Las casas ubicadas en el centro y sur deben tener mejor resistencia a movimientos telúricos
Las zonas cercanas a esteros y ríos presentan mayor riesgo ante un terremoto
Los terrenos blandos cercanos al estero y los ríos Guayas y Daule son los que presentan mayor riesgo durante un terremoto debido a que la composición del suelo es más inestable, reveló un informe presentado por la Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos (SGR).
Sin embargo, esto no quiere decir que las estructuras ubicadas en estos sitios sean susceptibles de derrumbes, sino que se deben tomar mayores precauciones de construcción, advirtió María del Pilar Cornejo, titular de la SGR.
El estudio fue desarrollado desde el año pasado como parte de los trabajos de zonificación sísmica realizados durante la elaboración de la Norma Ecuatoriana de la Construcción (NEC).
En el caso de Guayaquil, se consideró variables en cuanto al tipo y calidad del suelo, y a qué profundidades se encuentran cada una de las características.
La investigación impulsada por la SGR permite definir en dónde, cómo y qué proyectos viales y habitacionales se pueden levantar “y qué tipo de sismorresistencia deben incluir los diseños”.
Por ejemplo, en zonas rocosas como Prosperina y Mapasingue se puede tener casas de máximo dos plantas debido a que son sitios que perciben más un temblor.
Mientras que en zonas bajas se puede hacer edificios de varios pisos porque los terrenos presentan menos rigidez que en los cerros.
Sin embargo, también se debe considerar la calidad del suelo, puntualizó el ingeniero Carlos Mestanza, asesor de la SGR.
En terrenos blandos -como aquellos cercanos a los esteros y ríos-, la vibración que se presenta durante un sismo se mantendrá por más tiempo que en un sitio más sólido.
Es decir, las casas que se construyen en lugares ubicados al pie de estuarios (Trinitaria, urbanizaciones de vía a la Costa, Vergeles, entre otros) “deben tener mayor resistencia sísmica”.
En este sentido, la zona del noroeste (Monte Sinaí, Bastión Popular, El Fortín) sería la más segura en caso de que se presente un movimiento telúrico.
Durante el desarrollo de las investigaciones se contó también con la colaboración de delegados del municipio local y representantes de los sectores de la construcción.
Para este mes se prevé presentar los resultados del estudio al Concejo Cantonal para su consideración en el desarrollo o actualización de ordenanzas.
El informe de la SGR también será utilizado para actualizar el proyecto Radius -desarrollado en 1998- para establecer los riesgos sísmicos de la ciudad.
La iniciativa fue supervisada por el Cabildo y realizada por el ingeniero Jaime Argudo junto a un equipo de especialistas.
El resultado determinó que la zona más vulnerable en el escenario de un sismo es el casco comercial y que el 15% de los edificios y el 10% de los puentes de la ciudad colapsarían o serían afectados.
“Pero no podemos señalar, con nombre y apellido, las edificaciones y puentes que se dañarían”, puntualizó Argudo.
Las principales características de los edificios de la zona céntrica es que son de construcción mixta (estructura de madera con paredes de ladrillo), tienen desde 5 niveles (pisos) y bordean los 80 años de antigüedad.
Los inmuebles más grandes generalmente se construyen para una vida útil de 50 años con excepción de las estructuras de hormigón (Municipio y edificio de EL TELÉGRAFO, por ejemplo) que pueden resistir 100 años o más.
La madera como base de una estructura, en el ambiente local, se deteriora fácilmente por efecto de la humedad y los insectos.
En algunos casos el daño es suficiente como para colapsar una casa o edificio en un terremoto de 7 grados en la escala de Richter.
Las evidencias históricas indican que los terremotos que más daño han causado a la urbe fueron los ocurridos el 13 de mayo de 1942 y el 18 de agosto de 1980.
En 1942, un sismo de 7,9 grados Richter, cuyo epicentro se registró en el norte de Manabí, generó mayores daños en los edificios ubicados en el perímetro de la Av. 9 de Octubre, Malecón Simón Bolívar, Luis Urdaneta y Quito.
La SGR recomendó que los inmuebles más antiguos de la urbe realicen las modificaciones necesarias para mitigar daños potenciales en caso de un movimiento sísmico, como el cambio de las bases para disminuir la rigidez. (I)