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Guayaquil es también un gran centro universitario

Guayaquil es también un gran centro universitario
07 de febrero de 2016 - 00:00 - Esther Galarza

“Siempre fue mi sueño venir a Guayaquil desde que estaba en el colegio”, dice Betsabé Pineda, estudiante de la Universidad Católica Santiago de Guayaquil (UCSG). Ella es una de los miles de estudiantes que cada año llegan a la ciudad con el objetivo de realizar sus estudios de tercer nivel.

Pineda es oriunda de Pasaje, cantón de la provincia de El Oro; estudia la carrera de Derecho y tiene 5 años viviendo en la ciudad.

Estos jóvenes migrantes, al llegar a la urbe, se enfrentan a una nueva cultura, con diferentes  costumbres, lenguaje y gastronomía; muy diferentes a lo que estaban acostumbrados, y se ven obligados a cambiar su estilo de vida para encajar en su nuevo entorno.

“Me resultó difícil adaptarme, no tengo familiares aquí. Mis amigos son quienes me enseñaron cómo movilizarme y las cosas de las que me debo cuidar”.  

Desde 2012 se instituyó el Sistema de Nivelación y Admisión (SNA), que ayuda a que todos los jóvenes cuenten con las mismas posibilidades para obtener un cupo en la universidad que deseen.

La Secretaría de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (Senescyt) analiza tres criterios para asignar los cupos en las diferentes carreras y universidades.

El primero es la nota que el estudiante obtiene en el Examen Nacional de Educación Superior (ENES). El segundo es el número de cupos que ofertan las instituciones de educación superior, según sus capacidades. El tercero es la prioridad que el estudiante le ha dado a la profesión.   

Al llegar a la urbe los migrantes se encuentran con un conjunto de responsabilidades que deben asumir. Primero, escoger el sector en donde van a vivir, en caso de no contar con familiares; la transportación y la administración económica, que es un aspecto complejo.

Christian Macías, estudiante de Medicina en la UCSG, es oriundo de Portoviejo. Para él,  lo más difícil fue llegar sin conocer a nadie. Tengo otros amigos que han venido. Algunos tienen familiares o amigos. Cuando llegan compañeros y vecinos yo trato de asesorarlos.  Les doy recomendaciones para que ellos puedan elegir”.

Existen becas, como la denominada Movilidad Territorial, que la otorga la Senescyt. Esta tiene el objetivo de ayudar a los jóvenes migrantes; para acceder a ella el estudiante debe demostrar que la universidad se encuentra a más de 50 kilómetros de su provincia. Al inicio el alumno recibe medio salario básico ($ 177) y luego, en el transcurso del semestre, se le acredita un salario básico completo ($ 354). El único requisito que debe cumplir el becado es mantener un promedio de calificaciones que establece la Senescyt.

Homero Ramírez Chávez, sociólogo y docente de la Universidad de Guayaquil, dice que el guayaquileño tiene tolerancia hacia los migrantes, aquello se debe a que la ciudad es puerto principal y todos los días recibe a personas no solo de diferentes provincias, sino también extranjeros.  “Es una costumbre muy añeja del guayaquileño recibir a gente de otros lados. Algunos, por las oportunidades que brinda la ciudad, deciden quedarse; otros, en cambio, prefieren regresar a sus lugares de origen, ya sea porque jamás se acostumbraron o porque en sus lugares natales tienen contactos o mejores oportunidades laborales”.

Beneficio porteño

La migración de jóvenes que llegan a realizar sus estudios en Guayaquil  favorece a la ciudad porque incide en la actividad económica. Los estudiantes deben costearse las pensiones, hospedaje en algunos casos, transportación, alimentación y todos los gastos que demanda un ser humano, así lo considera el economista Carlos Henríquez.

Los sectores preferidos para alquilar habitaciones por los jóvenes afuereños son Urdesa, Alborada, Bellavista. Estos sitios son muy cercanos a las principales universidades, así como por la variedad de vehículos de transporte masivo que circulan por esas zonas.  

“Si el talento humano y el conocimiento son recursos ilimitados,  deberíamos plantearnos la problemática al revés; quizás debiésemos esperar que sean los jóvenes los llamados a generarse sus propias plazas de trabajo”, opina Henríquez.

 “Este sacrificio vale la pena porque mi mamá ha trabajado tanto para que esté acá. Mi carrera, la carrera que tanto me gusta, no hay en mi ciudad, dice Fiorella Tutivén,  estudiante de arquitectura en la UCSG y oriunda de Esmeraldas.

Justina Aguilar está en la misma situación, ella es de Zaruma y el deseo de ser médico la trajo a Guayaquil.  Cursa quinto año de la carrera y está convencida de que no regresará a su ciudad. “Guayaquil me abrió las puertas, aquí veo más posibilidades laborales, es una ciudad en donde hay muchas personas. No creo regresar a Zaruma más que de visita. Estoy feliz aquí”. (I)

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