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“Hubo un doloroso cambio para todos”

“Hubo un doloroso cambio para todos”
21 de mayo de 2011 - 00:00

“Una madrugada de desvelo, hace ya casi 5 años, Roberto Yagual, mi esposo, me confesó que tenía ganas de irse del país... y lo cumplió. La situación aquí ya se había tornado insoportable. Él había perdido su trabajo de casi 15 años en un canal de televisión, donde se desempeñaba como productor de un programa deportivo.

Luego de eso, buscó nuevas oportunidades. Montó una productora de televisión, en la que fracasó. 
Después de buscar trabajo por aproximadamente seis meses, sin éxito, decidió que era tiempo de irse del país, pues aquí no había conseguido nada.

Así fue como decidió migrar a Madrid, en búsqueda de mejores días para él y todos nosotros.

En tanto, nuestros hijos -María de Lourdes, Christian, Yerson y Omar- y yo, nos quedamos acá en Guayaquil. Al principio todo fue muy duro. Primero por la parte emocional, pues nos sentíamos desamparados y lo extrañábamos mucho. Luego, por la parte económica, pues yo debí asumir todas las responsabilidades del hogar hasta que Roberto se afiance y consiga un trabajo estable en España.

Busqué trabajo en un cyber, donde atendía desde la mañana hasta la noche. Para mí, que nunca había trabajado, que siempre había tenido todo lo que había querido o pedido, fue un cambio muy radical y muy difícil de asumir. Mi esposo, mientras estuvo en un buen momento económico me lo dio todo; a veces, incluso, más de lo necesario.

Nos ayudábamos con el sueldo que ganaba en ese local y con los ingresos de mi hija, que se desempeñaba como secretaria de la iglesia evangélica a la que asistimos. Luego de la separación de nuestro hogar, los varones fueron los más perjudicados, pues debieron dejar de estudiar en el colegio. El dinero no alcanzaba para todo.

Primero, Roberto estuvo en España, donde trabajó en varias empresas que se perjudicaron por la crisis de las hipotecas en los Estados Unidos, así que perdió el empleo. Luego se mudó a Italia, donde actualmente se encuentra, pues allá tiene hermanos, sobrinos y demás miembros de su familia.

Actualmente la situación de mi esposo en Europa es mejor. Tiene un trabajo estable y puede enviarnos algo de dinero con lo que nos apoyamos para el pago del alquiler de la casa. Sin embargo, el peso y la responsabilidad del hogar sigue siendo mía. Por el momento me dedico a la venta de bisutería y tengo un pequeño negocio de venta de arroz con menestra y carne asada, los fines de semana, por las noches.

Además, doy clases dominicales a los niños en la iglesia. Eso me llena el corazón y me da paz.

Mis hijos también trabajan: Christian en un laboratorio de productos naturales, y Yerson en un local de videojuegos. Apenas el año pasado lograron graduarse del colegio, en esas instituciones en las que se estudian tres años en uno.

Ahora Roberto trabaja duro para poder llevarnos a Italia muy pronto y poder vivir juntos nuevamente, como una familia de verdad”.

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