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“Esos raros peinados nuevos”

“Esos raros peinados nuevos”
24 de mayo de 2015 - 00:00 - Ángel Emilio Hidalgo, Historiador

El título alude a una canción de Charly García impresa en su álbum Piano Bar (1984) y este artículo pretende ser un viaje nostálgico hacia una corriente musical de la cultura pop-rock que empezó a vivir mi generación hace exactamente 30 años.

Era 1985 y la televisión nacional se hallaba saturada de telenovelas venezolanas y mexicanas; en las radios predominaba el pop anglosajón, pero se escuchaban noticias de grupos de rock en español que venían, principalmente de España, Argentina y México. Se decía que hacían cosas ‘nuevas’, con sonoridades entremezcladas de rock, punk y pop.  

Al año siguiente llegó a nuestro país un mayor número de álbumes y poco a poco sonaron en las radios canciones de Mecano, Ricky Luis, Soda Stereo, Miguel Mateos & ZAS, GIT, Virus, Los Prisioneros, Ilegales... Empezaba una movida que si algo tenía en particular era su diversidad, pues convivían temas musicales de contenido político con otras que únicamente proponían el disfrute y el goce.       

En nuestra ciudad siempre hubo músicos que superaron las versiones en inglés y experimentaron en un medio que en las últimas décadas se ha mostrado reacio a los cambios radicales, aunque entre la maleza destacaron grupos como Freedom, de César Aragundi, que hacía covers como Dios manda.

No obstante, la primera gran banda guayaquileña de los ochenta fue Spectrum, que en 1983 produjo la primera grabación de heavy metal en nuestro medio, con un disco de 45 rpm que traía los temas ‘Ven’ y ‘Religiones en conflicto’, donde destacaban la guitarra eléctrica de Xavier von Buchwald y la batería de Andrés Albán.

Hay que reconocer que la labor de los medios de comunicación en la década del ochenta fue clave para la masiva difusión del rock en el puerto. Quién no recuerda la columna ‘Cuadernos del rock’, de Helmut Jeremías en diario EL TELÉGRAFO, así como los programas ‘Alto Voltaje’ y ‘Metal Shock’, este último conducido por Locky Pérez en el dial 770 AM de la extinta radio EL TELÉGRAFO.

Y cómo no traer a la memoria los debates pseudomoralistas que se ventilaron en la revista Tiempo Libre, a propósito de la letra de una de las peores canciones que sonaron en esos días en la ciudad: ‘Sufre mamón’, del tema ‘Devuélveme a mi chica’, de los españoles Hombres G y que tuvieron como protagonista a un conocido animador de televisión que, finalmente, tuvo que resignarse a transmitir, desde Ecuavisa, canciones llenas de ‘malas palabras’.

Este personaje ignoraba que no era necesario ser ‘chico malo’ para decir ‘malas palabras’, pues desde las aulas de los colegios más representativos de Guayaquil, a partir de la década del sesenta, brotaban camadas de jóvenes que se tomaban la música en serio: del Aguirre Abad vino la Texaco-Gulf de Pancho Jaime, la ‘Mamá del Rock’; y del Vicente Rocafuerte, el grupo VicRock y luego Quartz Band, de los hermanos Castro.

Estos últimos abrieron el telón en el concierto de Ilegales en Guayaquil, una vez que se habían presentado Mike Albornoz y Hombres G. Recuerdo esas filas interminables, donde miles de ansiosos adolescentes supimos, por primera vez, lo que era un concierto de rock. Ese día de junio de 1987, el estadio Modelo reventó de rock y libertad juvenil, cuando apagaron las luces y la voz gutural de Jorge Martínez pronunció el nombre maldito de la calle: “¡Ilegales!”. El público deliró y se empujó como una sola alma al encuentro lascivo de la noche. Al día siguiente, el saldo fue varios heridos, las mallas del estadio rotas y el césped arrancado de tanta furia y rock and roll.    

Un mes después, el 12 de julio de 1987, los estudiantes de la Universidad Católica fueron testigos del segundo concierto de Soda Stereo en Ecuador, pues el día anterior se habían presentado en el Coliseo Cerrado. Aquí se subvirtieron las aulas, los jóvenes se vistieron de negro y los parlantes ubicados en la terraza de la Facultad de Arquitectura reventaron los números musicales de Signos, álbum que promocionaba el grupo.

Aunque las bandas guayaquileñas se habían fogueado desde la llegada de esta sonoridad, el punto de quiebre en el proceso de masificación del rock latino fueron estos dos inolvidables conciertos de 1987. A la par, la cosecha local ya sonaba en la radio y se veían sus videoclips: ‘Químico’, de Reinaldo Egas con el grupo Clip; ‘Llegaron los rayas’, tema de Quartz Band que aludía a la represión cotidiana de los tristemente célebres ‘escuadrones volantes’ del gobierno de León Febres-Cordero; ‘Quiero salir’ y ‘Noches de alcohol’, de Taller, mi banda nacional favorita, con una insuperable alineación: Lalo Wong en el bajo, Xavier von Buchwald en la guitarra, Willy Wong en la batería y la voz privilegiada de Miguel Valdiviezo. También hay que recordar a Los Descontrolados, pioneros del punk en el Ecuador, quienes desde su marginalidad criticaron la violencia de Estado, en temas como ‘Represión policial’. Su vocalista, el argentino Prema, murió apuñaleado en 1988, en circunstancias que jamás fueron esclarecidas.

Estos mensajeros del rock abrieron el camino a nuevas hornadas de inconformes, de músicos contestatarios que sacudieron el pavimento con sus guitarras y raros peinados nuevos que tanto molestaron a los poderes establecidos y a los ‘viejos vinagres’, como reza una canción de Sumo y Luca Prodan. Nadie ha podido evitar, a la vuelta de 30 años, que la rebeldía prometeica extienda sus alas desnudas por las calles azules, en otras voces y otros cuerpos, más allá de la fábula y de la hora en que Guayaquil soñó convertirse en ‘la ciudad de la furia’. (O)

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