Historia, “fundación” y un apunte sobre Las Peñas
Mañana celebramos al santo de Guayaquil, cuyo nombre es Santiago el Mayor, discípulo de Jesús, quien muchos años después de su muerte, durante la campaña de reconquista de la Península Ibérica, fue conocido como Santiago Matamoros, porque “combatió” al enemigo musulmán.
Ese mismo personaje se convirtió en el patrono de la ciudad de Guayaquil cuando, el 15 de agosto de 1534, el “conquistador” Diego de Almagro fundó la ciudad de Santiago en el andino valle de Liribamba (hoy Cicalpa), cerca de la actual ciudad de Riobamba.
Y es que según la legislación española del siglo XVI, únicamente era posible un solo acto fundacional de cada ciudad. Por ello, la ciudad de Santiago se fundó en la fecha antes citada, pero obtuvo su topónimo de Guayaquil por el cacique Guayaquile, del señorío étnico chono, quien estaba asentado en lo que hoy es Cone o Yaguachi Viejo.
Pero el 25 de julio no solo es el recuerdo de la fundación de un puerto y sus traslados. Equivale al origen de una nueva sociedad –en relación a su ascendente indígena precolombino- que se despliega en el tiempo y el espacio, con sus peculiares rasgos identitarios, dinámicos y cambiantes como en cualquier formación social.
¿Para qué pensar la fundación de Guayaquil en el siglo XXI?, ¿cómo se “actualiza” este recordatorio? Percibo estéril la actitud nostálgica frente al pasado -no es cierto que todo tiempo pasado fue mejor-; en cambio, sería interesante articular las nociones de espacio, memoria y patrimonio con la historia que nos concierne.
La ciudad se estableció originalmente al pie del “cerrito verde”, donde actualmente está la entrada al túnel del Cerro Santa Ana, y no en el barrio Las Peñas como creen algunos; sin embargo, Las Peñas es el único conjunto arquitectónico de madera que existe en la ciudad. Por ello es un potente lugar de memoria, pues constituye el último vestigio de la arquitectura vernácula costeña en el puerto de Guayaquil, con sus chazas, enrejados y los arcos de medio punto.
Aunque las casas de Las Peñas no son coloniales, sino republicanas –a lo sumo, las más antiguas tienen un poco más de 100 años-, su origen como barrio sí lo es. En el siglo XVII, el sector era llamado La Planchada, porque en 1651 se apisonó el terreno ubicado entre el río y el cerro. De este modo fue posible construir las primeras casas y abrir la conexión entre Ciudad Vieja y el sector de los astilleros, ubicado en La Atarazana.
La sola mención de Las Peñas evoca leyendas de piratas, laberínticos túneles en el cerro y acontecimientos ligados a conocidos personajes de la historia. Allí habitaron 11 ex Presidentes de la República y el inmigrante francés Antonio Neumane compuso la música del Himno Nacional del Ecuador. También residió por unos días en Las Peñas el joven médico Ernesto Guevara de la Serna (el “Che”), quien antes de iniciar su vida revolucionaria pasó por Guayaquil y se hospedó en la casa de Fortunato Safadi, ilustre médico, y de su esposa Ana Moreno, ambos militantes comunistas.
Justamente, la casa de los Safadi-Moreno sufrió el destino de muchas casonas tradicionales de Las Peñas: su inevitable desaparición física como resultado de la ausencia, hasta hace poco tiempo, de una política de recuperación del patrimonio cultural. Hoy las cosas han cambiado, por la implementación de una efectiva política del Estado en el ámbito patrimonial. Sin embargo, algunas cifras describen una problemática que viene arrastrándose: en 1945 había 40 casas en el barrio; hoy solo existen 30, según el INPC, algunas de las cuales necesitan ser urgentemente reparadas.
Si bien hace algunos años el Municipio de Guayaquil efectuó un plan de conservación del barrio, únicamente se intervino en las fachadas. Por ello, es apremiante la recuperación integral de Las Peñas; pero que, esta vez, se cuente con la participación de los moradores y propietarios de los inmuebles, verdaderos custodios de los patrimonios que exhibe el sector más histórico y emblemático de la ciudad.
Conocer, preservar y difundir los patrimonios culturales que representan la memoria viva de los pueblos, es la mejor forma de honrar el legado de quienes “hicieron” la ciudad, con hechos y no con discursos. Es bueno que coincida el aniversario del “santo” de Guayaquil con los 30 años de la declaratoria del Barrio Las Peñas como patrimonio cultural de la nación.
Así, las autoridades sabrán que hay una ciudadanía que, lo mismo que aplaude el embellecimiento físico de Guayaquil en los últimos años, también está dispuesta a defender su historia, su patrimonio y su identidad, como la más valiosa herencia de sus antepasados.