La 'carnicería móvil', el negocio ideal de los Bravo
La necesidad impulsó a que el manabita Segundo Bravo Macías convierta su camioneta en una carnicería móvil. Las ventas han sido parte de su vida y no ha parado desde aquel entonces.
El automotor tiene una estructura metálica sobre el balde de madera. Son barras que sirven para colocar los ganchos en los que se exhiben brazos, piernas, trozos de carne, viseras o costillas de cerdo.
Dayanna Macías, hija del manabita, cuenta que los clientes pueden cortar a placer sus pedidos, gracias a que la carnicería tiene una cortadora eléctrica instalada en un mesón de acero inoxidable.
La mujer acurruca a su hija Maya en una hamaca que está ubicada entre la caja para guardar el dinero y una bodega.
Jonnathan Álava, padre de la pequeña, quien también trabaja en la tercena, siempre está atento a los pedidos de la clientela.
Dayanna cuenta que la idea de vender carne en un carro es común en sitios del campo alejados. Además es un trabajo sacrificado.
“Pasamos por varios sitios antes de encontrar este lugar. En algún momento tratamos de tener nuestro criadero de cerdos, pero por problemas con los vecinos no funcionó”, manifestó.
La jornada laboral puede ser extenuante para quienes no están acostumbrados y más para una mujer que alumbró hace 7 meses.
“Nos levantamos a la 01:00 para faenar los cerdos y luego nos dedicamos a la venta; la jornada puede extenderse hasta las 18:00. Todo depende de la clientela” dice Dayanna.
Álava menciona que el precio de la libra de carne de cerdo varía dependiendo del lugar donde se la adquiera: aquí está en $ 2,50, en otros sitios se vende a $ 3,25 y a $ 3,50.
“Ahora, con el invierno, se encarece todo, pero para no perder la clientela que hemos ganado en estos 2 años en el mercado de la entrada del sector de La Ladrillera —en el sector de Flor de Bastión—, mantenemos los precios aunque esto reduzca nuestras ganancias”, precisa la comerciante.
Álava cuenta que un buen día de trabajo puede dejar ganancias de entre $ 80 y $ 100. Los lunes y martes buscan cerdos ‘criollos’ en los alrededores de Guayaquil, el miércoles descansan y de jueves a domingo se dedican a las ventas.
“Mi suegro tiene otra camioneta en la que trabaja. Él en serio es un gran vendedor y creo que es por la experiencia que ha conseguido acumular en estos más de 30 años” comenta el oriundo de Portoviejo.
El tío político de Álava, Jorge Macías, también conoce del negocio. Aunque para él los días en esta labor han terminado, no descarta regresar. “Trabajar en la construcción no es rentable, es duro. Por eso estoy pensando —junto con mi esposa— vender pollos criollos en mi motocicleta. Voy a probar suerte a ver qué tal me resulta este negocio” manifiesta.
La clientela se mantiene
Para la comerciante de leche de soja Alexandra Quimís, el buen precio y la calidad de la carne la mantienen comprando a los carniceros de la camioneta blanca, quienes por el invierno se estacionan entre agua, lodo y la calle asfaltada por donde pasan buses los de transporte urbano 131 y 143, tricimotos, autos particulares y uno que otro taxi.
“La carne es suave y siempre es fresca, incluso es mejor que la que se encuentra en otros sitios”, menciona Quimís mientras paga $ 5 por 2 libras de chuleta.
Alexandra, de 38 años, comenta que no le molesta acudir a este sitio a pesar de que vive en el bloque 22 del mismo sector (Flor de Bastión). “El precio y un trato de mucho respeto marcan la diferencia con la competencia”.
Con una idea distinta, la familia Álava Macías encontró su espacio para ganarse la vida en el comercio de un sector popular de Guayaquil que es poco atendido por las autoridades locales. (I)
