las aguas se retiran, les dejan enterrados en el barro, hasta que las siguientes lluvias les dejan en libertad…”.1

A lo largo del siglo XIX, los montubios protagonizaron los más importantes hechos y procesos sociopolíticos del país, desde las montoneras y las milicias informales que reclutaban a un sinnúmero de peones, ‘enganchados’ y otros sujetos que merodeaban los campos del litoral.

El primero de ellos fue, sin duda, el proceso independentista (1809-1822), donde los montubios fueron reclutados en las milicias de uno y otro bando (realista y libertario).

Posteriormente surgieron movimientos de armas de carácter regional que generaron temor social entre los blancos y mestizos de las ciudades, como en la Revolución de los Chihuahuas (1833-1834), tal como se desprende de un comentario del historiador Francisco X. Aguirre Abad: “Habían ocurrido (en el Departamento de Guayaquil) gravísimos acontecimientos…; los pueblos continuaban levantándose en masa, en los campos se presentaban partidas de bandoleros”.2

En todas las ‘revoluciones’ del siglo XIX puede constatarse la participación de los montubios, sobre todo en la formación de las primeras montoneras como la de los Chilintomos, “surgida entre 1825 y 1827 y activa en la zona de Chilintomo, Babahoyo, Zapotal, Catarama y Ventanas”.3

De igual manera, en la ‘Revolución de los Chihuahuas’ que lideró inicialmente Vicente Rocafuerte junto a Pedro Mena, caudillo de Babahoyo, se enroló un importante contingente de montubios que en un determinado momento fue motivo de pánico entre los contrarios a los amotinados, en la ciudad de Guayaquil, cuando en el puerto circuló el rumor de que los montubios mulatos que se habían comprometido con Pedro Mena asaltarían la ciudad para matar a todos los blancos, una vez que desde la isla Puná planeaban invadir Guayaquil, movilizándose “por la península de Santa Elena, el golfo y la baja cuenca del Guayas, tomando contacto con las pequeñas montoneras que actuaban en la zona y fomentando la insurrección entre los pueblos”.4

La nada exagerada posibilidad de una ‘guerra étnica’ alarmó a los terratenientes de la zona, quienes se unieron a las fuerzas gobiernistas para sofocar la rebelión.    

Estos contingentes de campesinos (montubios) también fueron la base social de los movimientos revolucionarios que transformaron todo el Ecuador, particularmente durante la Revolución Liberal (1895-1912), cuando acompañaron al general Eloy Alfaro Delgado en sus empresas armadas desde la rebelión de Montecristi, en 1864, pasando por el levantamiento de los Chapulos, al mando de Nicolás Infante en 1884, hasta la Guerra Civil Ecuatoriana que llevó al poder al ‘Viejo Luchador’, en 1895, e incluso después de su propia muerte, cuando entre 1913-1916 se organizaron milicias dirigidas por el coronel esmeraldeño Carlos Concha Torres, las que se enfrentaron al gobierno plutocrático de Leonidas Plaza Gutiérrez, reivindicándose de esta forma el legado revolucionario de Alfaro.

1. William Bennet Stevenson, Narración histórica y descriptiva de 20 años de residencia en Sudamérica, Quito, Abya Yala, 1994, p. 389.

2. Francisco X. Aguirre Abad, Bosquejo Histórico de la República del Ecuador, Guayaquil, Corporación de Estudios y Publicaciones, 1972, p. 233.

3. Jorge Núñez Sánchez, ‘Las luchas campesinas en la Costa en el siglo XIX’, en VV.AA., Segundo Encuentro de Historia y Realidad Económica y Social del Ecuador, Tomo I, Cuenca, IDIS, abril de 1978, p. 276.

4. Ibídem, p. 280.

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