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Boldo, chancapiedra y uña de gato son varios productos ofertados

La bebida de Wilmer ‘encanta’ a transeúntes (Infografía)

Wilmer Muñoz, de 22 años, es oriundo de Perú y encontró en Guayaquil lo que buscaba: un trabajo. Foto: Noemí Oyola Pogo
Wilmer Muñoz, de 22 años, es oriundo de Perú y encontró en Guayaquil lo que buscaba: un trabajo. Foto: Noemí Oyola Pogo
29 de junio de 2014 - 00:00 - Noemí Oyola Pogo, alumna de Comunicación de la Espol

La mezcla líquida aún no está en su punto y 5 clientes esperan. Wilmer Muñoz se apresura a enfriar el líquido y lo vierte de un jarro de aluminio a otro de vidrio. Eleva un recipiente a medio metro del otro, lo vira y deja caer la espesa bebida. Como si fuera basquetbolista y el vaso su canasta, atina y repite la acción. Revuelve con rapidez. Está hirviendo, pero la práctica lo salva de quemarse.

Wilmer, de rasgos indígenas, atiende en una carreta ataviado con una camiseta gris, calentador y zapatos deportivos. Él, quien es peruano, desde hace un mes y medio no ve a su familia. Solamente está dedicado a preparar las aguas medicinales, que expende en la intersección de las calles Esmeraldas y Maracaibo (en el sur de Guayaquil).

Cuando el joven de 22 años habla de su vida, se entristece un poco. Nació en una familia de escasos recursos económicos en Perú. Aceptó viajar a Ecuador para trabajar y probar suerte. No le ha ido tan mal, ya que tiene un empleo estable y su economía ha mejorado.

El negocio no es suyo, pertenece a un señor a quien el joven llama el jefe. Él también es peruano y trae a jóvenes de allá a vivir en su casa y a trabajar en sus puestos. Como esta carretilla hay otras dos en la ciudad: una en la calle Esmeraldas y otra en la 11, en el corazón del Suburbio.

Los preparados son emolientes y vitamínicos. Wilmer repite con convicción que estudios comprueban que los componentes de la preparación ayudan a combatir la anemia, el estreñimiento, son reconstituyentes y hasta aumentan la fertilidad en ambos sexos.

La intersección de Maracaibo y Esmeraldas la comparte por la noche con una vendedora de morocho. Todos los de la cuadra los conocen. Un hedor que proviene de la alcantarilla se torna insoportable, pero la fetidez desaparece cuando se abren las ollas de agua hervida. El aroma de la sábila y la linaza con piña se superpone al smog de los buses.

La carreta es de madera, la sostienen tres ruedas y de ella sale una manguera que se conecta con un cilindro de gas pequeño. Sobre el local rodante hay cucharones de metal, los jarros y las botellas de vidrio. Además, hay tres ollas y  hornillas que mantienen calientes las aguas medicinales.

Wilmer conoce cuál es el preparado que siempre piden los clientes. Ellos lo saludan y se toman de golpe una copita de amargo.

Luis Palma, un vendedor de mariscos que recorre Guayaquil en una vieja bicicleta, dijo que le tiene fe a estas aguas. Afirmó que sus males disminuyeron. “Todo es gracias a las bebidas de la carretilla”.

El joven peruano vende dos tipos de preparados: el denominado simple, que vale $ 0,50; y el completo, $ 1.

El primero, que sirve para desinflamar y limpiar el organismo de las personas, tiene agua de boldo, chancapiedra, uña de gato, algarrobina, sábila, linaza y miel de abeja. Mientras que el segundo, que es vitamínico, contiene maca, polen, un polvo de color café y unas pequeñas bolas amarillas.

El consumidor Claudio Yagual llega con ánimo, saluda a todos los vecinos y camina rápido como si los 94 años no hubiesen pasado por él. Sus arrugas  lo delatan. Es animoso y galán. Claudio pregona que no tiene problemas con las mujeres y que todo le funciona gracias a estas aguas. No necesita de ‘ayudas’, no consume fármacos y -remató- es ‘enemigo’ de los doctores y las farmacias.

Al puesto llegan clientes de todas las edades, desde niños hasta ancianos. Wilmer trabaja de lunes a domingo, de 06:00 a 09:30 y de 17:45 a 20:40. Arriba, en una camioneta vieja con el jefe, busca la carreta en un garaje cercano y empieza su rutina. Por la noche lo recogen. Es normal que se retire con las botellas vacías y los cucharones sucios. Al día siguiente retorna puntualmente.

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