La alegría guayaca se mantiene como tradición en el sur de la urbe
Con un megáfono en sus manos Carlos Marín anuncia a los habitantes de la 12 y Cristóbal Colón (suroeste de Guayaquil) que en media hora pasará de puerta en puerta recogiendo las donaciones para organizar la fiesta barrial.
La actividad es una tradición en la zona y la celebran desde 1984.
Con una sábana y 2 ayudantes, Marín pasa de casa en casa. Dice que conoce a todos sus vecinos. Al lugar llegó a los 8 años y ahora tiene 39.
Lolita Feijó Mora, de 71 años, es la primera en colaborar. Dona un litro de aceite, un foco y $ 5.
El aceite es para colgarlo en el palo ensebado, el foco para alumbrar el barrio y los $ 5 para que los organizadores compren piola, banderines y pintura para arreglar el sector.
Esta tradición guayaquileña se mantiene en el sur de la ciudad y se ha perdido, con los años, en el norte.
Para el sociólogo Homero Ramírez Chávez, exdirector de la Escuela de Sociología de la Universidad de Guayaquil, las costumbres festivas se pierden por el desarrollo social y económico de la población.
“Existen personas que nacieron y crecieron en barriadas en donde se celebraban las fiestas cívicas, pero cuando se desarrollaron económicamente y pasaron a ser clase media se mudaron al norte, en donde por tradición no hay esta clase de festejos”.
Indica que “cuando alguien llega a un sector en donde no hacen fiestas solo le queda el recuerdo por más que en su antiguo barrio se realizaban grandes celebraciones”.
Ramírez acota que las tradiciones se pierden con el transcurrir de los años porque los comportamientos de las poblaciones cambian y quienes organizaban las fiestas dejan de hacerlo porque ya tienen edad avanzada o porque mueren.
“Además, mientras más alta es la clase social, más complicado es participar en estas actividades, porque ellos hacen fiesta entre amigos y familiares en clubes sociales. Las urbanizaciones privadas no permiten este tipo de manifestaciones culturales”.
El también sociólogo Robert Párraga Cepeda asegura que las festividades son una forma de divertirse e integrar a los vecinos. “Los habitantes del sur son, en su mayoría, migrantes de otras provincias. A ellos les agrada festejar a la ciudad que los acogió”.
Párraga comenta que la costumbre se pierde por la migración interna y porque al subir de clase social se cambia a un escenario en donde no se permite este tipo de celebraciones.
“Conozco gente que habitó en los barrios del sur de Guayaquil que al mudarse se sometió a las reglas del norte de la urbe en donde festejan entre familia y amigos”.
La tradición del sur
El barrio Garay es considerado un sector en donde se acostumbra a festejar las fiestas julianas. Desde las primeras horas de la mañana sus moradores empiezan a trabajar.
Las mujeres barren las veredas mientras los adultos pintan la cancha en donde se jugará por la tarde un campeonato relámpago de indor fútbol. Junto con los niños pegan banderines y colocan los premios del palo ensebado.
Jorge Morejón Armijos dice que la colaboración de los vecinos es fundamental para organizar una fiesta barrial.
“Son ellos quienes aportan con artículos y recursos para que esto se realice. Es una forma de integrar a las familias. Yo nací en este barrio y conozco a todos mis vecinos. He tenido la oportunidad de mudarme al norte, pero mi barrio no lo cambio por nada”.
Freddy Aguirre, habitante de Leonidas Plaza y Chambers, también organiza las fiestas barriales en julio y octubre. Cuenta que su padre, José Aguirre, realizó la primera celebración en 1985. Hubo carrera de ensacados, torneo de cintas, elección de la reina del barrio, carrera de bicicletas, de 3 piernas y el huevo en la cuchara.
“Este barrio, por ser tradicional, no pierde la costumbre. Sé que en algunos sectores del sur mantienen vivo ese espíritu festivo, porque a la gente pobre nos gusta divertirnos”.
John Peñaroso, líder del barrio Muerto de la Chala, dice que por las fiestas de Guayaquil entre los vecinos recogen dinero.
“Algunos donan regalos y de acuerdo al presupuesto que tengamos hacemos el mayor número de juegos tradicionales”.
El palo ensebado, la carrera de ensacados, el huevo en la cuchara son algunos de los concursos que más se realizan. Para las mujeres organizan el de las comidas típicas.
Además están los campeonatos relámpago de indor o vóley, que siempre incluyen a los niños, jóvenes y adultos.
“En la noche celebramos con música y bailamos entre nosotros. Es un momento para que los vecinos se integren y que los chicos se diviertan. La unión que existe en este sector tiene más de 2 décadas”.
Las celebraciones de antaño
Yolanda León García, de 78 años, es maestra jubilada y habita en la 25 y la G.
Cuenta que en las fiestas julianas era común ver a niños y adultos participar de juegos como los ensacados, los atracones, ollas encantadas y carrera de carricoches.
“Estas actividades son ejercicios recreativos o pasatiempos que se transmiten de generación en generación. En algunos planteles fiscales aún se realizan como una forma de integración de toda la unidad educativa”.
La historiadora Jenny Estrada, directora del Museo de la Música, explica que en los barrios se formaban comités que se encargaban de la planificación del programa que se realizaría. “Se recogía una cuota entre los moradores. Se elegía a la reina del barrio y se preparaba comida criolla”.
El historiador Rodolfo Pérez Pimentel, cronista vitalicio de Guayaquil, dice que durante los primeros años de la década del 40 los guayaquileños eran muy pobres. Incluso en los palos ensebados, o también llamados cucañas, colocaban gallinas como premio.
“Los padrinos de los barrios eran los dueños de las tiendas. Ellos daban regalos para la fiesta. Era una etapa en que los habitantes de la ciudad no tenían dinero”.
Pérez agrega que las fiestas cambiaron por la masificación de la población. “La migración serrana nos ha desguayaquileñizado a los guayaquileños. Ahora somos minoría, las cosas suceden por algo; la ciudad no va a estar estancada como otras en donde todas las casas tienen más de 100 años”.
Manuel Lascano, de 42 años, habita desde hace 5 en una urbanización privada en la vía a la Costa. Menciona que todos los años organiza una fiesta en el que fue su barrio durante 20 años, en Rosendo Avilés y la 32.
“En mi ciudadela no se permite este tipo de celebraciones, pero como yo me acostumbré a las fiestas barriales vengo a organizarlas acá. Aquí los vecinos gustan de esta actividad”.
Lascano asegura que desde la primera semana de julio y octubre sus exvecinos lo llaman para organizar el festejo.
“Aquí no exigimos colaboración, quien está en posibilidades de ayudar lo hace”.
Por lo regular los dueños de las tiendas son quienes más aportan para el palo ensebado. Ellos dan muchos artículos que luego el niño que tenga más agilidad y destreza se lo lleva a su casa.
Una fecha de más importancia
La ya citada Jenny Estrada asegura que para los guayaquileños conscientes de nuestra historia, la fecha de mayor relevancia es el 9 de Octubre porque es la independencia de la ciudad.
“Fue ahí cuando la urbe, por esfuerzo de sus hijos, consiguió la libertad”.
Antes, rememora, celebrábamos en julio el Natalicio del libertador Simón Bolívar, el 24, y el 25, el Combate Naval de Jambelí de la Armada Nacional.
“Esta última fecha no celebraba la fundación, porque históricamente esta ocurre el 25 de agosto de 1534. Esa fecha se funda una ciudad con el nombre de Santiago, en la llanura de Liribamba, cerca de Riobamba, que es encomendada por Diego de Almagro para trasladarse a buscar un puerto de entrada. Las festividades julianas son fiestas patronales”. (I)
DATOS
Los atracones consisten en comer máchica con guineo para que se complique engullir.
En los barrios del sur, en los campeonatos relámpagos de un día, se utilizaban 2 piedras en lugar de los arcos.
El huevo en la cuchara consistía en colocar este producto en dicho utensilio y correr con las manos atrás sin dejarlo caer.
El palo ensebado era la actividad más esperada por los chicos. Para llegar a la copa era necesario tener sagacidad y ayuda. (I)