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El local está en las calles boyacá y víctor manuel rendón

Las Delicias de Leonor endulzan a los transeúntes del centro

Doña Leonor atiende diariamente a decenas de personas que desean degustar un postre frío, mientras transitan por el centro de la urbe. Foto: Cortesía
Doña Leonor atiende diariamente a decenas de personas que desean degustar un postre frío, mientras transitan por el centro de la urbe. Foto: Cortesía
16 de marzo de 2014 - 00:00

Leonor Moreira se autodenomina como una “guayaquileña pura y con madera de guerrero”.

Su temple, constancia y tenacidad la han llevado a cumplir el sueño de ser propietaria del original y primer local de postres de gelatina y flan.

En el establecimiento se pueden encontrar variadas combinaciones y otros clásicos dulces. Ella cumplió quince años atendiendo a sus leales clientes y a los transeúntes del centro de Guayaquil.

Antes de ser gerente propietaria del negocio ubicado en las calles Boyacá 921-A y Víctor Manuel Rendón, ejerció su carrera como comunicadora social en un programa radial de farándula.

A un año de egresar de la universidad ya tenía pensado independizarse profesionalmente.

“No quería ser mandada por nadie ni ser la empleada de alguien”, recalca.

Es así que empieza a pensar en un negocio, pero no uno cualquiera.

“No deseaba copiar la idea de alguien ni estereotipar, peor aún hacerle competencia a otro. Simplemente quería algo original, muy poco usual y que fuera del gusto no solo de las demás personas, sino mío también, ya que viviría de ello y quería ser feliz haciendo lo que me gustaba”, narró.

El miedo y la inseguridad empezaban a construir un muro que le impedía continuar sus expectativas.

Su esposo, Pablo Parra, fue su motivador y le dio el empuje para seguir adelante.

Con sus conocimientos en la instalación de negocios, animó a Leonor a abrir un minimarket, pero no fue hasta que tuvo un sueño cuando se convenció de alentar su lucha.

“Me encontraba rodeada de oscuridad y una luz me iluminaba. En una mano tenía un vaso con flan y en la otra una cucharita con la que comía. Entonces, una voz me dijo: Leonor, vende flan y gelatina que eso te va a dar plata”.

Pese al escepticismo de algunas personas, la emprendedora interpreta aquel sueño como una bendición que Dios le dio para seguir adelante.

Cinco años pasaron antes de que ella revelara que la idea de un local que vende exclusivamente estos postres, preparados por ella misma, fue por un sueño, del cual despertó de golpe apenas terminó.

La idea la mantuvo hasta proponerle a su esposo comprar una refrigeradora con vitrina, donde ocuparía dos perchas de vasos con sus manjares.

El mismo día que los colocó en la heladera, cinco horas después, tuvo que comprar más cajas para hacer los postres porque ya las perchas estaban vacías.

Así, poco a poco, fue retirando los demás productos de la tienda debido a que la popularidad de sus dulces crecía.

Un año y medio después se dedicó a vender únicamente flan y gelatina, aunque hubo factores como el cierre de calles cerradas por la regeneración urbana que le provocaron un descenso en las ventas.

Leonor y su esposo debieron ofertar sus productos a tiendas, colocando nueve puntos de ventas en el centro, lo cual duró solamente un año. Fuera de esa zona distribuyó a tiendas donde independientemente los dueños se ocupaban de venderlos.

Cuando decidió colocar las vitrinas delante del local, enseguida los brillantes colores de los dulces llamaron la atención de la gente y de la competencia.

A pesar de ello se mantuvo firme y continuó ofertando sus productos. Actualmente ha logrado crear alrededor de 20 a 25 variedades de dulces fríos. Los saca por temporada y entre ellos están la gelatina con durazno, arroz con leche y dulce de tres leche.

Empero su base es el flan y gelatina y sus combinaciones con pudín o crema, o pudín de chocolate con crema decorado con galleta Óreo, esta última preparada con receta personal.

SU ESPOSO ES EL CATADOR DE LOS MANJARES

El esposo de Leonor, Pablo Parra, es el catador de los productos que ella elabora. También participan sus amistades y los propios clientes, quienes le dan su visto bueno.

Al frente de su negocio pasan alrededor de cuatrocientas personas por día. Algunas que vinieron jóvenes y solteras ahora pasan con su propia familia a degustar los dulces.

“El 60% de mi clientela son varones”, asegura.

“Nosotras nos preocupamos por si engordamos, de la dieta, pero el hombre no, es más descuidado”, comenta risueña.

Ha habido momentos en que se ha enterado de que algunos de sus clientes son diabéticos y les ha llamado la atención.

Su local está abierto al público de lunes a sábado, desde las 11:00 hasta las 24:00, siendo la ‘hora pico’ de ventas desde las 13:00 hasta las 14:00. Los estudiantes también de la zona la visitan.

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