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En 1909 apareció “El Ecuador. Guía Comercial, Agrícola e Industrial de la República”

“Gran comercio” y comercio ambulante en Guayaquil

“Gran comercio” y comercio ambulante en Guayaquil
23 de marzo de 2014 - 00:00 - Ángel Emilio Hidalgo, Historiador

En 1909 apareció “El Ecuador. Guía Comercial, Agrícola e Industrial de la República”, publicación que se convirtió en un referente para la historia de la publicidad y la fotografía ecuatoriana, pues se contrató a destacados fotógrafos que registraron imágenes de la productividad económica del país. Su edición estuvo a cargo de la Compañía “Guía del Ecuador” y se imprimió en los Talleres de Artes Gráficas de E. Rodenas, un conocido fotógrafo y grabador, quien posiblemente contrataría a otros documentalistas que también participaron en el proyecto, como Enrique de Grau e Iscla y la sociedad Menéndez & Jaramillo.

Ningún documento oficial del período liberal expresa más sobre política y economía ecuatoriana que la “Guía Comercial, Agrícola e Industrial de la República”. El volumen abre con el texto de la Constitución vigente entonces (1906), la segunda del radicalismo liberal que, entre otros logros, decretó la abolición de la pena de muerte. Luego, hay un capítulo de Geografía Física donde se aprecia el paisaje montañoso andino, así como panorámicas de valles, ríos y lagos. Posteriormente, aparece una relación de la fauna y la flora del Ecuador donde se transcribe la información del sabio alemán Teodoro Wolf, publicada en su monumental obra “Geografía y Geología del Ecuador” (1892).

La publicación fue un referente para la historia de la fotografía y la publicidad.

Se imprimió en  los Talleres de Artes Gráficas de E. Rodenas, un conocido fotógrafo.
El contenido de la guía se completa con información monográfica de las 15 provincias que entonces tenía el país: Azuay, Bolívar, Cañar, Carchi, Chimborazo, El Oro, Esmeraldas, Guayas, Imbabura, León (Cotopaxi), Loja, Los Ríos, Manabí, Pichincha y Tungurahua. En cada una de las monografías se advierte la presencia mayoritaria de terratenientes, banqueros, exportadores, importadores y comerciantes que conforman el sector productivo; es decir, los representantes del “gran comercio”.

Pero el “pequeño comercio” no aparece en las páginas de la guía. Para conocer esa otra faceta de la actividad mercantil, nos remitimos al texto “Correrías casuales en el Ecuador”, de la viajera estadounidense  Blair Niles, quien en 1921 quedó sorprendida observando la gran cantidad de vendedores ambulantes en Guayaquil. Entre ellos, destacaban los “sencilleros”, vendedores de origen sirio-libanés que eran conocidos como “turcos”, pues habían salido de sus países con pasaportes concedidos por el Imperio Turco Otomano. Ellos dinamizaban el comercio informal en las calles del puerto con casimires y telas de todas las clases que vendían a plazos.

El “pequeño comercio” no aparece en las páginas de la guía. Esa faceta tiene otro texto.

Blair Niles,  en 1921 quedó sorprendida por la gran cantidad de vendedores  ambulantes
Entre la febril actividad mercantil del puerto, la turista gringa se siente atraída por las manifestaciones de la cultura popular: “Una tortilla! Una tortilla! Empanada caliente! Una tortilla! Se grita acentuando en las últimas sílabas y hay mucho empeño en acomodar un sandwich o una empanada a cada uno de los innumerables trabajadores que a esa hora discurren por el Malecón. Apenas el ruido de los vendedores se pierde en la distancia, los voceadores de diarios en la mañana sustituyen a los anteriores, con nuevo e inusitado brío, cual si se tratara de ediciones extraordinarias: “¡El Telégrafo!”, “¡El Guante”, “¡El Telégrafo!”, “¡El Guante!”.

El día transcurre y la señora Niles se solaza con el ingenio y creatividad de los vendedores callejeros. Luego de recorrer un Mercado Sur repleto de “frutas, sombreros y hamacas por precios insignificantes”, constata que las calles del centro están “alborotadas por los vendedores de lotería extraordinaria”. Finalmente, termina su etnografía del comercio en el puerto tropical con una escena que aún hoy se repite –solo que la tradicional chicha resbaladera ha sido reemplazada por las bebidas gaseosas-: “Este es el momento más quieto de Guayaquil, interrumpido tan solo por los vendedores de frescos y de chicha, quienes recorren los portales para ofrecer esas bebidas a los peones que descansan en la sombra. ¡Chicha helada! ¡Chicha helada! De cuando en cuando, uno de estos se levanta y apura un vaso de dicha bebida embriagadora e intoxicante, muy apreciada por los cholos y los indios. Mientras se efectúa la transacción, el vendedor de chicha permanece callado para luego gritar: ¡Chicha helada-a-a!”.

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