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La naturaleza no desperdicia nada y un naranjaleño aprendió a hacer lo mismo

Tres personas laboran en este taller en donde reutilizan los desperdicios de las aserradoras o de agricultores que por diferentes motivos cortan un árbol.
Tres personas laboran en este taller en donde reutilizan los desperdicios de las aserradoras o de agricultores que por diferentes motivos cortan un árbol.
Foto: Lylibeth Coloma / El Telégrafo
24 de junio de 2017 - 00:00 - Redacción País Adentro

En la naturaleza nada es desperdicio, eso lo dice y lo sabe William Campoverde, un ebanista que utiliza los troncos y ramas para crear todo tipo de muebles. Su taller está en el cantón Naranjal, provincia del Guayas.

La idea de trabajar con estos materiales nació de la necesidad de cuidar el medio ambiente. 

Campoverde tiene en este oficio cuatro décadas pero apenas tres años explota toda su creatividad.

“El oficio de construir muebles nació con mi abuelo pero ahora lo he mejorado. Le añadí algo, reutilizar de manera efectiva y confiable la madera”, dijo el ebanista de 50 años de edad.

La diversidad de material que existe en la zona es  una ventaja para trabajar y crear cosas nuevas, argumenta el dueño del taller quien trabaja junto con familiares.

El lugar ubicado a un costado de la carretera Naranjal-Guayaquil,  muestra sillas tradicionales y junto con ellas se observan troncos de un árbol de samán -de más de 150 años de antigüedad- convertido en una mesa de centro.

“Las mesas que hacemos pueden pesar hasta 300 lb y para  darles movilidad les colocamos ruedas. El costo de estos artículos está en $ 150. Si es el tronco de un árbol de mago el peso y el valor se reduce a $ 120”. refiere.

Para Darwin Campoverde, sobrino del dueño del taller, las personas dedicadas a la venta de madera suelen dejar como desperdicios ramas y troncos en las aserradoras.

“En ciertas ocasiones nos avisan de árboles caídos y tratamos de rescatarlos antes de que se pudran. También salvamos la corteza, la tratamos, curamos y la usamos en sillas, taburetes, mesas o en cualquier cosa que se nos ocurra o nos pida un cliente”, dijo.  

Campoverde de 29 años cuenta  que en Naranjal son los únicos dedicados a este arte aunque en otros cantones también ponen en marcha este tipo de ideas.

“Se las hace en Milagro, Yaguachi, La Troncal y Naranjito”.

Las sillas armadas con ramas de diferentes tamaño y espesor resisten hasta 300 libras y tienen un costo de $ 45. Una vez tratadas  con aditivos que evitan plagas y polillas pueden hacer uso de ellas hasta dos generaciones.

Los negocios de comedores o las haciendas en sus entradas suelen tener una rama de la que cuelga el nombre del lugar o local, menciona Homero Gallero, cliente de los Campoverde.    

Dice que al igual que él existen personas de Guayaquil, Portovelo, Huaquillas, El Guabo o Zaruma, que llegan en busca de este tipo de arte. 

“Los visito para ver si tienen algo nuevo para seguir decorando mi casa” menciona Gallero.  

En el taller, los tipos de madera que más utiliza son: guayabo, pechiche, Fernan Sánchez, mango y saman. Los troncos y ramas que tras ser desechados, con los Campoverde tendrán un servicio más antes que ser una perdida total. (I)

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