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Las drogas y el alcohol agravan los problemas en los estadios

La violencia en el fútbol tiene diferentes manifestaciones y soluciones

Michael Villacís / El Telégrafo
Michael Villacís / El Telégrafo
25 de enero de 2015 - 00:00

La primera pelota utilizada en Inglaterra, país al que se atribuye la invención del fútbol moderno, fue la cabeza de un soldado romano muerto en una batalla del año 55 antes de Cristo. Entonces, “los bretones expulsaron a las huestes de Julio César”. Así reza en el libro Épica y Lírica del Fútbol, del crítico deportivo español Julián García Candau.

Han transcurrido tres siglos desde el inicio de este deporte, el cual se va visto afectado por la violencia. Dos casos: las mordidas del jugador uruguayo Luis Suárez a sus rivales y el asesinato en Argentina del deportista Franco Nieto.

El ingeniero Franklin Pastor,  coach deportivo de reingeniería paradigmática del inconsciente (RPI), explica que la pasión es un sentimiento fuerte que la gente desarrolla hacia una persona, idea u objeto. Si la persona quiere ser futbolista, la pasión funcionará como un catalizador para lograrlo, ya que se alinea con el ‘querer’ en la vida.  El problema -dice- empieza cuando el objetivo se convierte en obsesión.

“El fanatismo desmedido se da cuando el apasionado está convencido de que su equipo siempre es el mejor y no acepta fracasos. Por lo general, eso provoca un comportamiento violento e irracional”.

Para Roberto Chang, hincha de Emelec, la situación se complica cuando un ‘aficionado obsesivo’ usa drogas y alcohol en los estadios: “Se convierte en violencia”.

El aficionado al fútbol, Ernesto Guevara, coincide en que es contraproducente llevar alcohol a los escenarios deportivos, porque da lugar a que ciertas personas tengan actitudes agresivas.

Sin embargo, las agresiones pueden ser verbales. Hace cuatro meses causó rechazo en Argentina y Colombia un comentario racista del narrador argentino Alberto Raimundi, quien durante el partido de River Plate con Gimnasia y Esgrima de La Plata emitió comentarios racistas contra un jugador colombiano.  

Andrés Samaniego, seguidor de Barcelona de Guayaquil, cree que la violencia se inicia en el hogar. Los padres -opina- llenan de odio a los hijos. “Tendremos que esperar dos generaciones de niños que respeten al rival”.

El líder de la barra Vieja Guardia, Luis Castro, cree que hay agresividad en la manera en que los trata la fuerza pública. “Es humillante”.

Días antes de que Emelec ganara el campeonato de fútbol 2014 fue común observar en las redes sociales mensajes, bromas ofensivas e insultos entre ‘rivales’.  

Pastor considera que los constantes ataques entre los fanáticos   pueden producir enfrentamientos.

En otras fronteras

En Argentina son 298 las víctimas mortales por la violencia, según el sitio web argentino Salvemos al Fútbol.  

El exdirigente de fútbol chileno, Harold Mayne-Nicholls, en una visita a Colombia sostuvo que ese país está pasando un momento muy crítico por la violencia.

“O se frena y se erradica o se crece y se hace más común”, indicó públicamente.

 Para él los ataques en Argentina han llegado al nivel en que las barras son una industria, porque tienen sus propias características, fuentes de financiamiento, estructuras de poder y ya son realmente un problema serio en la sociedad, “que ya no las quiere”.

En Ecuador, si se compara con esas realidades, no existe razón para preocuparse.

Pero ¿será correcto esperar a que las cifras sean altas para tomar medidas correctivas?

El año pasado, una vez conocidos los dos equipos que disputarían la final del campeonato ecuatoriano, se resolvió que solo asistieran las hinchadas de los equipos locales a sus respectivos estadios. Sobre esta decisión, muchas personas mostraron su rechazo en redes sociales, pues consideraban que esta no era la solución a la violencia.

Samaniego y Chang opinan que esa no fue la mejor decisión.  En Inglaterra desaparecieron los ‘Hooligans’, impidiéndoles, de por vida, el ingreso al estadio.

Para acabar con la violencia, expresa Chang,  es necesario ser radicales, emplear medidas más duras, tomar fotos de los revoltosos y prohibir su ingreso a los estadios. “Yo vi que un agente del orden le pegó un toletazo a un asistente solo porque estaba cantando una canción contra Barcelona. También hay que capacitar a los policías”.

Por su parte, el coach deportivo Pastor considera que acabará la violencia educando a la gente. Piensa  que la prohibición de consumo de licor y drogas en los estadios ayuda, pero no va a erradicar el problema.

“Los sistemas educativos deben enseñar a las nuevas generaciones que la competencia no es con los demás, sino con uno mismo. Podemos utilizar los medios de comunicación para fomentar la idea de que se gana cuando todos ganamos, y del fútbol se aprende mucho, por ejemplo cuando vemos que el gran crack de un equipo no es tal sin los pases y el trabajo de sus compañeros”.

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