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Entrevista / Hugo Delgado Cepeda / historiador, investigador, comunicador y maestro

“La guayabera es una prenda del exterior y que la adoptó un partido”

“La guayabera es una prenda del exterior y que la adoptó un partido”
20 de julio de 2014 - 00:00 - Redacción Guayaquil

Hugo Delgado Cepeda es uno de los historiadores e investigadores locales que más conoce a la ciudad.  Sus conversaciones están llenas de anécdotas que retratan perfectamente a la urbe.

El guayaquileño, de 93 años de edad, recuerda a la perfeccion cómo ha sido la evolución de la Ciudad Puerto y de sus habitantes. Hace un  recuento desde el Guayaquil chico.

Para usted, ¿cuál es la diferencia entre el Guayaquil de antaño y el actual?
El progreso es indudable, ha tomado aspecto de ciudad moderna. Está bien asfaltada pero el adoquín no me agrada, porque se daña y hay que reponerlo (como en la vuelta de mi casa). El turismo también se ha incrementado.
Lo que me está molestando del Guayaquil moderno es la inseguridad para el extranjero, a los que les pueden robar las cámaras y los celulares. En el Guayaquil de 150.000 habitantes teníamos chalet, casas de caña y tejados. No teníamos cemento, este vino con los arquitectos italianos. En aquella época, no había asaltos ni le aplicaban a uno los ‘chinos’ (apretar la garganta con el brazo). Estamos hablando de los (años) 20 a los 40.
Recuerdo que después de que íbamos a las kermeses en el Parque Seminario o a las matinés bailables en la Asociación de Empleados de Guayaquil (cerca de la Casona Universitaria) regresábamos a las chicas a pie, porque estábamos límpios -ahora le dicen chiros- para regresar en taxi (antes se llamaban auto de alquiler). Las repartíamos de 2 y 3 a pie. Las llevábamos desde la calle Chiriboga (entre Boyacá y Chimborazo o Chile) hasta cerca del parque España (Portete y Chimborazo) y no nos pasaba nada. Nos regresámanos de nuevo caminando y nadie se nos acercaba a pedir un cigarrillo, plata o con mala intención.
Eso le da a entender que con el aumento de la población se crearon problemas, algunos trajeron ciertas costumbres como el ‘chino’.

¿Qué le gustaría rescatar del Guayaquil del ayer?
Las clases de normas de urbanidad en el colegio. Las necesitamos ahora, porque los jóvenes con el adelanto de la Internet, computadora y  celular, que es alcahuete para todo: robos y hasta para que se disuelvan ciertos matrimonios... ¡Qué diferente a lo de antes! Teníamos mejores normas de conducta. Éramos disciplinados y había horas para llegar a casa.

¿Cómo manejaban la diciplina los padres?
Mi padre, con la mirada, pasaba lista a la mesa en la cena. Y decía: “Señora, me está faltando allí un hijo. ¿Por qué no está a la hora de la merienda?”. Mi mamá respondía: “Es que le di permiso para que vaya al especial al Teatro Parisiana”. Mi papá le decía: “¡Muy mal hecho señora, se me daña el estómago!”. Entonces le decía: “Levántele el plato de comida. No come”. Claro, lo decía de boca para afuera, pero luego le explicaba: “¡Usted, ya no vuelve a ir a la función!”.
Mi padre era disciplinado y responsable. Un día para octubre mi papá llamó a los hijos varones y les dijo: “¿Quién de ustedes mañana saca un balde con agua jabonosa, un escobillón y me limpia los estantes y la fachada de la casa?”. Todos nos miramos y nadie dijo nada. Pero la primera pregunta fue: “¿Quién de ustedes quiere ir el 9 de Octubre al carrusel, al circo y al desfile escolar? ¿Quién quiere vestidos nuevos?”. Todos alzaron la mano. Pero en la primera nada. Entonces mi papá miró a los mayores y dijo: “Usted mañana me limpia los estantes, el portal y la fachada de la casa”. ¿Qué fue eso? Enseñarnos a ser responsables y disciplinados. Presentar una cara bonita en una fiesta.

¿Qué más se ha perdido?
El uso del asta y la bandera en las casas. ¿Por qué razón ya no izamos la bandera el 10 de Agosto o el 9 de Octubre? Mi papá le decía a mi hermano mayor que vaya a la buhardilla, en el último piso, y ponga la bandera desde que se escuchen los cañonazos (06:00) en el Fortín del Cerro Santa Ana hasta que suenen de nuevo las cañonazos a las 18:00 para bajar la bandera, la cual no podía quedarse en la madrugada, cosa que sí se hace ahora. Había que cumplir la orden. Eso es disciplina.

¿La vida en el vecindario también era distinta?
Las familias en un barrio se llevaban bien. Cuando llegaba alguien a vivir en el sector se ponía a las órdenes. Si quería que le prestara una escalera de madera, usaban las fórmulas de cortesía: “¿Podría usted prestarme...?” Y se la devolvía al día siguiente como se lo prometía.
Las madres de familia que no trabajaban se visitaban a las 16:00 o 17:00. No jugaban bingo o canasta, sino que conversaban cosas sanas y usaban abanicos. No usaban vestidos escotados. El brindis se hacía con un té o un chocolate de barra de la provincia de Los Ríos. Y cada quien en su casa.  Ahora se pregunta por la hija mayor y le pueden responder está en el baby shower.
Para ir al baile del día estudiantil, las mujeres iban acompañadas del papá, la mamá, la tía o el hermano mayor para protegerlas. Para sacarla a bailar íbamos con una cortesía tremenda: “¿Me permite usted bailar la siguiente pieza con su señorita hija, hermana, sobrina...?”. Ahora uno las saca a bailar y ya. Tampoco se podía llegar más allá de las 22:00 a las casas. Las fiestas no duraban más allá de eso.

¿Cuál era la vestimenta tradicional?
En realidad la prenda de la guayabera no tiene nada que hacer con Guayaquil. Vino desde el exterior, recorriendo países como Filipinas, Panamá, México, pero se quedó aquí adoptada por el partido político. La guayabera es blanca y abierta para no usar corbata.
La corbata entre nosotros, en este clima, no tiene objeto. La adoptó, ¿te fijas? pero que se quedó. El abogado anda ensacado ahí en el Palacio de Justicia por gusto, si no va con saco y corbata, no es abogado...

¿Qué otra prenda se usaba antes?
Mi padre y mi tío usaban bastón, pero no por defensa como se hizo después, no, sino por elegancia. Usted habrá visto gráficas de los guayaquileños de antaño en las que lucían la empuñadura, que era de plata, tenía el nombre o las iniciales.
Mi tío César Cepeda López iba de visita a la casa de mi mamá y colgaba en la sombrerera la tostada. En el mueble, también había unos huequitos donde colocaban el paraguas o el bastón. En la avenida 9 de Octubre los jóvenes daban vueltas al bastón. Era el ‘piquete’ como dicen ahora, diferentes costumbres. Ahora si alguien sale con un bastón le dicen que está loco de remate.

Cuando se refiere a su padre menciona la palabra usted. ¿Antes no se tuteaba a los padres?
No se tuteaba a los padres por respeto. Ahora los nietos lo tratan a uno con el tú. A mí se me quedó el usted, tanto que no puedo tutear a los exalumnos que tuve en el colegio y en la universidad.
¿Se puede imaginar? Yo le reclamé a tiempo a mi nieto.
Los nietos que tienen a lado al abuelo aprenden una cantidad. ¿Por qué los chinos consideran a los ancianos sabios? El chino de edad es un sabio, porque tenía más conocimientos por experiencia.
En una ocasión vino Olimpo Cárdenas, después de varios años de recorrido por México. Cuando él vivía aquí pintaba paredes en Guayaquil. Él me decía usted y yo le decía tú. Pero cuando yo le hice una entrevista acordamos en que íbamos a tratarnos de usted. Él me dijo está bien Don Hugo. Es que yo lo conocí cuando era humilde.

¿La conquista de las mujeres tenía otros códigos?
Los jóvenes de antes no podíamos dar serenatas, porque no podíamos estar más allá de las 22:00.
Tengo una anécdota en la calle Bolivia y Chimborazo, donde había una casa en la que vivía un millonario de la época. Un famoso radiofusor, alto, ‘pintero’, que quería vincularse con la alta sociedad (gente de dinero) de Guayaquil, fue hasta el lugar a darle una serenata a una chica de esa casa, de la que estaba enamorado. Entonces, contrató al cantante Leo Marini, que estaba de paso por la ciudad, para llevarlo a dar serenata, porque no lo aceptaban. Lo hicimos tocar con tres lagarteros. Ensayamos tres piezas de rigor en las afueras, que en ese tiempo era la iglesia La Victoria (una para gustar a la chica, otra para convencer a la chica y los padres, y la tercera para cuando la madre autorizaba para que prendiera la luz de la sala, la chica abriera la ventana e hiciera seña para que entrara.
En la primera pieza no se prendió la luz ni se abrió la ventana, en la segunda pieza no había luz ni en el zaguán, y en la tercera nada. Ni porque lo convencimos a Leo Marini. Esa era una práctica de conquista que debía usarse a todo nivel social. Yo llevé senerata a las 00:00 a una chica que vivía en un segundo piso de una casa de madera en Colón y Boyacá: a la primera abrieron la ventana, a la segunda abrió la puerta del zaguán y a la tercera subí y me aceptaron. Y era una clase social medio-baja.

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