Las avenidas y la terminal son testigos de último día de feriado
Miles de personas comenzaron desde tempranas horas de ayer a retornar a sus hogares, luego de pasar el feriado de carnaval en otras localidades, a las que acudieron ya sea para disfrutar de las playas y ríos, o simplemente para visitar a sus familiares.
A las 11:00, aproximadamente, se pudieron observar largas filas de gente en los paraderos de transporte urbano, ubicados en los exteriores de la Terminal Terrestre.
La mayoría de los turistas llegó de las provincias de la Costa, donde se realizaron diversos festejos.
Otros, como Martha Almeida, prefirieron un lugar más tranquilo. La joven, que vive en Colinas de la Alborada, estuvo en Caluma (provincia de Bolívar) para disfrutar de la gastronomía y el río del lugar.
“Estos días hay que aprovecharlos para descansar. Todo estuvo muy bonito”, expresó, escueta, Almeida.
En la ciudad, el feriado afectó a los sectores comerciales y mercados de la urbe. Al sur, en la Caraguay, se registró escasez de cangrejo, pese a que la veda terminó hace casi una semana.
Santiago Ruiz, presidente de los vendedores del crustáceo en ese recinto comercial, explicó que la razón del desabastecimiento es porque la mayoría de recolectores “se fue de feriado”.
La poca oferta del producto incidió en el precio del atado, de 12 unidades, que pasó a costar entre $ 13 y $ 18, cuando normalmente cuesta la mitad de esos valores.
Fiesta tradicional en el norte
Mientras gran parte de la población que viajó por el feriado de carnaval retornaba poco a poco a la ciudad, este martes se vivió una gran fiesta en la ciudadela Chemisse, ubicada detrás del Cuartel Modelo, en el norte.
Como ya es tradición, desde hace 30 años, la familia Peñafiel se encargó de organizar la denominada “Fiesta del Niño Carnavalero”, una celebración que tiene su origen en regiones de la serranía ecuatoriana, como Cuenca y Latacunga, y que llegó a la ciudad hace muchos años formando parte de las costumbres de ese hogar.
Las hermanas María Inés y Martha Peñafiel son las encargadas de mantener esta tradición en la que participan hijos, hermanos, nietos, cuñados, sobrinos, vecinos y amigos de toda esta urbanización del norte de la ciudad.
“Nuestro padre era de Cuenca y mi madre de Latacunga. Ellos empezaron con esta costumbre aquí en este barrio. Después de que ambos fallecieron, nosotras nos hemos encargado de mantener viva la celebración con nuestra familia, desde que llegamos aquí”, manifestó María Inés, oriunda de Latacunga.
La fiesta inició aproximadamente a las 09:00 con el traslado de la comunidad hasta la Plaza de San Francisco, donde se realizó un baile folclórico en el que participaron niños, adolescentes y adultos, con las vestimentas típicas de la Sierra, como ponchos, pantalones de lino, alpargatas y sombreros.
Luego se efectuó una misa en la iglesia Nuestra Señora de los Ángeles, en la cual varios de los fieles llevaron imágenes del Divino Niño para ser bendecidas al término de la ceremonia.
Liliana Rodas, de 36 años de edad, es hija de Maria Inés. Ella y sus hijos (Lilibeth Abad, de 11 años, y Antonio Abad, de 5) asistieron vestidos con sus trajes típicos.
“Desde niña he participado en esto, ahora que soy mamá también involucro a mis hijos en la celebración. Tenemos varios meses ensayando los bailes”, comentó esta madre de familia, mientras arreglaba el traje a uno de sus vástagos.
Antes de volver hasta la ciudadela Chemisse, la familia Peñafiel y toda la comunidad que los acompañó realizaron un recorrido a lo largo de la Av. 9 de Octubre.
Con comparsas, intensos bailes, espuma de carnaval y mucha alegría recorrieron esta calle del centro, para posteriormente continuar la fiesta en su barrio, donde realizaron un recorrido por las principales avenidas, jugando con agua y otros elementos.
Los “priostes” o anfitriones se encargaron de darle a la celebración un final “como Dios manda”: prepararon alrededor de trescientos platos de seco de gallina y arroz con chancho, para los adultos y los exhaustos niños carnavaleros.