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La Caraguay, el gran mercado de mariscos que nunca duerme

Foto: Cortesía.
Foto: Cortesía.
01 de febrero de 2015 - 00:00

Por Katherin Castillo y Cristina Pinos, estudiantes de la ULVR

El olor a mariscos no da tregua en ningún sitio. El mercado Caraguay, ubicado al sur de la ciudad, lo frecuenta mucha gente, ya sea en busca de mariscos o por el rumor de que ahí se vende de todo y más barato.

El sitio se llena de comerciantes en las noches. El reloj marca las 22:00 y quienes trabajan ahí se alistan para una noche de comercio.

Hace mucho tiempo, el mercado Caraguay era conocido como ‘Feria Caraguay’, en donde se realizaban shows con diferentes artistas, tanto nacionales como internacionales, pero su  nombre proviene de las siglas de Cadena Radial Guayaquileña. Los integrantes de esta agrupación eran los encargados de realizar tales actividades que aglutinaban a una buena parte de los habitantes del sur de la ciudad.

Al final de la década del setenta desapareció la feria y se quedó solo como mercado de víveres. Ya en el 2000 se construye un moderno local y se lo establece como sitio exclusivo de venta de mariscos.

Algunos comerciantes, como Anastasio Cristóbal Vargas, de 70 años, han dedicado 30 a cuidar las planchas de cangrejos que llegan de Puerto Roma y el estero Mondragón. Su trabajo es vigilar que nadie se lleve nada. Su guardia inicia a las 20:00 y termina a las 04:00 del día siguiente.

“No es un trabajo difícil ni peligroso, pero es nuestro deber permanecer atentos a que no vengan los delincuentes. Aunque en el mercado nadie duerme en la madrugada, es mejor estar alerta”.

El olor penetrante a mariscos, las luces en los puestos de los comerciantes, el agua en los pasillos y el trato amable entre vendedores y clientes es el ambiente que se se vive en el mercado municipal Caraguay.

Venga y aproveche

La desesperación de los comerciantes por llamar la atención de los compradores es tal que en muchas ocasiones se registran enfrentamientos, pero no pasan a mayores.

 En las noches los usuarios acuden al mercado porque creen que se remata lo que no se pudo vender durante el día, por eso el número de visitantes aumenta.

 El movimiento también lo marca el ir y venir de carretillas y el número de vehículos que ingresan.

Detrás de los mostradores los vendedores cortan con rapidez y exactitud los pedidos, mientras el griterío se escucha por todos lados. “Es una guerra entre nosotros”, reconoce Antonio Chilán, comerciante de camarones.

“Tratamos con respeto a los clientes, aunque muchas veces existen desacuerdos entre nosotros, pero eso es propio del deseo de vender”.

En los muelles también se nota un ir y venir de los estibadores. Ellos son los encargados de desembarcar las lanchas pesqueras.

Roberto Martínez, de 40 años, trabaja desde hace 13 como comerciante, actividad que heredó de su padre y hermanos.

Empieza su jornada de trabajo a las  17:00 y finaliza a  las 22:00.

Los fines de semana y feriados  más personas visitan el mercado y por ende las ganancias son mayores, sin embargo, a pesar de la aglomeración, los precios no cambian; la funda de almejas $ 1, los 60 cangrejos a $ 44, la libra de camarón a $ 4,50.

Mientras a las 06:00 algunos comerciantes mayoristas se preparan para regresar a sus casas, otro grupo arregla sus locales para iniciar una nueva jornada de trabajo.

Las amas de casa empiezan a llegar en busca de camarones y pescado y el bullicio comienza con la promoción de los comerciantes, quienes a todo pulmón promocionan sus productos. “Venga casera, la mejor corvina a buen precio”.

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