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Los retratistas se ganan la vida dibujando a los turistas del malecón

Los ‘guerreros del arte’ trabajan a orillas del manso Guayas

El trabajo de estos artistas es admirado por los turistas extranjeros por la similitud que tienen las obras con los personajes que retratan. Foto: Cortesía UIDE
El trabajo de estos artistas es admirado por los turistas extranjeros por la similitud que tienen las obras con los personajes que retratan. Foto: Cortesía UIDE
08 de marzo de 2015 - 00:00 - Amy Intriago. Estudiante de la UIDE

El cielo permanece nublado a esperas de una posible lluvia. Como es usual en esta época, el panorama se torna sombrío.

Se escuchan gritos en la calle de los vendedores ambulantes, los pitos de los carros atascados en el tráfico, la gente, unos con prisa y otros con calma transitan por el Malecón 2000. Sin embargo, con o sin apuro, la curiosidad los lleva a parar su marcha para observar unos retratos colgados en una estructura de madera utilizada como exhibidor y junto a ella se encuentra Édgar Jaime, dueño de aquellas obras de arte. Esas obras artísticas, esas obras callejeras.

El nacimiento del arte

El artista inició hace 14 años en las calles de Chile y 9 de Octubre, pero debido a la reconstrucción de la zona, él junto con sus compañeros tuvieron que desalojarla.

Sin lugar de trabajo y con la responsabilidad de llevar dinero a sus hogares decidieron buscar un nuevo espacio. Pidieron una audiencia con el alcalde Jaime Nebot, quien en su primer año de mandato les dio cabida en uno de los lugares que desde sus inicios se proyectaba como el sitio más turístico de la ciudad, el Malecón 2000.

Así fue como nació la Asociación de Artistas Plásticos 9 de Octubre, con veinte hombres llenos de esperanzas y deseos de mostrar su creatividad a orillas del río Guayas.

En la actualidad solo hay 12 socios que se distribuyen desde las calles Eloy Alfaro hasta Junín. “El resto se retiró porque no resistió la responsabilidad de estar aquí todo el día. Solo hemos quedado los guerreros del arte”, señaló Jaime, presidente de la asociación.

La formación que tuvo desde su juventud en el Colegio de Bellas Artes, cursos de pintura y haber ejercido unos años como publicista, le ha permitido ganarse su puesto y retratar a personajes públicos como Silvana Ibarra, Humberto Mata y jugadores de Barcelona; y cómo no, a clientes fieles, entre ellos se encuentra Eduardo Castro, quien visitaba al artista por tercera vez para un encargo familiar. Entre risas y bromas -un tanto pesadas, fruto de la confianza- sostenía su celular mostrando la foto que quería que Édgar dibujara.  

Lo mágico de los retratos es que el cliente puede añadirle o quitarle características a la persona que se va a dibujar. “Añádale una granada, a mi tío le encantará”, indicaba un familiar que acompañaba a Castro, quien aparte de la excelencia y calidad en los trabajos, busca que no sean tan costosos.

De lápices y carboncillo

Más adelante, ya casi llegando al Hemiciclo de La Rotonda, se ubica Ricardo Benalcázar, diseñador gráfico, retratista y pintor de 46 años. Todas las tardes de  refugia entre las sombras de un árbol para amainar las inclemencias de los rayos solares. Aunque no se libra de la caída de las hojas de los árboles.

Luego de acordar un pedido con varios clientes y con su cámara en mano regresa a su asiento para continuar con un retrato de una adolescente sonriente, junto a quien -supone- es su enamorado. Lápiz, cartulinas, aerosol transparente, borradores y carboncillos formaban parte de un conjunto de materiales arrinconados estratégicamente en la estructura que sostenía sus trabajos. Nunca falta uno que otro curioso que se detiene frente al retratista para observar la precisión con la que trabaja. “Miran, preguntan cuánto cuesta uno de estos trabajos y se van. Yo atiendo a todos con educación y cultura porque siempre uno de ellos se decide a contratarme.

El artista, a  los 7 años, descubrió su encanto por el arte, apenas era un niño de segundo grado y ya se sentía libre para trabajar en las clases de dibujo. Nunca sintió presión alguna y eso le daba espacio para crear.

Cuando creció, afortunadamente, tuvo el apoyo de sus padres para culminar sus estudios, al igual que Jaime, en el colegio de Bellas Artes. Inició a ejercer como diseñador gráfico en la revista La Otra, poco después de graduarse, lo cual le permitió perfeccionar su técnica con ayuda de la tecnología.

Luego trabajó en la revista Vistazo, con un sueldo superior a los $ 600. Lamentablemente hubo un masivo despido laboral y fue uno de los perjudicados. Sin dejarse vencer, Benalcázar decidió irse a vivir a Estados Unidos, en donde se le ofertó trabajo en una compañía que se dedica a hacer cuadros en óleo y gigantografías en paredes de edificios. La paga de sus retratos, en ese país, superaba los $ 1.000, lo que le permitió salir adelante.

Al consultarle si sentía mayor apoyo al arte en Estados Unidos, dice con una gran sonrisa que el ser humano debe ser su principal apoyo en la vida. “Uno mismo se debe apoyar”, asegura mientras va remarcando el cabello de un joven ilustrado en el papel bond. Su mano luce manchada por la fricción que produce dibujar con carboncillo, por más cuidadoso que sea el artista, quien comenta que uno de sus sueños ‘frustrados’ es ser arquitecto.

Ya lleva 4 años siendo parte de la asociación, lo que le ha permitido dibujar a famosos, entre esos, Oscar de León, en una de sus visitas a Ecuador.

Su mayor anhelo ha sido trabajar de forma independiente. Ha laborado para el Municipio y el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) haciendo caricaturas en libros y revistas, indicó.

Aunque estos artistas gozan de libertad de horarios, la disciplina con la que se manejan los lleva a extender las horas de atención.

Ellos atienden de lunes a sábado, desde las 10:00 hasta las 18:00. Mientras el precio de sus retratos varía de $ 10 a $ 12 (por persona), bajo pedido $ 17 y si el dibujo incluye más personas, va desde los $ 25 en adelante. Los trabajos en óleo tienen un precio entre $ 150 y $ 200. Cada una de sus obras están garantizadas. Ellos aseguran que son muy profesionales a la hora de trabajar.

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