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Al día vende cerca de 80 platos y 100 vasos de jugo

Las tongas manabas están junto al manglar

Un sitio improvisado entre los matorrales, a un costado de la vía Perimetral, es el lugar de trabajo de este comerciante manabita.
Un sitio improvisado entre los matorrales, a un costado de la vía Perimetral, es el lugar de trabajo de este comerciante manabita.
Foto: José Morán / El Telégrafo
07 de enero de 2017 - 00:00 - Redacción País Adentro

Está ubicado a solo unos metros del primer kilómetro de la vía a la Costa, en la periferia de Guayaquil. Ahí William Burgos encontró entre los manglares un espacio para ganarse la vida. Vende jugos y tongas, plato típico de Manabí.

El trabajo de este manabita de 36 años que habita en la cooperativa Balerio Estacio, en el norte de Guayaquil, inicia a las 04:00.

De lunes a sábado prepara diariamente 80 tongas y 100 jugos que vende a $ 2,50 y $ 0,50, respectivamente. Eso le deja una ganancia neta de $ 60. Pero su jornada en sí, concluye a las 13:30. Cuenta que este 2017 aspira a ampliar la atención hasta los domingos por pedido de sus clientes.

“Las tongas las preparo con ayuda de mi esposa y con productos de buena calidad, viajo a Daule (Guayas) o al cantón Olmedo (Manabí) para comprar gallina criolla, de otra manera no podría conseguir ese sabor tradicional de mi tierra” aseguró el hombre que con un buzo rojo de mangas largas se cubre del sol. Su negocio tiene por nombre Tongas Manabas Express.

Para Burgos en la variedad que ofrece se sustenta el número de clientes que tiene. Oferta tongas con costillas de cerdo, de gallina y de pescado con camarón. Ese plato sale del contexto de lo tradicional.

La sazón compensa la falta de infraestructura del negocio. Su tendido está ahí, junto a los matorrales y al manglar. Como dicen los transportistas pesados: es una cueva hecha con vegetación en donde se ofrecen platos de calidad.

Se trata de un comedor improvisado con piso de cascajo y unas llantas de tráiler que sirven como asientos para los comensales. La endeble infraestructura no tiene relevancia para los clientes, quienes acuden al lugar por la exquisita sazón.

Burgos estaciona su auto azul en el que guarda 5 hieleras de espuma flex que sirven para mantener frescas las porciones de comida. Presenta sus platillos en una envoltura de hojas de verde amarrada con piola sobre un plato de plástico. Esto va acompañado de ají colorado si el cliente lo solicita.

El hombre de contextura delgada y piel bronceada corre o trota al ver que los tráileres se paran y nadie se baja. Toma en su mano izquierda el jugo y en la derecha la hielera. Ahí tiene listos los platillos.

“Tener un camión con las luces de parqueo a pocos metros de mi negocio es la señal de que buscan comida y no los hago esperar, me apresuro, ya que ellos tienen miedo de quedarse en el sitio por mucho tiempo por las valiosas cargas que llevan” comentó Burgos.

Con 12 años de experiencia en el negocio de la transportación, Geovanny Pazmiño comparte la incertidumbre de los profesionales del volante de no aparcar en cualquier sitio, en especial en esta zona no urbanizada de Guayaquil.

“Solo si estoy con otros compañeros o si no tenemos carga nos estacionamos. Nos sentamos en medio de esta bella pero peligrosa zona a degustar del sabor manaba sin descuidarnos de nuestra propia seguridad o la de los camiones” relató el conductor de la provincia de Tungurahua.

Un coterráneo de Burgos, José Espinoza, de 51 años, vive y trabaja en Guayaquil. Es uno de los visitantes más frecuentes de Tongas Manabas Express. Cuando la empresa de venta de agua en la que labora le asigna la ruta del sur de la ciudad se desvía unos minutos para comprar.

“La perseverancia de William es increíble, aquí pasan muchos carros, el polvo, el sol, el ruido, pero sobre todo los malvivientes rondan este lugar. Él se expone al peligro y eso es digno de resaltar” aseguró este oriundo de Calceta, mientras paga $ 5 por 2 tongas.

A pesar de lo duro que resulta este sitio, corre tras los camiones en busca de una venta que le permita llevar dinero a su casa.

Burgos anhela tener un local propio que cuente con mayor seguridad. “Yo sé que mis clientes pueden aumentar porque cada día me esmero en brindarles una buena sazón. Además, ellos saben que siempre los atiendo bien tanto si desean sentarse a degustar o rápido si no tienen tiempo. Lo importante es que lleven su tonga. (I)

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