Los “médicos de pueblo” ofrecen curar a lo natural
De lunes a viernes Tomás Mazabando visita la esquina de un mercado, ubicado en la cooperativa Juan Montalvo, para comprar en un vaso de plástico la porción de una infusión fría.
El brebaje lleva sábila y noni. Lo toma, dice, “porque es bueno para los riñones, con tanto exceso en la comida, es bueno depurarse”, confiesa el hombre, mientras cancela 25 centavos por la “medicina”.
Raquel San Pedro es su proveedora. Ella se levanta a las 04:00 para preparar esta bebida. Ingresó al negocio al ver que otras personas ofrecían el producto. “Estoy vendiendo aquí desde el 2005”.
En el Mercado Central compra la sábila con la que preparará los 100 vasos que oferta diariamente. “La mezclo con agua helada, menta, linaza y toronjil”, revela.
A las 10:30 levanta su pequeño carrito de madera en el que transporta este líquido con apariencia pegajosa y empieza a recorrer las calles para ofrecer el producto.
Paola Ayala, nutricionista, explica que la sábila puede ser utilizada en el tratamiento de problemas intestinales.
“Puede consumirse cuando se tiene úlceras gástricas o estreñimiento leve, pues lubrica las paredes del intestino”.
Pero la médica descarta que tenga algún efecto positivo en el tratamiento de la diabetes o las enfermedades hepáticas.
En la parroquia La Aurora, según el vendedor peruano Guicochea Bazán, las infusiones han ganado mucha popularidad.
En un pequeño carro porta botellas con agua de diversas hierbas: chancapiedra, flor blanca, cola de caballo y zarzaparrilla. “Las compro en Aguas Verdes (Perú), porque sirven para tratar los males del hígado, riñones, diabetes”.
Otra manifestación de medicina popular o “folclórica”, como la llama el doctor Rodolfo Farfán, decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Especialidades Espíritu Santo (UEES), es la que realizan los “sobadores”.
En el parque Centenario hay 10 personas que, -con linimento en mano-, atienden dolores, torceduras y dislocaciones.
Uno de ellos es Modesto Cruz, un hombre de la tercera edad. Cuenta que aprendió este oficio de sus entrenadores cuando era boxeador. “Porque yo fui campeón nacional de box hace 40 años”, recuerda.
Modesto cobra $ 40 por arreglar una columna desviada, $ 20 por colocar en su lugar un hombro bajado (dislocado) y $ 15 por un tratamiento contra la inflamación muscular. “El éxito de esto es que usted viene una vez y no regresa más, se queda curado”, asegura Cruz, mientras soba el pie de César Murillo. “Me quedó el pie duro después de que me pegaron con una piedra en una pelea”, relata el paciente.
El titular de la Facultad de Medicina de la UESS recomienda que las citadas prácticas sean reguladas, ya que en el caso de los “sobadores”, estos pueden colocar un hueso en una posición incorrecta, “causando un daño irreversible”.
Sobre el uso de plantas medicinales dice que hay las que tienen propiedades, como la sábila que es desinflamatoria, pero considera que las autoridades deben estar vigilantes de las normas de higiene empleadas en este oficio.