Un ‘mall’ lleno de recovecos que aglutina a más de 5.000 comerciantes
Hasta el predicador compra discos piratas en la Bahía
Los pasillos lucen tan solitarios como silenciosos. Entre esos pasajes laberínticos, que se enlazan entre sí, se escuchan los pasos de Fortunato Rodríguez, uno de los dos celadores que brindan seguridad, de 18:30 a 06:30, a los comerciantes de la Asociación Huayna Cápac.
Los recovecos por donde transitan comerciantes y compradores durante todos los días del año empiezan a llenarse recién a las 07:15.
Son los dueños de los locales quienes arriban para limpiar sus veredas con escoba en mano. Otros reciben mercadería y unos cuantos prefieren madrugar para alcanzar parqueo.
La pacífica bahía de la noche comienza a despertarse. El grito de Miguel Garcés desde la vereda del dispensario médico del IESS alerta a los madrugadores: “Pasteléate, varón”. La publicidad tiene efecto y un puñado de clientes llega a su improvisado local. 1 dólar es la tarifa por el combo de jugo y pastel.
Mientras los comensales engullen el bocado, en la vereda próxima aparece Fulton Contreras Llanos, quien con Biblia en mano pregona el fin del mundo. Y mete miedo con el Apocalipsis. Su arenga mesiánica muere atrapada por el sonido de las puertas metálicas que se abren, de los vendedores de medias, relojes Rolex de imitación, calzoncillos colombianos a 3X5 dólares, colada morada, celulares, cinturones, pañuelos, cosméticos y otros productos. Sus principales competidores son los comerciantes que en medio de la bullaranga le ganan la partida. Pocos son quienes escuchan las plegarias de Contreras.
Muy por la mañana, el sitio, lejos de ser peligroso, es el lugar en donde se negocia el desayuno.
Encebollado, bollos, guatita y tallarín de pollo son los principales platos que se promocionan. El lugar adquiere vida en su totalidad a las 09:00, dice Ricardo Gómez, vendedor de teléfonos celulares y presidente de la Asociación 9 de Octubre, gremio que forma parte de una de las tres federaciones que en total aglutinan a cerca de 5.000 comerciantes. A la hora que señala Gómez, el 80% de los locales está instalado.
Lugar donde se encuentra de todo
El ruido se vuelve cada vez más fuerte. “Venga, venga, lleve de promoción a $ 6 las camisetas del ídolo Barcelona, la del 5 a 0...”. “Venga, lleve las del tricampeonato, la de Emelec”, replica otro vendedor.
Cerca del pasaje Villamil, un grupo de comerciantes de CD piratas oferta los últimos éxitos musicales. El tema ‘Me duele el corazón’, de Enrique Iglesias, se confunde en medio de la bulla con el ‘Pasito Tun Tun’, de Ana Lucía Proaño; ‘Nuestro Juramento’, de Julio Jaramillo; y ‘En vida’, de Gerardo Morán, que también suenan a todo parlante, pero en diferentes locales.
Carlos Luis Solano, quien vende radios para carros frente al edificio Cucalón, asegura que en la Bahía se puede encontrar ropa, zapatos, perfumes, cosméticos, lencería, cocinas, ventiladores, equipos para autos, electrodomésticos, relojes, juguetes, licores, medicinas, tiendas de mascotas, café y otros productos. “Es como un gran mall, como una zona franca en medio de la ciudad”.
Caminar por sus pasillos es adentrarse en el mundo del comercio. El predicador Contreras lo sabe, y aunque nadie escuche sus argumentos y ni él mismo sepa los pecados de la gente, también sucumbe ante la tentación de comprar discos piratas de alabanzas de la salmista Wendy Contreras para luego revenderlos. Al fin y al cabo, en la Bahía se hace negocio. (I)
Miguel Garcés es uno de los primeros comerciantes que llegan al lugar. Él ofrece el combo de jugo de naranja y pastel de carne o chorizo a $ 1. Foto: José Morán / El Telégrafo