Publicidad

Ecuador, 26 de Septiembre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

Los malabaristas y bailarines hacen gala de su arte

En medio de una marea de vehículos, muchas personas se ganan la vida haciendo piruetas, algunos son ecuatorianos otros extranjeros. FOTOS: Karly Torres | El  Telégrafo
En medio de una marea de vehículos, muchas personas se ganan la vida haciendo piruetas, algunos son ecuatorianos otros extranjeros. FOTOS: Karly Torres | El Telégrafo
06 de abril de 2014 - 00:00 - Gabriela Florencia y Carlos Aguilar, estudiantes de la Universidad Laica Vicente Rocafuerte

Laboran en las calles de la ciudad sin tener un horario establecido. Son   colombianos,  mexicanos, argentinos o de cualquier nacionalidad. Los lugares favoritos son las esquinas donde hay semáforos. Este grupo eligió uno en La Garzota, cerca del monumento al expresidente León Roldós Aguilera. Ahí practican malabares, un negocio apetecible para ellos debido a la satisfacción que sienten al realizarlo. Poco les importa si hace frío o calor, si la gente se interesa por verlos o los mira con desdén.

A esta actividad se dedican solo los valientes, dice  Alexander García, una colombiana que, aunque algunos no lo crean, dice tener un título universitario. Se graduó de publicista, pero desde 2006 prefiere hacer malabares. Por estos días visita por cuarta vez Guayaquil.

García menciona que ella emigró de Colombia con la finalidad de buscar un mejor estilo de vida y que uno de los motivos por los que llegó al Ecuador fue por mejorar su economía. “Yo trabajaba en un canal de televisión, pero recibía el salario mínimo, que es aproximadamente 10 dólares diarios, en cambio con el malabarismo puedo obtener 3 salarios básicos al mes. Es una gran ganancia, aunque  debo estar expuesta al sol o la lluvia, pero eso  es algo con lo que ya me acostumbré a vivir”.

Estas personas utilizan varias avenidas de la urbe, principalmente las más transitadas, como son la avenida Francisco de Orellana, la Víctor Emilio Estrada y La Garzota, Ceibos, Ciudadela Ferroviaria, a la altura del monumento al pescador, y en el sur el sitio preferido es cerca del Mall de Sur, entre otras donde la gran afluencia de vehículos hace que estos artistas callejeros esperen el cambio de la luz del semáforo para poder exhibir sus habilidades y despertar la atención de los transeúntes y conductores.

El malabarismo es considerado el arte de poder manipular uno o más objetos, manteniéndolos en equilibrio o lanzándolos al aire sin dejar que caigan; por lo tanto, este tipo de juegos, por su gran dificultad, debe ser realizado por personas que tienen la habilidad para ejecutarlo, en este caso solo aquellos que se dedican a tal actividad. Ellos hacen que estas presentaciones sean muy atractivas, todo un clásico de circo. Pero aunque los malabaristas, bailarines y contorsionistas son oriundos de los circos, ahora se los puede ver en cualquier esquina de la ciudad.

Un oficio que les da mucha alegría y a veces melancolía, porque a pesar de que ellos demuestren su arte, el mismo que los hace sacrificarse por largas horas peligrando su vida sin contar con un seguro médico, y muchas veces no logran recaudar todo lo necesario para subsistir como consecuencia de  la cantidad de personas que se dedican a este oficio. Cada vez se observa a más personas que se dedican a esta actividad.

Aunque el redondel de La Garzota es el lugar ideal para la mayoría de malabaristas extranjeros, este sitio estratégicamente es muy transitado y cómodo para trabajar en este arte, sin mucha molestia de la Policía Metropolitana, afirma Washington Chóez, quien desde los 16 años se dedica a este negocio.

Chóez empieza su jornada desde las 7:00 para ensayar las acrobacias que realizará durante su presentación. Entre 4 o 5 veces en el día es necesario practicar para alcanzar la perfección en sus actos. El público, por más que sea pasajero y apenas por un minuto merece respeto y ver un buen número.

Luego de ensayar, él sale de su casa ubicada en Bastión Popular y se dirige a trabajar en la Av. Francisco de Orellana, con unas clavas que son similares a los pinos para jugar bolos, antorchas que junto al equilibrio y los movimientos circulares le permiten manipular el fuego y el diesel para no quemar su cuerpo.

Aunque muchos aseguran que lo recaudado alcanza para vivir sin problema, él asegura que existen días malos donde solo gana $ 10, pero también hay días mejores donde puede obtener $ 45, dinero que le sirve para cubrir gastos. A medio kilómetro en el siguiente semáforo trabajan Paola Ripe y su novio Andrés, de nacionalidad colombiana. Ellos por primera vez visitan Guayaquil. Trabajaban en Riobamba, pero un amigo malabarista les comentó que en Guayaquil se gana más dinero y que el negocio en el puerto es muy rentable. Ellos vinieron a experimentar cómo les va en esta ciudad y se quedarán por una semana, pero mientras el sol resplandeciente iluminaba con fuerza, las gotas de sudor resbalan en su rostro, los movimientos pélvicos con el hula hoop (juego que consiste en hacer girar un aro alrededor de la cintura o  brazo), que lo practica con una gran agilidad, son cada vez más intensos.

Mientras su novio Andrés juega con el footbag (es una especie de pelota tipo funda), ella realiza un movimiento tipo cascaritas con los pies y rodillas.
En este oficio se iniciaron desde hace 5 años, afirma Andrés, y ahora es su principal fuente de ingresos.

Ella sabe artes plásticas y crear artesanías, pero las combina con el malabarismo, porque para ella este oficio lo ve más divertido.
Este arte, afirma Ripe, les ha ayudado a conocer otras partes de Suramérica: Perú, Argentina, Venezuela. Y eso es lo que le ha apasionado más en esta actividad.

A través de este negocio conoció a su novio y con él viaja a donde les comentan que es rentable, además, asegura que en temporada, las playas son el sitio ideal para emprender nuevos viajes. Ripe gusta de la pedagogía y quisiera estudiar esta carrera universitaria, porque lo ve como algo apasionante. Ella ve como gratificante para su trabajo que en vez de dinero le regalen una sonrisa y un gracias, sobre todo los niños.

También quisiera realizar voluntariado para ayudar a otras personas que necesiten de sus servicios. Pero aún ve cómo la gente menosprecia su talento en las calles y a veces pueden ser señalados como delincuentes sin serlo.

Ellos esperan que así como existen asociaciones de payasos, choferes, profesores, trabajadores, así mismo se los apoye con este arte del malabarismo y no se pierda; que existan espacios donde pudieran practicar este empleo sin ser mal vistos por la sociedad.

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

El Telégrafo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media