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La fiesta regional del montubio (I)

La fiesta regional del montubio (I)
08 de febrero de 2015 - 00:00 - Ángel Emilio Hidalgo, Historiador

En 1926, Rodrigo Chávez González era un joven periodista que escribía poemas y colaboraba en revistas ilustradas de Guayaquil. Tenía 18 años y era conocido como ‘el hijo de Modesto Chávez Franco’, destacado historiador, periodista y tradicionista que había sido veterano de la Revolución Liberal. Pero el carisma y activismo inquebrantable de Rodrigo fueron suficientes para convencer a los directivos de la Asociación de Ganaderos del Litoral sobre la importancia de emprender una ‘campaña criollista’ donde aparezca el montubio -campesino del Litoral ecuatoriano- como protagonista.

Homenaje a los montubios

El 12 de octubre de 1926, el rodeo montubio se visibilizó gracias a la iniciativa de Rodrigo Chávez González (Rodrigo de Triana), quien junto al hacendado Honorio Santistevan, presidente de la Asociación de Ganaderos, concibió la idea de organizar un evento en homenaje a los montubios, en el marco de la reivindicación del mestizaje costeño, cada 12 de octubre, a propósito del ‘día de la raza’.  

Rodrigo de Triana buscó el apoyo de la prensa porteña, tanto en El Universo (1926), como en EL TELÉGRAFO (1927) para difundir su ‘campaña criollista’, en consonancia con el clima ideológico propio de modernidad liberal o ‘primera modernidad’, cuando en toda América Latina surgían corrientes ‘nativistas’ y ‘criollistas’ que reivindicaban lo propio como parte del proceso de afirmación de las identidades regionales y/o nacionales.

Así describe lo que fue la primera Fiesta Regional del Montubio, el folclorista Wilman Ordóñez Iturralde: “Y llegó la fiesta. Miles observaban las madrinas criollas y criollas bonitas, la salida del corral de un potro chúcaro y su embestida, la ‘pialada’ (enlazamiento del animal tirando la veta con el pie) para enseguida montarlo a pelo y con esquela.

Dos bravos macheteros de las haciendas ‘El Guabo’ y ‘Las Palmas’ utilizando ponchos como protección y en pose de esgrima se baten a muerte. ‘La chispa moría en el metal’. El público aplaudía a rabiar el espectáculo.

Después venía el juego del ‘gallo descabezado’, el ‘contrapunteo de amorfinos’, ‘el corso de las flores’, ‘la corrida de toros’, ‘el concurso literario’ y los bailes tradicionales como el ‘Alza que te han visto’, ‘La Iguana’, ‘Er’ galope’. A la vez que tocaba la famosa ‘Banda del Mate’, que era una auténtica orquesta montubia con sus instrumentos tradicionales”.

Dos años después, la Fiesta Regional del Montubio ya se había convertido en una costumbre guayaquileña que se celebraba únicamente el ‘día de la raza’. Así lo demuestra la prensa de la época, que narra minuciosamente el evento: “A la una de la tarde, frente a la casa de la familia Chávez González, residencia del Promotor de la Gran Fiesta, Rodrigo de Triana, reunióse la cabalgata montuvia, que llevaría a la cabeza a la típica Banda del Mate, en un poderoso camión arreglado a la usanza criolla.

Luego seguía la Madrina y su cohorte y tras ese ramillete de bellezas, la gran cabalgata campestre, superior en número a la de los años anteriores. A la cabeza de ella y montando en un brioso corcel moro, iba el infatigable Rodrigo de Triana, que fue el jefe de las operaciones en el campo de las proezas.

El paso triunfal de la cabalgata por el gran Boulevar Nueve de Octubre fue algo grandioso. Las familias se asomaban a los balcones para echar flores a la Madrina y a su escuadrón de Montuvios, mientras en las aceras la gente vitoreaba a Guayaquil, a Rodrigo de Triana y a la Costa toda.

En el campo deportivo, la Madrina Criolla, su cohorte y miembros del Jurado y Asociación ocuparon los puestos de honor, mientras diez mil almas invadían las tribunas, palcos y suelo del gran Estadio del American Park, para presenciar la apoteosis al personaje criollo, declarado el representante altivo de la raza ecuatoriana.

Se empezó por carreras con obstáculos, luego la recogida del sombrero a todo galope, la prueba de las argollas, el torneo de cintas, enlazamiento de ganado y por último un bravo de la zona de Guare se monta sobre el toro de Pedregal, en una demostración de audacia y valor.

Terminadas las pruebas se descubre el busto provisional del Montuvio, obra del artista catalán Nugué, de donde pasó a la avenida de Octubre para el Corso de Flores.

Por la noche en la ciudadela montuvia, se llevaron a efecto los concursos de bailes populares y cantos de ‘amorfinos’, dando un aspecto pintoresco a la fiesta”.

Resulta llamativo constatar la gran popularidad que alcanzó la Fiesta Regional del Montuvio y la movilización de los actores culturales y sociales que respaldaron la iniciativa. Los guayaquileños se sintieron francamente identificados con la ‘campaña criollista’, pues, si asumimos como cierta la información que dan los periódicos sobre el número de espectadores (10.000), significa que casi el 10% de la población asistió a este evento, pues en los años veinte la ciudad tenía algo más de 100.000 habitantes.

Notas:

1.- Wilman Ordóñez Iturralde, De la montaña al río, Guayaquil, Archivo Histórico del Guayas, 2003, p. 47.
2.- El 12 de octubre se celebró la Fiesta del Montuvio, en El Montuvio, Año I, No. 1, Guayaquil, 10 de noviembre de 1928.
3.- Fernando Carrión Mena, Ciudad, memoria y proyecto, Quito, OLACCHI, 2010, p. 64.

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