Las tradiciones de Guayaquil se muestran en la vida diaria

Los que nacieron en la ‘Perla del Pacífico’ o  residen aquí se caracterizan por la ‘personalidad tropical’. En sus avenidas se percibe la informalidad y el carisma en los saludos o conversaciones.

En el Guayaquil de hoy los museos y las plazas han sido modernizados por la labor municipal. Gina Carrasco recordó con nostalgia la forma de las calles en antaño: “Los caminos eran de piedras y había mucho polvo, las casas eran de construcción mixta, rara era aquella de cemento, y cuando existía una así se decía que era de una familia que gozaba de estabilidad económica”.

El comportamiento también era diferente. Según doña Gina, las salidas de las jóvenes no eran como las de ahora, pues solo podían hacerlo  acompañadas de uno de sus hermanos. “Los jóvenes de mi época eran educados y caballerosos, porque en el hogar se acostumbraba a corregirlos si no se portaban bien. Se dirigían con respeto a los mayores, no como ahora que son contestones y malcriados”.

Las fiestas se caracterizaban por la unión de los barrios, que organizaban concursos y otras actividades. El ciudadano Francisco Pérez, exresidente de Vélez y Rumichaca, relató que en su barrio se recolectaban cuotas para diversas actividades: la elección de la guayaquileña bonita, carrera de ensacados, palo ensebado, carrera con el huevo en la cuchara, entre otras. “Siempre era en familia y en unión con el barrio”.

De la misma manera, en las festividades, como parte de las tradiciones, se comía sin falta arroz con menestra, arroz con puré y carne apanada y el seco de gallina.

La guayabera sigue siendo uno de los íconos del guayaquileño y las mujeres siempre lucían vestidos largos y sus cabellos con rizos. Ellas eran exageradamente honestas.

Los lugares más frecuentes de visita eran los paseos por el parque Centenario, donde se realizaban  juegos de pelota y carreras, también se visitaban el hipódromo, la Plaza Cívica, la Torre del Reloj o Morisca, la Plaza Olmedo y las escalinatas del antiguo malecón.